Igualdad de derechos

La comunidad LGTBI asiática, a años luz de la normalización

La aceptación de la homosexualidad muestra los vaivenes en Asia pero ha sido tradicionalmente más tolerada que en Occidente

Taipei (Taiwan), 28/06/2020.- Miembros de la comunidad LGBT hacen ondear una bandera arcoíris durante una marcha en Chiang Kai-shek ,en Taipei, Taiwán, el 28 de junio de 2020. EFE/RITCHIE B. TONGO

Taipei (Taiwan), 28/06/2020.- Miembros de la comunidad LGBT hacen ondear una bandera arcoíris durante una marcha en Chiang Kai-shek ,en Taipei, Taiwán, el 28 de junio de 2020. EFE/RITCHIE B. TONGO / RITCHIE B. TONGO/EFE

Adrián Foncillas

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Son quiméricas las conclusiones sobre la situación de la comunidad LGTBI en Asia, hogar de la mitad de la población mundial y con variadas religiones, tradiciones y desarrollos económicos. Cabe desde el océano de banderas de arcoíris que saludaron en Taiwán el primer matrimonio homosexual del continente en 2019 al tormento afgano con el regreso talibán.

Más de 7.000 matrimonios gays, el 2% de los totales, se habían registrado a finales del pasado año en Taiwán. La isla podría dejar de ser pronto la excepción asiática porque Tailandia pretende acabar con un sinsentido. “El país de las sonrisas” ha sido durante décadas el paraíso para la cultura LGTBI, una tolerante burbuja para todas las orientaciones y con una vasta producción televisiva homosexual con seguidores en Asia y Latinoamérica. La aceptación social en la calle, sin embargo, no se ha traducido aún en las leyes tras una década de debate político. Cuatro borradores de ley aprobados recientemente por el Parlamento son el primer paso. Persiguen igualar en derechos a las parejas civiles del mismo sexo y las heterosexuales. También pasó el corte la propuesta de Move Forward, la formación más progresista, que elimina alusiones al género en los matrimonios.

La comunidad LGTBI japonesa ha emprendido una ofensiva judicial larga y pedregosa. La histórica sentencia de un tribunal de Sapporo sentó el pasado año que la inoperancia gubernamental para reconocer el matrimonio homosexual era inconstitucional en un clima eufórico. Un 65% de los japoneses encuestados por el diario Asahi defienden la igualdad matrimonial, el conservador y hegemónico Partido Democrático Liberal ha ajustado en los últimos años su postura escasamente amistosa con la comunidad a la sensibilidad social y los más optimistas creían que Japón dejaría de ser pronto el único país del G-7 sin leyes contra la discriminación por la orientación sexual ni matrimonio homosexual. Se esperaba una cascada de sentencias similares pero un tribunal de Osaka finiquitó esta semana el júbilo negando que la prohibición del matrimonio homosexual sea inconstitucional.

Involución de los derechos de la comunidad

También Asia sufre la involución de los derechos de la comunidad LGTBI. Brunei aprobó en 2019 una ley que contemplaba la pena de muerte para el sexo entre hombres y sólo la indignación global empujó al sultán a aclarar que nunca sería aplicada. Inquieta también Indonesia. El país con mayor población musulmana del mundo fue un ejemplo de convivencia multirreligiosa pero el auge de las corrientes más extremistas ha hundido la tolerancia. Sólo el 9% de los indonesios defendían en una encuesta de 2019 que la homosexualidad debía ser normalizada y los grupos conservadores persiguen la reforma del código penal para ilegalizarla.

Mucho se ha hecho y mucho queda por hacer en China. Sacó a la homosexualidad del listado de enfermedades mentales, ilegalizó las infames clínicas que la “curaban” con electroshocks y los tribunales han reconocido denuncias por discriminación en el ámbito laboral. El movimiento gay es cada vez más amplio y visible en Beijing, Shanghái o Guangzhou, con locales y fiestas temáticas. Si el rechazo a la homosexualidad en Occidente nace de las interpretaciones religiosas extremistas, su fuerza motriz en China es la presión social que impone la tradición. El primer deber de un vástago es la descendencia así que la política del hijo único, que coloca todos los huevos en una cesta, puede convertir a un gay en una tragedia griega. La histeria de los últimos años por atar a la sociedad civil ha castigado también a organizaciones de gays y lesbianas, censuradas por ejercer de caballos de Troya de la cultura occidental.

Hostilidad rural

La hostilidad de buena parte de la población y especialmente de la rural, las conservadoras élites económicas y políticas, el nacionalismo y la bajísima natalidad confabulan contra los derechos de la comunidad LGTBI en Extremo Oriente (China, Japón, Corea del Sur o Taiwán). El desaguisado de otras vastas latitudes asiáticas corresponde al legado colonial británico. Dos tercios de los 69 países que prohíben hoy la homosexualidad estuvieron en algún momento bajo su yugo y la huella sigue diáfana en Asia. La sección 377, epítome del puritanismo victoriano, castigaba “los intercambios carnales en contra del orden natural”. Hoy sigue vigente en Pakistán, Singapur, Sri Lanka, Bangladesh, Malasia, Brunei o Myanmar. La India se libró de aquel fósil cuatro años atrás con una sentencia del Tribunal Supremo y el magistrado ponente aclaró que el país le debía una disculpa a la comunidad LGTBI por su retraso.

Amores entre hombres están presentes en pinturas de templos hinduistas o en antiguos mitos y el Kamasutra, escrito dos mil años atrás, instruye también sobre el sexo homosexual. Ni el taoísmo, ni el confucianismo ni el budismo, los pilares del pensamiento chino, condenan la homosexualidad. En las antiguas dinastías Han, Song, Ming o Qing hay múltiples referencias a ella y obras clásicas de la literatura nacional como A la orilla del río o El sueño de la habitación roja describen relaciones gays. Tampoco habían escaseado en el Japón feudal antes de que la era Meiji acercara el país a Europa.

La aceptación de la homosexualidad muestra los vaivenes en Asia pero ha sido tradicionalmente más tolerada que en Occidente y sin persecuciones tan crueles y sistemáticas como las ordenadas por el cristianismo en la Europa medieval. La Historia subraya la paradoja: los sectores conservadores que apelan a la pureza local frente a la decadencia moral de Occidente ignoran la tradición asiática de tolerancia que arruinó el colonialismo militar y religioso. La solución, pues, no pasa por copiar al mundo sino por refrescar los viejos valores asiáticos.

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