Crisis política

Israel, en eterna campaña electoral

El Estado hebreo se prepara para los quintos comicios en tres años y medio, con el retorno de Netanyahu en el horizonte

Netanyahu

Netanyahu

Andrea López-Tomàs

Andrea López-Tomàs

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Israel vive en un día de la marmota perpetuo. La actualidad política lleva años instalada en un ciclo infinito de inestabilidad, campañas electorales y comicios. Hace unas semanas, se repetía la historia. El primer ministro Naftali Bennett, junto al ministro de Exteriores, Yair Lapid, anunciaron el fin de su histórico Ejecutivo, el primero en 12 años sin Netanyahu al frente. El país, de nuevo, se aboca a elecciones. El 1 de noviembre la sociedad israelí votará por quinta vez en tres años y medio. Pero, ¿por qué la política israelí es incapaz de escapar de esta rueda electoral?

“Es culpa de Netanyahu”, explica Gideon Rahat, miembro del Instituto de la Democracia de Israel. “El principal problema es que tenemos un líder con mucho apoyo pero que no da la mayoría para formar un gobierno estable”, añade el también profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Aunque, en junio del año pasado, sus días en la política israelí parecían contados, Bibi se ha hecho fuerte también como líder de la oposición. Durante este año, su imponente presencia ha conseguido atraer a miembros de la frágil coalición y ha votado en contra de sus electores sólo para lograr la caída del gobierno de Bennett.

Los cuatro comicios previos no han asegurado una mayoría firme en un panorama político alejado de las tradicionales divisiones izquierda-derecha. En Israel, el eje decisivo es estar con Netanyahu o en contra de Netanyahu. “Él no tiene ningún problema en ir a las urnas una y otra y otra vez hasta que alcance la mayoría”, declara Rahat a este diario. Poco importan los tres juicios por corrupción en los que está imputado. Aunque puede afectarle que coincida la celebración de los pleitos con la campaña electoral en otoño. 

Renuncias y cambios

Pero aún quedan cuatro meses para el voto y los primeros movimientos tras la convocatoria de elecciones muestran una reconfiguración del panorama político. En primer lugar, Naftali Bennett ha abandonado la política. Ahora, su Yamina, el partido que gobernó el país con apenas 7 diputados de 128, está en manos de Ayelet Shaked. Durante el año de gobierno, la mano derecha del hasta ahora primer ministro ha jugado con la posibilidad omnipresente de aliarse con Netanyahu. Su ambigüedad y falta de lealtad le está pasando factura. Las últimas encuestas indican que Yamina no pasaría el umbral electoral del 3,25%.

Todos esos votos de la derecha podrían dirigirse al Likud de Netanyahu, que, por primera vez, obtendría la mayoría de 61 escaños en los sondeos. El que fue primer ministro durante tres lustros no consecutivos cuenta con el apoyo fiel del partido Sionismo Religioso de extrema derecha, y los ultraortodoxos Shas y el Judaísmo Unido de la Torá. Otros partidos como el izquierdista Meretz, miembro de la coalición, no alcanzarían la representación parlamentaria. “Estas elecciones también tratan sobre qué modelo de democracia tendrá Israel: una democracia liberal o una democracia populista”, apunta Rahat. 

Yair Lapid, nuevo primer ministro

Es el actual líder del país, el primer ministro Yair Lapid, quién representa este Israel liberal, cada vez más minoritario. No tenía que ser hasta agosto del 2023 cuando Lapid reemplazara a Bennett al mando del gobierno, de acuerdo al pacto fraguado en junio del año pasado. Hasta ahora, el jefe del centrista Yesh Atid había ejercido de ministro de Relaciones Exteriores. Como muestra del clima político unificador e inclusivo entre dos políticos aliados que se deshicieron en elogios mutuos tras la caída del Gobierno, Bennett le entregó las riendas del Ejecutivo. 

Lapid es un primer ministro distinto. Político desde hace una década, es el primer jefe de Gobierno que ha sido actor y periodista. Su pasado como escritor y boxeador amateur le alejan del perfil más común de dirigente. Además, tampoco cuenta con un pasado militar como sí lo hacen el resto de primeros ministros. Ahora, desde este cargo con el que tanto había soñado, puede desarrollar la campaña electoral de su vida. “Está legitimando su rol como líder del campo anti-Netanyahu”, afirma Rahat a EL PERIÓDICO.

Pero gobernar no será fácil. Sin apenas margen de maniobra, no puede aprobar el más mínimo proyecto de ley después de la disolución de la Knesset ni tampoco destituir ni nombrar a ningún ministro. “Durante estos meses, tendrá que ser capaz de reaccionar a una agenda política que no puede controlar”, reconoce el miembro del Instituto de Democracia de Israel. Su primer reto ha sido la visita del presidente estadounidense, Joe Biden, que ha saldado con buena nota.

Visita de Biden

“Aunque el público israelí prefiera a Trump, esta visita ha dado legitimidad y poder a Lapid”, subraya Rahat. Después de visitar Tierra Santa, Biden ha viajado a Arabia Saudí, en medio de críticas por reunirse con representantes de un Estado al que una vez tachó de “paria”. Esta ruta de Biden ha acercado a un Israel ansioso a su sueño de normalizar relaciones con el gigante del Golfo. Pero nada sale gratis en la geopolítica, y Lapid, ya días antes del aterrizaje del presidente en Israel, hizo varios gestos de acercamiento hacia los palestinos.

Mientras, el país seguirá navegando esta inestabilidad política, en cierta forma, a merced de Netanyahu. “Es el único líder viable en la derecha porque, a lo largo de los años, se ha encargado de deshacerse de cualquier persona carismática que pudiera competir con él en este rol de líder”, analiza Rahat. Ni las triquiñuelas ni los engaños de Bibi le han costado demasiado caro a la hora de votar. Aunque Israel sí que se resiente de este ciclo electoral sin fin.

“Si Netanyahu no formara parte de la política israelí y no fuera tan poderoso, es muy probable que Israel tuviera un gobierno de derechas estable”, concluye el profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Parece que aún tendrán que pasar años y varios comicios para que la sociedad israelí pueda soñar con esta posibilidad.