Tendencias globales

El drama de los flujos migratorios en el mundo

Las tendencias globales migratorias ocultan tragedias y persecuciones a etnias en distintos puntos del planeta

Honduras

Honduras

A. Rocha / M. Ferrà / I. Noain

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El último salto a la valla de Melilla del pasado 24 de junio dejó imágenes terroríficas. La atención mediática volvió a posarse sobre la zona más meridional de Europa o la más septentrional de África, según desde que lado se contara la historia, pero más allá de esta crisis existen otros flujos migratorios cuya crueldad copa portadas. Persecuciones sistemáticas, hambre, pobreza y guerra son tan solo algunas de las causas que llevan anualmente a millones de personas a emigrar de sus países en busca de un futuro mejor. 

Siria y Afganistán: dos crisis migratorias taponadas

Si hay en el mundo dos nuevas crisis migratorias a punto de explotar, esperando una chispa que las desencadene, estas son sin duda las que pueden ocurrir en Siria y Afganistán. Ambos países están repletos de desplazados internos por sus conflictos, y en ambos lugares las fronteras están cerradas y taponadas para que nadie pueda salir.

En Afganistán, el tapón lo han impuesto el nuevo gobierno de los talibanes, que han bloqueado las fronteras afganas para evitar una ola de emigración que pueda dañar la reputación de un grupo que busca legitimarse internacionalmente.

En Siria, el tapón lo impone Turquía. El país anatolio, en 2015, levantó un muro en toda su frontera con el país árabe para parar la llegada de más refugiados —Turquía es el país del mundo con más solicitantes de asilo—. Y ahora, en el sur de ese muro, la gente que intenta escapar de Siria se acumula.

Solo en la región de Idleb, una pequeña región agrícola antes de la guerra, hay 3,5 millones de personas, dos millones de las cuales son desplazados de guerra. Esta región, tocando a Turquía, vive sitiada por el Ejército de Bashar al Asad, el presidente sirio, y su única vía de supervivencia es la ayuda humanitaria que llega a cuentagotas a través de la frontera turca. En Idleb, según la ONU, el 75% de las personas es totalmente dependiente de la ayuda humanitaria.

Una nueva ofensiva del régimen de Damasco empujaría a estos ya desplazados de guerra hacia Turquía. Y la última vez que ocurrió esa presión, en febrero de 2020, el Gobierno turco lo tuvo claro: las puertas de la península anatolia hacia Europa, anunció entonces el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se abrieron de par en par. ADRIÀ ROCHA CUTILLER | ESTAMBUL

Norte de África: las tumbas del Mediterráneo y el Sáhara

El Mediterráneo es la frontera en la que han muerto más personas migrantes en todo el planeta. Desde 2014 se han documentado cerca de 24.000 muertes o desapariciones, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). El desierto del Sáhara también se ha convertido en un muro de arena en el que muchos pierden la vida: más de 11.000 personas han perdido la vida intentando llegar al norte o dirección a las Canarias. Una de las rutas que más ha crecido estos últimos meses es la salida de pateras entre Argelia y España. Las oenegés la definen como la "ruta invisible", porque prácticamente no se conoce.

Las rutas migratorias cada vez está más controladas y militarizadas. Estos últimos años, la Unión Europea ha invertido grandes cantidades de dinero para convertir la región del Sahel en la primera frontera del continente para frenar la migración.

En Marruecos y Argelia se han vuelto habituales las detenciones. Según las oenegés, las autoridades argelinas abandonan a los migrantes que intentan entrar en su país en el desierto. Marruecos los envía forzosamente a regiones del interior de su país. En estas detenciones les quitan sus pertenencias y el dinero. Para los migrantes supone volver a empezar de cero.

La situación en países como Marruecos se ha vuelto especialmente difícil. La pandemia, la represión y la falta de oportunidades han llevado a muchos de ellos hasta una situación límite y ha provocado el aumento de los retornos voluntarios a sus países de origen. Ante las dificultades, muchos han abandonado su "sueño europeo" y prefieren volver a su país antes que continuar sufriendo. MARC FERRÀ | RABAT

Estados Unidos: cifras históricas y orígenes más diversos

Aunque la mayor parte de la inmigración irregular no llega a Estados Unidos por vía terrestre, son los migrantes que cruzan la frontera con México los que más se identifican con el fenómeno. Gracias a los datos oficiales de detenciones de quienes cruzan sin papeles entre puertos de entrada, es mirando ahí como mejor se entienden mejor las realidades y tendencias de los flujos migratorios en EEUU.

México sigue siendo el país de dónde provienen la mayoría de los migrantes, pero los datos de los últimos meses confirman también que la población que busca su entrada en EEUU es cada vez más diversa. Y aunque sigue siendo también elevado el número de migrantes que llegan del llamado Triángulo Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador), se está disparando la llegada de personas de Centroamérica (especialmente de Nicaragua), el Caribe (Cuba y Haití) y de Sudamérica (Colombia, Brasil, Venezuela y Ecuador). También ha subido la llegada de nacionales de lugares mucho más remotos como Rusia, India y Turquía.

El 69% de las detenciones que se realizaron en mayo fueron de adultos que viajaban solos. Los "encuentros" de las autoridades con menores no acompañados subieron un 21% y se elevaron también un 8% los de personas que viajaban en una unidad familiar.

Las cifras muestran unos índices históricos de arrestos y la Patrulla Fronteriza está en camino de superar los dos millones de detenciones en el año fiscal, que acaba en septiembre, lo que superaría las 1,7 realizadas en año anterior. Los números están en parte motivados, según las propias autoridades, por un aumento en el caso de migrantes que, tras ser detenidos y expulsados bajo una medida implementada durante la pandemia, vuelven a intentar el cruce. En mayo, por ejemplo, se realizaron casi 240.000 detenciones pero quienes trataron de entrar eran menos de 180.000 individuos. IDOYA NOAIN | NUEVA YORK

Myanmar: El genocidio rohingya

Aquellas imágenes de 2017 pusieron al fin el foco global en una de las etnias más castigadas del mundo. Unos 700.000 rohingya, más de la mitad de la comunidad, huyeron a la carrera de Myanmar y vagaron a la deriva hacinados en barcos herrumbrosos, sin agua ni comida, rechazados por todos los países de la zona y abandonados en alta mar por las mafias. El desencadenante fue un ataque del Ejército de Salvación Rohinyá Arakan a comisarías y bases militares que dejaron decenas de muertos. El ejército birmano se vengó con 10.000 muertos, según una estimación "conservadora”, y variadas tropelías como violaciones grupales y quemas de poblados. Un informe de la ONU hablaba de “voluntad de genocidio”, de “ejemplo de manual de limpieza étnica” y de “atroces violaciones de derechos humanos”.

Cinco años después, alrededor de un millón de rohingya siguen hacinados en Cox’s Bazar, un elefantiásico conglomerado chabolista de 34 campos y más de 3.000 hectáreas, situado en la vecina Bangladesh. Exigen que Myanmar cumpla con los acuerdos de repatriación, tercamente ignorados, que contemplan el cese de su persecución y el regreso a sus aldeas natales de la provincia de Rakhine y no en los campos de desplazados.  

Los rohingya, descendientes de comerciantes árabes, han vivido durante siglos en Myanmar aunque carecen de Estado. Rangún los considera inmigrantes bangladesís ilegales porque no pudieron acreditar que estuvieran antes de 1823. Tampoco los reconoce Bangladesh, que les niega el derecho a la educación y la sanidad. ADRIÁN FONCILLAS | PEKÍN

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