Ataques xenófobos

Alemania recuerda los disturbios racistas de Rostock-Lichtenhagen de 1992

El presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, califica de "vergüenza" uno de los episodios más negros de la historia del país tras su reunificación

El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, participa junto a representantes de la comunidad vietnamita en el acto en recuerdo de los ataques racistas de Rostock de hace 30 años.

El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, participa junto a representantes de la comunidad vietnamita en el acto en recuerdo de los ataques racistas de Rostock de hace 30 años. / ANNEGRET HILSE

Andreu Jerez

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"Lo que ocurrió en Rostock es una vergüenza para nuestro país. Y la política tiene un gran corresponsabilidad en esa vergüenza". Las palabras del presidente federal de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, este jueves resumen la imagen proyectada por el país en 1992: una masa de miles ciudadanos, liderados por cuadrillas de neonazis, atacaron física y verbalmente durante días a extranjeros y peticionarios de asilo en la ciudad del noreste de Alemania. El país, recientemente reunificado, emitía hacia el exterior unas imágenes que recordaban demasiado a los pogromos antisemitas y racistas de los años más oscuros del pasado alemán.

Del 22 al 26 de agosto de 1992 el distrito de Rostock-Lichtenhagen –característico por sus altos edificios de apartamentos heredados de la arquitectura socialista de la desaparecida República Democrática Alemana, la RDA– se convirtió en escenario de disturbios xenófobos y ataques con cócteles molotov contra extranjeros y peticionarios de asilo. Aquellos que no atacaban activamente a los extranjeros, aplaudían cada uno de los cócteles molotov que golpeaban las fachadas del edificio atacado, en el que residían sobre todo trabajadores vietnamitas llegados al país antes del hundimiento de la RDA. El alcohol regaba el aquelarre xenófobo mientras la masa gritaba: "¡Alemania para los alemanes! ¡Extranjeros fuera!".

Violentos 90

La década de los 90 estuvo marcada, especialmente en el este de Alemania, por una ola de nacionalismo y xenofobia. El desempleo masivo generado por la privatización de empresas de la RDA, sumado al nacionalismo impulsado por la reunificación de las dos Alemanias, culminó en una serie de ataque xenófobos. El de Rostock-Lichtenhagen no fue un hecho aislado. Durante aquellos años llegaron además al país más de 400.000 personas que huían de la guerra de Yugoslavia en busca de asilo, muchos de ellas de etnia gitana.

Las imágenes de los disturbios quedaron para la posteridad y todavía hoy se proyectan en televisión para recordar a la ciudadanía la cara más fea del país. "La necesidad de defender la democracia es un aprendizaje de nuestra historia, también de la más reciente", ha dicho este jueves el presidente Steinmeier de visita en Rostock. Algunas partes del edificio atacado en el 92 han sido declaradas patrimonio nacional de Alemania y quedan bajo protección.

Milagrosamente, los disturbios de Rostock-Lichtenhagen no dejaron víctimas mortales. Algunos de los ciudadanos vietnamitas consiguieron abandonar el edificio en llamas por el tejado y en el último momento mientras algunas de las autoridades locales presentes llamaban desesperadamente a los responsables policiales. La tarde del 24 de agosto, en la que tuvieron lugar los peores ataques, los antidisturbios fueron retirados de la zona. Todavía hoy hay quién se pregunta cómo y por qué se tomó esa decisión.