Disidencia

La oposición a Putin, en ruinas

El estallido del conflicto en Ucrania ha aumentado la represión contra las voces disidentes en el país euroasiático

MULTIMEDIA | Medio año de invasión rusa en Ucrania

El opositor ruso y exalcalde de Yekaterimburgo, Yevgueni Roizman, comparece ante la justicia tras ser detenido el pasado miércoles.

El opositor ruso y exalcalde de Yekaterimburgo, Yevgueni Roizman, comparece ante la justicia tras ser detenido el pasado miércoles. / NATALIA CHERNOKHATOVA / OCTAGON

Àlex Bustos

Àlex Bustos

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La voz de la disidencia rusa lleva tiempo amordazada. Y el despliegue de tropas en Ucrania no ha hecho más que aumentar la presión sobre cualquier tipo de descontento, protesta o voluntad de cambio. Muchos opositores se encuentran ya fuera de juego. Grandes nombres de la oposición como Alekséi Navalni, Ilya Yashin, Vladímir Kara-Murzay Andrei Pivovarov están en prisión. Otros como Lyubov Sobol -con una condena pendiente en Rusia-, Leonid Volkov o Mijáil Jodorkovski se encuentran en el extranjero

Así lo ve Vadim Kobzev, colaborador del equipo de Navalni, que explica, no obstante, que "en el momento que empezó la guerra, la oposición en Rusia estaba prácticamente destruida". Matiza que en los últimos meses ha ido incluso a peor. "Activistas políticos empezaron a ser acosados por policías por hablar contra la guerra. Ellos fueron amenazados, encarcelados, investigados", señala. Asevera que muchos de ellos se vieron "obligados a abandonar Rusia", incluido él mismo. Kobzev se encuentra en Georgia, como muchos opositores, jóvenes que no quieren ir al frente y periodistas independientes.

La última detención de un opositor tuvo lugar esta misma semana, cuando la policía arrestó al exalcalde de Yekaterimburgo Yevgueni Roizman, acusado de desprestigiar al Ejército por criticar públicamente la campaña militar en Ucrania, un delito castigado con hasta cinco años de prisión.

Voces silenciadas

Los medios de comunicación independientes llevaban años pasando por dificultades con restricciones como la ley de agentes extranjeros. Esta permite que las autoridades etiqueten como tales a personas que habrían recibido dinero de otros países. Este término tiene connotaciones de la Guerra Fría muy negativas, asociadas a traidores y agentes infiltrados desde países enemigos.

Y este año se cerraron algunos de los pocos medios independientes que resistían en el país. Cerró la radio Eco de Moscú, y su lugar en el espectro ahora lo ocupa Radio Sputnik, oficialista de propiedad estatal. Echó la persiana el canal Dozhd, que en sus últimos momentos en antena emitieron el ballet El lago de los cisnes, que para los rusos es un símbolo de agitación política -se emitió durante el golpe de Estado de 1991 contra Mijáil Gorbachov-. El diario Mediazona abandonó el país. Novaya Gazeta, dirigida por el premio Nobel de la Paz Dimitri Murátov, cesó su actividad de forma temporal tras recibir múltiples avisos de las autoridades rusas. Se reorganizó en el extranjero, trabajando desde la Unión Europea. 

Además de las presiones oficiales, el mismo Muratov sufrió amenazas y ataques. En la puerta de su domicilio se le pusieron etiquetas como "cerdo judío" y le atacaron con pintura roja cuando viajaba en tren.

Batallones de antidisturbios

Para los rusos de a pie también ha aumentado la presión. Sacar una pancarta en la plaza Roja supone ser detenido en segundos, como es el caso de Oleg Orlov, director de la oenegé Memorial, prohibida por el Kremlin, que fue detenido el 10 de abril. Escribió en un papel: "Nuestra reticencia a saber la verdad y nuestro silencio nos convierte en cómplices de los crímenes". Esto era así antes del inicio de la llamada por el oficialismo ruso "operación militar especial". Pero hoy en día, es suficiente llevar un cartel con asteriscos, en blanco o llevar una pancarta "invisible" para ser detenido por las fuerzas de seguridad rusas.

Manifestantes como Yekaterina –nombre ficticio para preservar su identidad– explica que a principios de marzo fue a una de las convocatorias de protesta a favor de la paz. Llegó más tarde de la hora estipulada en la convocatoria. "Solamente había policías, no había ni un solo manifestante", afirma. Por ello prefirió abandonar el lugar fingiendo que no tenía nada que ver con la protesta.

Y es que grupos de policías blindados esperan cualquier de protesta en los puntos neurálgicos de las urbes más importantes de Rusia. Rincones tan emblemáticos del corazón de Moscú como la plaza Roja o la avenida de Novi Arbat albergan numerosos agentes preparados ante cualquier intento de protesta. En marzo era habitual que pararan a cualquier persona que les pareciera sospechosa para pedirle la documentación.