Limbo jurídico

Un millón de refugiados rohingyas siguen en el limbo cinco años después de huir de la represión birmana

Brotes de enfermedades como la sarna o el sarampión conviven con la pobreza y la violencia en el macrocampo de Cox's Bazar

Bangladesh, uno de los países más pobres de la región, lidia como puede con los refugiados mientras otros países con más posibilidades, como Tailandia o Indonesia, se desentienden

Refugiados rohingyas del campo de Cox's Bazar, en Bangladesh, recogen agua potable, este miércoles.

Refugiados rohingyas del campo de Cox's Bazar, en Bangladesh, recogen agua potable, este miércoles. / MONIRUL ALAM

Adrián Foncillas

Adrián Foncillas

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No había atendido el mundo a los rohingyas hasta que las televisiones los mostraron hacinados en barcos herrumbrosos, sin agua ni comida, vagando a la deriva, abandonados en alta mar por las mafias y rechazados por todos los gobiernos. El impacto mediático se agotó pronto y sus súplicas de auxilio siguen ignoradas cinco años después. Aquellos cientos de miles de rohingyas que huyeron a la carrera de la represión birmana siguen en un campo de refugiados de la vecina Bangladesh, perpetuados en el limbo jurídico y sin soluciones a la vista.

Un ataque del Ejército de Salvación Rohinyá Arakan a comisarías y bases militares con decenas de muertos había desencadenado el drama. Lo vengaron sin mesura los generales birmanos: 10.000 muertos, según una estimación "conservadora", y tropelías como violaciones grupales y quemas de poblados. Un informe de la ONU hablaba de "voluntad de genocidio", de "ejemplo de manual de limpieza étnica" y de "atroces violaciones de derechos humanos" del Ejército con el amparo de los discursos de odio racial y la destrucción de pruebas del Gobierno que entonces presidía Aung San Suu Kyi.

El éxodo engordó Cox's Bazar, un centro de refugiados en Bangladesh que ya había acogido oleadas de rohingyas durante tres décadas de represión. Son ya un millón, casi el doble de los 600.000 que continúan en el estado birmano de Rakhine, lo que confiere a Cox's Bazar dimensiones de macrociudad en el contexto regional. Aquel asentamiento temporal levantado en las colinas es un elefantiásico conglomerado chabolista, con 34 campos y más de 3.000 hectáreas.

Brotes de enfermedades

"Las condiciones de vida propician brotes de enfermedades transmisibles como el sarampión, la difteria, la sarna y el dengue. Pero, después de cinco años, también abundan enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión o problemas mentales. Su salida de Myanmar fue traumática, aquí carecen de esperanza, no saben qué les pasará a ellos ni a sus hijos", describe Natalia Torrent, representante de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Bangladesh y responsable de centros médicos en Cox's Bazar. Decenas de miles de refugiados han sido recolocados en Bhasan Char, una remota isla en la bahía de Bengala. No se discute la necesidad de aliviar las aglomeraciones de Cox's Bazas pero se plantean dudas razonables sobre la idoneidad de la isla, con periódicos ciclones y deslizamientos de tierra.

"Padecemos muchas enfermedades. Nuestros refugios siguen siendo los mismos refugios temporales que cuando llegamos y han sufrido la dureza del clima. Necesitamos más materiales para las casas, pero es difícil encontrarlo con las restricciones de movimiento en los campamentos. Se han levantado vallas y no podemos movernos como antes", asegura Hashimullah, de 45 años, en el informe de MSF. "Algunos trabajábamos como pescadores en Myanmar, y otros eran agricultores. Hemos escapado aquí, pero nuestros corazones siguen allí, en casa. Yo vivía en la orilla del río. Me ganaba la vida decentemente porque mi negocio era la venta de redes de pesca y mis hijos pescaban", añade.

Abunda la pobreza, la insalubridad y la violencia en el campo de refugiados, sazonados con algún incendio mortal. El de marzo de 2021, que dejó 15 víctimas mortales, las vallas con alambres de espino cortaron la huida de los pobladores. También se han registrado asesinatos de líderes de la comunidad y algunos jóvenes han sido reclutados de peones por las mafias de narcotráfico de la región. El cóctel delincuencial explica que la población local agote su paciencia y exija mano dura a su Gobierno.

Desinterés global

No se debate que las condiciones de vida de los rohingyas en Bangladesh son mejorables. Tampoco se debate que Bangladesh, un país de dolorosa pobreza, lidia como puede con un problema ajeno del que se han desentendido otros gobiernos más boyantes. Es comprensible su frustración por el desinterés global a aliviarle la carga. Indonesia, Tailandia o Malasia dan la espalda, tampoco están los rohingyas en el orden del día de la ASEAN (la organización regional de la zona), habrá que esperar para comprobar si la llegada de los progresistas a Australia endulza sus políticas migratorias y Europa va a cubrir el cupo con ucranianos. La absorción solidaria de rohingyas por la comunidad internacional es quimérica y, por si acaso, ya había sido criticada por Bangladesh, temerosa de que atrajera a más refugiados hacia Cox's Bazar o que le sirviera de excusa a Rangún para fumarse la repatriación acordada en 2017.

Ese acuerdo es irrelevante. Las planeadas devoluciones de los dos siguientes años fracasaron porque la Liga Nacional por la Democracia, el partido de Suu Kyi, no aclaró si les concedería la ciudadanía birmana ni otras dudas elementales. Ni un solo refugiado ha regresado a Myanmar por los conductos oficiales. No eran los rohingyas un asunto prioritario para el Gobierno de Rangún antes de que llegaran el coronavirus y la asonada militar que ha empujado al país a una pseudoguerra civil.

"Las condiciones en Rakhine no aconsejan el retorno. Además, hay zonas de la provincia que están controladas por el Ejército y otras por los rebeldes rohingyas. ¿Con quién tendrían que hablar? Es imprescindible que la situación se tranquilice antes. Me temo que el problema rohingya cumplirá 10 años. Sería una sorpresa enorme que Myanmar diera un vuelco a su política", termina Torrent.