Las fronteras de la ansiedad

La OTAN a las puertas de Rusia: "Nuestra presencia está dimensionada para ganar tiempo"

La Alianza Atlántica redobla su presencia en en el flanco oriental multiplicando sus fuerzas de reacción rápida y extendiendo su escudo junto a las fronteras de Ucrania

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220727EPC_Ext_MCpl Rod Doucet_153433149.jpg / Ministerio de Defensa

Ricardo Mir de Francia

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En septiembre de 2021, dos meses antes de que Rusia empezara a acumular soldados y vehículos acorazados en las fronteras de Ucrania, su ejército llevó a cabo las mayores maniobras militares de su historia reciente. Cerca de 200.000 soldados, apoyados por centenares de tanques, aviones de combate, sistemas de misiles y 65 buques de guerra, ensayaron durante una semana varios escenarios bélicos en Bielorrusia y el occidente de Rusia, un ejercicio que sirvió para exhibir músculo junto a las fronteras de la OTAN. En los países Bálticos, acostumbrados durante mucho tiempo a tener escalofríos cada vez que Moscú estornuda, pocos ignoraron la aritmética que afloró de aquellas maniobras: las fuerzas desplegadas por Rusia multiplicaban por 50 el número de militares que la OTAN tiene estacionados en Estonia, Letonia y Lituania.

Esos desequilibrios son de sobras conocidos entre los militares de la Alianza desplegados en la base letona de Adazi, una zona boscosa al norte de Riga atravesada por un río y pegada al Báltico, donde están estacionadas las tropas españolas. “Esto está dimensionado para ganar tiempo. Si entra Rusia, aquí somos 1.000. Es una realidad que no se le escapa a nadie”, reconoce el teniente coronel Fernando Fuentesal, jefe del contingente rotativo español. “Nosotros estamos aquí para que quede claro que la OTAN no se ha olvidado del Báltico. Nuestra función es disuadir y, en caso de ataque, defender. Seríamos capaces de aguantar el primer embate para ganar algo de tiempo y desplegarnos después. Pero pensar que 1.000 soldados aquí y otros 3.000 en el resto del Báltico pueden contra un millón. Ni yo ni nadie”, admite Fuentesal en un despacho de la base. 

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Soldados españoles bromean durante la pausa para comer en la base letona de Adazi. / RICARDO MIR DE FRANCIA

Es sábado y los fines de semana no hay maniobras en la base, donde se respira un ambiente relajado. Su urbanismo es una suerte de museo la guerra. Hay blindados y carros de combate aparcados frente a los barracones de oficinas, circundados por perímetros de alambradas y cámaras que lo ven todo. Algunos soldados fuman al sol vestidos de civil y otros marchan hacia el comedor en formación. Son días de trabajo logístico. El contingente multinacional de la base – unos 1.700 militares de 11 países, entre ellos 506 españoles—última el relevo de sus tropas, que rotan cada seis meses desde que la OTAN creara esta misión temporal en el Báltico en 2016, dos años después de que Rusia se anexionara la Crimea ucraniana y comenzaran las hostilidades en el Donbás

Amenaza tangible

Aquel primer aldabonazo ha dejado paso a una amenaza tangible en toda la región a raíz de la invasión de Ucrania. Una guerra que no solo ha desnudado la vulnerabilidad de los diminutos países Bálticos, la pieza más frágil en el escudo de la OTAN, sino que ha dado peso a los argumentos de sus líderes. Unos dirigentes que llevaban años sosteniendo que, con los planes hasta entonces desplegados por la Alianza, su seguridad estaba lejos de ser garantizada. Y es que, según explicó la primera ministra estonia días antes de la cumbre de Madrid, los planes consistían en dejar que Rusia tomara los tres países antes de lanzarse a su liberación después de 180 días. “Si comparas nuestro tamaño con el de Ucrania, eso significaría la completa destrucción de nuestros países y nuestra cultura”, le dijo al ‘Financial Times’ la primera ministra Kaja Kallas en junio. 

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Un grupo de militares se dirige al comedor de la base letona de Adazi, donde están desplegadas las tropas españolas. / Ricardo Mir de Francia

Esa ansiedad también se refleja en las encuestas. Un sondeo de mayo concluyó que el 85% de la población letona teme una invasión de Moscú, que ya absorbió estas “provincias” durante el Imperio zarista y las reocupó durante medio siglo en tiempos de la Unión Soviética. Un cúmulo de circunstancias que han obligado a la OTAN a reaccionar nuevamente incrementando sus fuerzas en todo el flanco oriental. En la cumbre de Madrid, donde sus líderes designaron a Rusia como la “amenaza más significativa y directa que enfrentan los Aliados”, una Rusia a la que acusaron de querer crear de “esferas de influencia” a base de coerción y cañonazos, anunciaron el mayor incremento de capacidades de su historia. 

De los 40.000 militares con los que contaba la Alianza para reaccionar con rapidez en caso de ataque se pasará a 300.000. Y paralelamente creará nuevos “grupos de combate” en sus fronteras surorientales. A los ya existen en Estonia, Lituania, Letonia y Polonia, todos ellos con dimensiones de batallón (hasta unos 1.500 soldados), se añadirán otros en Bulgaria, Rumania, Eslovaquia y Hungría. “Lo que ha cambiado con la guerra de Ucrania es la relevancia de la misión”, afirma el teniente coronel Fuentesal. “Reforzando el flanco este, la OTAN ha demostrado que quiere defender hasta el último centímetro de su territorio”. 

Menos tropas rusas cerca del Báltico

De momento, sin embargo, las aspiraciones de los países bálticos solo se han cumplido a medias. En Madrid no hubo anuncios sobre sus intenciones para los batallones actualmente desplegados se conviertan en divisiones triplicando el número de efectivos desplegados o para que las bases de la Alianza en su territorio pasen a ser permanentes. El berenjenal en el que se han metido las tropas de Vladímir Putin en Ucrania les da algo de tiempo. “La amenaza directa a corto plazo es menor desde que comenzó la guerra”, explica Fuentesal. “Las fuerzas antes desplegadas en las fronteras del Báltico están ahora en Bielorrusia o en Ucrania. Se han desplazado al sur”. 

Entre los dirigentes de la región, sin embargo, impera la idea de que Rusia volverá a por ellos una sea capaz de desentramparse de Ucrania y recomponer su ejército. La OTAN es el único seguro de vida que tienen, una OTAN a la que Putin ha unido, pero podría separar la fatiga bélica y las onerosas consecuencias económicas que está acarreando. “Si Letonia no fuera parte de la Alianza, nuestro destino estaría escrito”, afirma a este diario el diputado letón, Edvins Snores. “Sería el mismo que Ucrania o peor porque somos mucho más pequeños y tenemos probablemente el mayor porcentaje de población rusa fuera de Rusia del mundo entero”. 

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