Vuelta a la normalidad

El verano más tórrido de Londres acoge la vuelta del turismo internacional

La que fuera sede olímpica y otros barrios regenerados de la capital resultan irreconocibles

Una calle abarrotada en Londres.

Una calle abarrotada en Londres. / Bloomberg

Begoña Arce

Begoña Arce

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Los turistas han vuelto este verano a Londres, mientras los londinenses intentaban marcharse a alguna playa mediterránea. Si los primeros venían huyendo del calor se habrán quedado perplejos al ver que la leyenda de la ciudad de la niebla y la lluvia era puro cuento.  

El verano de 2022 pasará a la historia de la capital británica por haber superado por primera vez los 40 grados de temperatura. Nunca nadaron tantos bañistas en los Ponds de Hampstead Heath o en el Serpentine Lido en Hyde Park, nunca hubo que cerrar escuelas porque los chavales se asfixiaban dentro, ni las pistas de aterrizaje se habían derretido. En pocos días el césped de los parques se tornó árido y pajizo como si aquello fueran tierras de secano y así continúa después de semanas y semanas sin que caiga una gota de agua.

En julio, cuando la hierba seca comenzó a arder el fuego se propagó y destruyó en 24 horas 41 viviendas londinenses. Eran imágenes insólitas y alarmantes a modo de aviso de que el peligro ha llegado y llama a la puerta. Los bomberos no habían recibido tantas llamadas en un día desde la Segunda Guerra Mundial, cuando las bombas alemanas caían sobre la población aniquilando vidas y hogares.  

La barrera del Brexit

La meteorología ha dado mucho que hablar, casi tanto como las dificultades para viajar. En el primer gran éxodo estival postpandemia, entrar y salir de Gran Bretaña ha sido un forcejeo frustrante. La inoperancia de los dos principales aeropuertos, Heathrow y Gatwick, así como la mala planificación de las líneas aéreas, ha dejado a miles de pasajeros sin vuelos, con las maletas en paradero desconocido y con interminables colas en los controles.  El antiguo placer de tomar el Eurostar en la estación de St. Pancras y plantarse en poco más de dos horas en el centro de París ha perdido el poder de seducción por las largas esperas fronterizas, que a veces superan la duración del trayecto. Tal sin sentido desbarata la lógica de un servicio en cuya rapidez era una de sus principales virtudes.

La realidad actual es consecuencia de dar marcha atrás y retroceder en el tiempo. El Brexit ha acabado con la libre circulación y hay que sellar cada pasaporte de los turistas británicos.  Los cálculos indican que en el puerto de Dover, donde los atascos son gigantescos, se requiere ahora 90 segundos para sellar cada pasaporte comparado con 58 de antes del Brexit. Un incremento de más del 50%.

Vuelven los turistas

A pesar de los obstáculos, la afluencia de visitantes en el centro de Londres es evidente estos días. Han vuelto en masa los grupos escolares con adolescentes europeos vagando excitados por los museos de South Kensington. Retorna el carnaval de Notting Hill y resucitan los mercadillos callejeros de Portobello y Camden. La National Gallery recupera fuerzas con la exposición 'Picasso Ingres: Face to Face' y las terrazas del Soho vuelven a estar llenas. Clientes y clientas del Golfo Pérsico pasan las horas entre Harrod's y las hamacas de loneta a rayas de Hyde Park, previo pago de 13 euros al día. Los adinerados turistas rusos han desaparecido del mapa.

"Antes de la pandemia Londres era la tercera ciudad más visitada del planeta", señalan desde el equipo del alcalde, Sadiq Khan, que lanzó en mayo 'Let's Do London', una campaña internacional para fomentar la recuperación tras las penurias del virus. "Al turismo", explican, "se debe uno de cada cinco puestos de trabajo en Londres y supone una contribución del 12% del producto interior bruto doméstico".

Barrios irreconocibles

Los que retornen después de varios años a Londres notarán que algunos barrios son irreconocibles. Las torres de cristal, los rascacielos de herméticas oficinas, los apartamentos para solteros y parejas pudientes han reemplazado a viejos edificios en distritos como Victoria, Paddington o Farringdon. La transformación ha sido aún más espectacular en Kings Cross. Tras un proyecto de recuperación que comenzó hace 20 años, la que era una antigua zona industrial depauperada con depósitos abandonados, canales de agua pútrida, viviendas insalubres y un alto índice de delincuencia es hoy un lugar con nuevas calles, parques, tiendas, y galerías, sede de la Universidad de las Artes y de compañías internacionales como Universal Music.

Al este los cambios son también muy notables. Stratford acaba de estrenar estación de la Elizabeth line, nueva línea ferroviaria rápida que une el centro de Londres con el extrarradio. Cuando se cumplen 10 años de la celebración de los Juegos Olímpicos la regeneración de una de las zonas más pobres de la ciudad prosigue, aunque no está beneficiando a los residentes como se había prometido. De las 9.000 viviendas planeadas en el que fuera Parque Olímpico sólo se han construido hasta ahora 1.200 y la inmensa mayoría son demasiado caras para las rentas del vecindario. A penas 200 resultan asequibles. Los que han llegado al East Village son abogados, creativos y financieros de la City, que van y vienen. Vecinos que echaron raíces en el lugar se sientan traicionados y temen no poder quedarse durante mucho más tiempo en el barrio. La desigualdad social es la otra cara de la moneda de la prosperidad de Londres. 

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