Crisis en la isla

Protestas en Cuba por los apagones eléctricos

Las caceroladas se producen en múltiples ciudades del país el malestar por la falta de luz y la crisis económica acentuada por las turbulencias globales mientras el Gobierno pide comprensión y ahorrar energía

Commemoration of the Anniversary of the anti-government protests in Cuba

Commemoration of the Anniversary of the anti-government protests in Cuba / EFE / CRISTOBAL HERRERA-ULASHKEVICH

Abel Gilbert

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La cacerolada ha llegado a Cuba a golpe de apagones. La respuesta percutió en distintas ciudades, desde Pinar del Río a Trinidad, pasando por Holguin y Granma, así como en pequeñas localidades. Nadie descarta que se escuchen en La Habana, hasta hace poco indemne a los cortes de luz. La intensidad de la protesta puede ser todavía acotada pero llena el aire de una sonoridad inédita. "Que vuelva la corriente", es el grito más amable que se oye durante las interrupciones. No ha faltado la consigna "el pueblo, unido, jamás será vencido".

El presidente Miguel Díaz-Canel ha reclamado "comprensión" a una sociedad que carga sobre sus espaldas los efectos de la escasez y el aumento galopante de los precios de los productos de primera necesidad. "Nos duele, nos disgusta que la población tenga que estar pasando por esta situación". Díaz-Canel aseguró que las sanciones económicas de Estados Unidos no son ajenas a las circunstancias: "nos impide comprar piezas de repuesto". A su vez, pidió a los habitantes mayor austeridad en el uso del aire acondicionado para hacer más soportable el tramo más agudo del estío.

Granma, el órgano oficial del Partido Comunista, en el poder, convocó a sus lectores a una cruzada del ahorro. "¿Cuánto cada uno puede aportar para, entre todos, enfrentar la situación y no dejarla solo a los trabajadores eléctricos?". La autora del artículo, Gladys Leidys Ramos López, lamentó en ese sentido que "algunas personas, para expresar su malestar y su incomprensión legítima, vociferan expresiones ofensivas o aprovechan la ocasión para participar en hechos vandálicos, gritar consignas contrarrevolucionarias, y eso no soluciona nada". "No queremos muela (discursos)", se ha desgañitado, a modo de respuesta. El berrinche se magnifica en las redes sociales. La existencia de más de siete millones de teléfonos móviles ha modificado de manera radical los medios de expresión de los cubanos. Lo que antes era rumor, chisme o bronca contenida ha adquirido dimensión visual en las pantallas. Lo saben casi todos.

De Chile a la isla

La cacerolada tiene una tradición sonora en la política latinoamericana. En principio, tronó por derecha. La clase alta chilena hizo que sus utensilios domésticos repiquetearan para que el presidente Salvador Allende tomase nota del malestar que provocaba una escasez que los propios enemigos del Gobierno socialista estimulaban. Hubo también caceroladas en Argentina, especialmente cuando estalló la crisis del corralito, como se conoció el derrumbe financiero de diciembre de 2001. "Piquete y cacerola, la lucha es una sola", se cantó en las calles para simbolizar la efímera mancomunidad entre los parados y pobres que cortaban carreteras y los sectores medios a quienes les habían birlado sus ahorros en dólares. La cacerolada ha funcionado también como expresión de protesta contra los Gobiernos de Nicolás Maduro, Jair Bolsonaro y, recientemente, el peruano Pedro Castillo. Y ahora, Cuba.

En el caso cubano tiene razones materiales y políticas que el apagón aúna en las horas más inesperadas. En rigor, los cortes de luz no son una novedad en la isla. De hecho, la oscuridad de las ciudades fue parte del paisaje natural desde 1992, cuando comenzaron a sentirse los efectos de la disolución de la Unión Soviética que, por casi tres décadas se había constituido en el principal proveedor de petróleo. El llamado "periodo especial en tiempos de paz", según la definición de Fidel Castro, incluyó entonces interrupciones de hasta 16 horas diarias. Había que llevar la leche de una casa a otra para no se estropeara.

Las claves de los apagones

Los anhelos de alcanzar en 2030 un grado mayor independencia energética sobre la base de energías renovables se dan de bruces con el presente y condicionan seriamente el futuro. Mientras tanto, la falta de luz cataliza enojos de todo tipo. De hecho, el estallido social del 11 de julio de 2021 no ha sido ajeno a este problema en un país donde casi el 70% de los hogares cuentan con cocinas eléctricas.

La invasión rusa a Ucrania trastocó los precios del petróleo y ese impacto también se siente en la mayor de las Antillas. De acuerdo con la empresa estatal Unión Nacional Eléctrica (UNE), el 95% de la generación de energía se realiza con combustibles que debe importarse un 30% más caro. Si bien la isla dispone en teoría de 5,87 GW de capacidad de generación instalada, solo se está utilizando más de la mitad de ese potencial. Las razones de ese déficit son múltiples. Una de las limitaciones más importantes está relacionada con la antigüedad de una infraestructura que no ha podido renovarse a tiempo. De hecho, la mayoría de las centrales ha pasado sus días de vida útil y esa es la razón de sus averías constantes. La UNE no deja de prometer una recuperación gradual del sistema. Los cortes sorpresivos se mantienen mientras como una constante. Los apagones serían incluso mayores sin la presencia de centrales flotantes que el Estado alquilada a una empresa turca. Sin luz, el ambiente se caldea.