Enrique y Meghan reaparecen en el tributo a Isabel II, ausente de los fastos del Jubileo
Begoña Arce
Periodista
Isabel II era la homenajeada este viernes en la catedral de San Pablo, pero ha sido la gran ausente en la ceremonia religiosa celebrada en su honor como parte del Jubileo de Platino. La soberana, aquejada de problemas de movilidad, estuvo representada por su hijo, el príncipe de Gales. Camila, duquesa de Cornualles, futura reina consorte, ocupó lugar preferente junto a Carlos. El público se ha acostumbrado a su presencia, ya habitual, en las importantes ceremonias en las que el heredero sustituye cada vez más a menudo a su madre.
La familia real en pleno se ha dado cita en el templo e incluso acudieron los parientes más lejanos. La atención ha estado especialmente puesta en Enrique y Meghan Markle, los proscritos. Ha sido la primera aparición pública de los duques de Sussex en un acto con la realeza británica después de ser apartados de las tareas de la Corona y de su amarga marcha a Estados Unidos hace más de dos años. A lo largo de ese tiempo las relaciones se han envenenado más y más entre Enrique y su padre y han ido también a peor con su hermano. Ha habido ataques desde ambos lados, intrigas, recriminaciones y acusaciones de racismo. La ceremonia de San Pablo era una ocasión especial y una pequeña tregua, pero no hay reconciliación.
Hermanos distanciados
Los duques de Sussex han seguido la ceremonia de Acción de Gracias a considerable distancia del príncipe Carlos y los duques de Cambridge, con asientos en el lado opuesto de la nave central. En ningún momento, ni siquiera al final de la ceremonia, durante la breve charla informal, ha habido un simple contacto o unas palabras entre ellos. Enrique y Meghan tampoco fueron invitados a la recepción posterior organizada por el Lord Mayor of London, Vincent Keaveny y han retornado inmediatamente a Windsor, donde siguen teniendo una casa. Al menos la pareja le ha podido presentar a su reina a su hija, Lilibet, que este sábado cumple un año.
La gran ceremonia de Acción de Gracias ha sido perfecta, tras meses de ensayos. Música celestial, magníficos coros, himnos y salmos. Miles de personas han vuelto a congregarse en las inmediaciones de la catedral para presenciar la llegada de personalidades al templo, entre las que se encontraban políticos del gobierno y la oposición, expresidentes y diplomáticos. El primer ministro, Boris Johnson, y su esposa Carrie, que también jugó un papel destacado en el Partygate, fueron abucheados por el público cuando descendieron del coche a la puerta de la catedral. Johnson leyó durante la ceremonia un pasaje del Nuevo Testamento en el que hablaba de la verdad, la honorabilidad, lo justo y lo puro. Pura ironía.
El arzobispo de York, Stephen Cattell, le ha echado humor al acto y ha comparado los 70 años de reinado de Isabel II, una gran amante de los caballos, con “una carrera de larga distancia como Aintree, más que con los ‘sprints’ de Epsom” y ha agradecido que siguiera “en la silla de montar”. Ha dicho no tener ninguna recomendación para las carreras de este sábado, otro evento del Jubileo al que la soberana tampoco asistirá.
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