Guerra en Europa
Rusohablantes en Alemania: una comunidad entre dos tierras
La minoría postsoviética, de varios millones, experimenta tensión y contradicciones en la República Federal a raíz de la guerra en Ucrania
Guerra Rusia - Ucrania: últimas noticias, en DIRECTO
Alrededor de 3,5 millones de personas con raíces en el espacio postsoviético viven en Alemania. No es una cifra oficial, sólo estimaciones basadas en un microcenso de la Oficina Federal Estadística en 2016. La mayor parte de esa diáspora postsoviética, mayoritariamente de habla rusa, procede de Rusia, Kazajistán y Ucrania. La actual guerra en este último país ha colocado a esa importante minoría migratoria en una situación incómoda, entre dos tierras.
Alrededor de 2,5 millones de los rusohablantes residentes en la República Federal conforman, además, una comunidad con estatus especial: los llamados Russlanddeutsche (alemanes de Rusia), descendientes de colonos de habla alemana que se asentaron a finales del siglo XVIII e inicios del XIX en la cuenca del río Volga y en la costa norte del mar Negro, por entonces parte del Imperio Ruso y hoy territorio bajo asedio ruso en el sur de Ucrania.
Esas colonias alemanas respondieron a la invitación de la emperatriz Catalina II y el emperador Alejandro I, que pretendían así poblar territorios vacíos de su Imperio. Como explica la Central Federal para Formación Política, los colonos recibieron la promesa de ventajas: tierras gratuitas, beneficios fiscales, exención del servicio militar y de culto religioso, derecho a la autonomía administrativa y al retorno a su origen si así lo deseaban en algún momento.
Ola de denuncias
Con el triunfo de la Revolución Rusa en 1917, la minoría étnica alemana llegó incluso a tener una república propia dentro de la URSS: la República Autónoma Socialista Soviética de los Alemanes del Volga. El estallido de la Primera Guerra Mundial, de la Segunda y las purgas estalinistas acabaron arrinconando a la minoría alemana, susceptible de ser colaboracionista con los nazis. Los descendientes de los alemanes de Rusia fueron retornando paulatinamente a sus territorios de origen antes y después del fin de la Guerra Fría.
Aún hoy, las autoridades de la República Federal conceden la nacionalidad alemana a aquellos que pueden demostrar una descendencia de los colonos que se instalaron en el Imperio Ruso hace dos siglos. Estas últimas personas reciben el adjetivo spätaussiedler, que sirve para denominar a los migrantes retornados del espacio postsoviético a lo largo del siglo XX y del XXI. El concepto de Russlanddeutsche –que en muchos casos no hablan alemán o lo hacen con acento ruso– puede llegar a tener hoy una connotación peyorativa en Alemania, un fenómeno acentuado por la guerra en Ucrania.
Desde el inicio de la invasión rusa, las autoridades alemanas han registrado más de 1.700 delitos relacionados con la guerra, la mayoría crímenes de odio, agresiones verbales, pintadas amenazantes e incluso violencia física. La minoría rusohablante es la gran protagonista de estos incidentes, ya sea en el rol de víctima o agresor. La organización Mediendienst Integration, especializada en asuntos migratorios, confirma que ha habido un aumento de las denuncias de agresiones contra la comunidad rusoparlante en Alemania. En esta coyuntura, la embajada rusa en la República Federal tampoco deja escapar la ocasión para denunciar una oleada de rusofobia.
9 de mayo
Es difícil hacerse una idea de cuál es la posición predominante dentro de esa minoría rusohablante respecto a la guerra en Ucrania. El miedo a expresarse públicamente y a ser calificado de seguidor de Putin juega seguro un papel importante. La visita al Memorial Soviético de Treptow Park en Berlín el 9 de mayo es así una oportunidad de oro: este lugar se convierte en un centro de peregrinación para ciudadanos de raíces soviéticas el día que Rusia celebra la victoria sobre la Alemania nazi. Aquí hay enterrados unos 5.000 soldados soviéticos caídos en la Segunda Guerra Mundial.
La efeméride estuvo este año cargada de tensión. Las autoridades berlinesas tomaron una medida salomónica para evitar enfrentamientos entre nacionalistas rusos y ucranianos: prohibir cualquier tipo de símbolo nacional de ambos países, así como de la desaparecida URSS. Igor, Artur y Alex sacan, sin embargo, una bandera de la Federación Rusa ante el imponente monumento que representa un liberador soldado soviético con una esvástica destruida a sus pies y una niña en sus brazos.
Este grupo de rusos de origen kazajo vienen cada año a celebrar el 9 de mayo, que esta vez tiene especial importancia: están cansados de que criminalicen a su país de origen, aseguran. "Si la prensa de aquí dice la verdad, ¿por qué prohíben los medios rusos?", pregunta Alex en referencia al bloqueo de RT y Sputnik en la Unión Europea. "La guerra no es en absoluto contra el pueblo de Ucrania, es contra el fascismo. Y eso es la mitad de Ucrania”, asegura Igor. Todos escucharon el discurso del presidente Vladimir Putin antes de venir al monumento. Todos lo apoyan. Putin sólo quiere la paz, dicen", añade en declaraciones a EL PERIÓDICO.
Noticias relacionadas"Vivo en Alemania. Soy un alemán de Rusia retornado. Pero, en realidad, somos los hijos de la Unión Soviética y eso es sagrado", dice Vladimir, enfundado en una camiseta con las iniciales en cirílico de la URSS. "No me gusta nada lo que está pasando, ese acoso a Rusia, el odio que hay contra Rusia. Yo soy soviético, comunista, y no me gusta que los tiempos soviéticos sean ahora ensuciados, escupidos, igual en donde sea".
Ludmila sostiene una foto de su padre Andrei, héroe militar soviético que defendió Stalingrado y Moscú. Está aquí hoy con su hija Svetlana para honrar la memoria de los que cayeron haciendo lo mismo que él. Originarias de Moldavia, niegan sufrir rusofobia en Alemania, rechazan la guerra en Ucrania y aseguran ayudar a refugiados ucranianos. Ludmila se agarra a lo divino para espantar los fantasmas de una Tercera Guerra Mundial: "Espero que Dios devuelva la razón a los presidentes de ambos países y que la guerra entre Ucrania y Rusia acabe pronto".
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