Guerra de Ucrania

La fuga de empresas de Rusia se hizo grande desde un despacho de la universidad de Yale

1.100 multinacionales han salido del mercado ruso o han reducido su actividad en respuesta a la invasión de Ucrania

Investigadores de Yale estiman que el boicot se habría llevado por delante 5.5 millones de empleos directos en Rusia

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mcdon / EFE

Ricardo Mir de Francia

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Cuando las primeras compañías multinacionales anunciaron el cierre de sus negocios en Rusia como respuesta a la invasión militar de Ucrania lanzada por Vladímir Putin, Jeffrey Sonnenfeld se quedó algo desconcertado. “Me sorprendió muchísimo que hubiera entre aquella primera docena de empresas varias tecnológicas, petroleras y firmas de servicios profesionales. Estas nunca son las primeras en mojarse por la justicia social o los derechos humanos. Más bien tienen problemas de reputación y tienden a seguir el liderazgo de otros”, afirma al otro lado del teléfono el fundador del Instituto de Liderazgo Ejecutivo de la Universidad de Yale, situada en New Haven, Connecticut. 

Sonnenfeld sabe de lo que habla. Lleva casi medio siglo tratando de convencer a los directivos de las mayores empresas del mundo sobre los beneficios de la responsabilidad social corporativa, un suerte de modelo de gobernanza con rostro humano y fundamentos éticos que contribuya al bien común de la sociedad. Un concepto que ha tardado una eternidad en abrirse paso y alejarse de ortodoxia neoliberal enunciada en su día por Milton Friedman, quien dijo que “la responsabilidad social de las empresas consiste en maximizar sus beneficios”. 

Sonnenfeld optó por contactar con los pioneros del boicot empresarial. Quería conocer sus motivos y su estrategia para desvincularse de la economía rusa al mismo tiempo que comenzaba a elaborar un listado con el posicionamiento de cada una de las multinacionales que operan en Rusia. “Me di cuenta de que su principal preocupación era que se estaba dando el mismo crédito en los medios a las empresas dispuestas a renunciar a miles de millones de dólares de negocio y a aquellas que no habían hecho más que lanzar cortinas de humo con breves comunicados sin medidas concretas”, asegura. Entre las primeras, compañías como Shell o BP, el mayor inversor extranjero en Rusia, que ha anunciado planes para desprenderse del 20% de participación que mantenía en el gigante estatal ruso Rosneft a un coste de 25.000 millones de dólares. 

Notas para las multinacionales

Con la ayuda de un nutrido equipo de investigadores de Yale, Sonnenfeld decidió refinar su lista de grandes empresas para ponerles nota. “Sobresaliente” para las compañías que se han retirado completamente de Rusia; “Notable” para aquellas que han cesado temporalmente su actividad; “Bien” para retiradas parciales como la de PepsiCo, que mantiene su negocio lácteo en el país; “Suficiente” para los anuncios más modestos, como la renuncia a futuras inversiones; y “Suspenso” para las empresas que siguen en el país. Desde Benetton a Giorgio Armani, desde la francesa Total a la china Alibaba o las españolas Acerinox o Talgo, según consta en la lista. 

Aquel listado comenzó a circular con rapidez por la trastienda del mundo empresarial, desde sus consejos de administración a los parqués de Wall Street. Y la rueda no tardó en adoptar dimensiones gigantescas. De la docena de empresas que reaccionaron a la invasión reduciendo su actividad en Rusia cuando se estrenó la lista el 28 de febrero se ha pasado a más de 1.100 seis meses después, de las cuales 313 han abandonado completamente el país. “Nunca ha pasado nada igual en la historia de la economía mundial. Lo más cercano es la salida de la Sudáfrica del apartheid, cuando unas 200 compañías se sumaron al boicot, un hito que contribuyó decisivamente a derrumbar el régimen”, afirma Sonnenfeld, que cada dos años organiza un foro de encuentro para los CEO’s de la gran industria estadounidense. 

Recompensadas en los mercados

Más allá de la presión de grupo o el miedo a ser señalados como coartífices de la maquinaria de guerra de Putin, hay otro factor que habría ayudado a que el boicot empresarial tomara forma. “Las empresas que hicieron lo correcto fueron recompensadas”, dice Sonnenfeld. “Sus acciones se han revalorizado desde que anunciara su salida de Rusia, quizás por el riesgo operacional, financiero o de reputación que comportaba quedarse. Las que se quedaron, en cambio, han sido castigadas por los mercados”. La revalorización de sus acciones ha servido para compensar los 59.000 millones de dólares que estas empresas han perdido, según 'The Wall Street Journal', por la depreciación de sus activos en Rusia o los ingresos perdidos.

Las multinacionales con más de 200 trabajadores que siguen operando con normalidad en el país han pasado a ser minoría. Solo quedan 244, según el listado del Chief Executive Leadership Institute de Sonnefeld, el más exhaustivo que existe. Las hay de todos los continentes, pero por sector, son las aerolíneas de Oriente Medio las más recalcitrantes a abandonar Rusia. Eso ha hecho que compañías como Emirates, Egypt Air o Etihad hayan conseguido una ventaja comparativa respecto a sus competidores occidentales, incapaces de sobrevolar Rusia, lo que ha hecho que la duración de algunos de sus vuelos se haya incrementado notablemente.  

Coste de la fuga empresarial

Para Rusia, el coste de la desbandada es oneroso. Según las estimaciones de los investigadores de Yale, el millar de compañías que han recortado su actividad en el país empleaban directamente a unos 5.5 millones de trabajadores, cerca del 12% de la población activa de Rusia. “Putin está tratando de convencernos de que la fuga de empresas apenas ha tenido efectos e incluso podría ser beneficiosa, pero es falso. Cualquier economista sabe que si se pierden 5.5 millones de empleos directos, los indirectos se multiplican por tres”, explica Sonnenfeld. “El impacto es devastador. El desempleo se ha disparado y también la inflación. Tampoco pueden financiar ya sus déficits porque nadie compra ya deuda rusa por las sanciones”. 

El estado real de la economía rusa se está volviendo cada vez más difícil de desentrañar. Y es que el Kremlin ha dejado de hacer públicas regularmente -- y de reportar al Fondo Monetario Internacional—estadísticas clave como los datos del comercio exterior, la producción mensual de hidrocarburos o las entradas y salidas de capital. 

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