Triunvirato europeo en Ucrania sin España

La visita a Kiev de Scholz, Draghi y Macron evidencia que Sánchez no forma parte del círculo de decisión de la UE pese a sus esfuerzos por recuperar la influencia perdida

Macron estrecha la mano a Zelenski en presencia de Draghi y Scholz, este jueves en Kiev.

Macron estrecha la mano a Zelenski en presencia de Draghi y Scholz, este jueves en Kiev. / SERGEI SUPINSKY

Eliseo Oliveras

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La visita a Kiev el 16 de junio del presidente francés, Emmanuel Macron, del canciller alemán, Olaf Scholz, y del primer ministra italiano, Mario Draghi, ha visibilizado la emergencia de un triunvirato de estrecha cooperación política entre las principales economías de la Unión Europea (UE) y que España no forma parte de ese núcleo clave. Las sucesivas videoconferencias efectuadas este año por el presidente norteamericano, Joe Biden, en el marco de la OTAN con los líderes de Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Polonia a raíz del conflicto de Ucrania, excluyendo a España, evidencian su menor peso político, pese al inmediato envío español en enero de una fragata y aviones de combate para reforzar el flanco oriental de la OTAN.

La llegada del Pedro Sánchez al Consejo Europeo en junio de 2018 despertó muchas expectativas. El nuevo Gobierno con un europeísmo proactivo quería recuperar la influencia que España había tenido en la UE en la primera mitad de la década de 1990 y resucitar la antigua complicidad y cooperación privilegiada con Francia y Alemania. España aspiraba a convertirse en el tercer socio del eje franco-alemán aprovechando la salida del Reino Unido y el euroescepticismo del Gobierno italiano del Movimiento 5 Estrellas y La Liga.

Con Macron

Sánchez se alineó con los planes de integración europea de Macron y de construir una “Europa que proteja”, pero chocó, como el presidente francés, con el inmovilismo de la cancillera alemana, Angela Merkel. Las expectativas de España se vieron mermadas porque para Francia, España sólo era el tercer socio privilegiado por detrás de Alemania e Italia, mientras que para Merkel quedaba relegado a quinta posición detrás de Francia, Italia, Holanda y Polonia, como señala un informe del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR). Otro obstáculo para las aspiraciones del Gobierno de incrementar su peso político en la UE fue su falta de vínculos estrechos con los países del Este y con el influyente grupo de Holanda, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Bélgica y Austria. No obstante, España cerró el 4 de abril una alianza con Holanda (hasta ahora defensor acérrimo del rigor presupuestario) para reformar y flexibilizar las reglas fiscales europeas.

La llegada de Mario Draghi al frente del Gobierno italiano y de Scholz a la cancillería alemana con un programa federalista europeo han facilitado la emergencia del triunvirato Alemania-Francia-Italia, sin que España haya logrado ampliarlo a un cuarteto. La actitud del PP estos últimos años, intentado socavar por todos los medios la credibilidad del Gobierno español ante las instituciones europeas, no ha ayudado reforzar el peso político de España en la UE. La apurada petición de ayuda de España a la UE en la crisis con Argelia ha supuesto una confesión de la debilidad política.   

La influencia española en la UE de la época de Felipe González se perdió con los gobiernos de José María Aznar, centrados en las ayudas europeas y en preservar los poderes nacionales. Aznar estropeó las relaciones con Alemania por su altivez en la cumbre presupuestaria de 1999 y acabó de empeorar las relaciones con Berlín y París al alinearse con Estados Unidos a favor de invadir Irak. La llegada del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en 2004 supuso una nueva apuesta más europeísta que se malogró por la debilidad económica española en la crisis de la deuda de la eurozona. La influencia española en la UE se mantuvo baja al volver al poder el PP con Mariano Rajoy a causa del rescate financiero, su foco en las temas nacionales y la inestabilidad por el conflicto catalán. El actual responsable de la diplomacia europea, Josep Borrell, reconoció en 2016 que la influencia política de España en la UE con Rajoy era “insignificante”.

En la OTAN, España también tiene un peso político mermado, pese a ser el anfitrión de la cumbre del 28 al 30 de junio en Madrid, de su participación en 22 misiones militares aliadas (7 en activo) y de ser con el 5,99% el quinto mayor contribuyente europeo al presupuesto de la Alianza. España tiene en contra ser el miembro (excluyendo Luxemburgo) que destina a defensa el menor porcentaje de producto interior bruto (PIB): 1,03% en 2021, lejos del objetivo del 2%. Además, para Washington aún pesa la retirada precipitada de las tropas españolas en Irak en 2004. Está por ver si el giro de España respecto al Sahara Occidental para amoldarse al dictado de EEUU, que en 2020 reconoció la soberanía marroquí sobre la antigua colonia, da algún rédito significativo.

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