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La posibilidad de que Putin aproveche las celebraciones del 9 de mayo para declarar la movilización general, teoría a la que se abonan dirigentes occidentales, es desdeñada desde Moscú

A T-34 Soviet-era tank and Typhoon all-terrain armoured vehicles drive in Red Square during a rehearsal for a military parade marking the anniversary of the victory over Nazi Germany in World War Two in central Moscow, Russia May 7, 2022. REUTERS/Maxim Shemetov

A T-34 Soviet-era tank and Typhoon all-terrain armoured vehicles drive in Red Square during a rehearsal for a military parade marking the anniversary of the victory over Nazi Germany in World War Two in central Moscow, Russia May 7, 2022. REUTERS/Maxim Shemetov / REUTERS/Maxim Shemetov

Marc Marginedas

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La ciudad portuaria de Mariúpol, con el 90% de su casco urbano destruido debido a los más de dos meses de asedio militar a manos de las tropas rusas, será, sin ningún lugar a dudas, el principal foco de atención este año en las celebraciones del 9 de mayo, día en el que Rusia conmemora la victoria sobre la Alemania nazi. Al ser esa localidad el único logro palpable de la autodenominada operación especial en Ucrania, hasta ese mismo lugar se ha desplazado, durante la semana pasada, Serguéi Kiriyenko, un consejero próximo al presidente Vladímir Putin. Allí, con el estruendo de los combates en la cercana planta Azovstal como ruido de fondo, el aliado del presidente ruso inauguró un monumento a 'babushka Anya', una pensionista de una pedanía de Járkov que en un día de abril, según consta en una filmación autentificada, salió al encuentro de soldados ucranianos con una bandera soviética creyendo que eran las tropas de Putin.

'Babushka Anya', también conocida como 'babushka Z' --la Z es la letra distintiva de los blindados rusos que se han adentrado en Ucrania-- se ha convertido en todo un símbolo para el Kremlin. Demuestra que aún hay ucranianos nostálgicos del pasado soviético que ansían la reunificación de ambos países, y encaja perfectamente en la narrativa de regreso al pasado, a la grandeza de un país que durante décadas disputó la hegemonía mundial a EEUU. Todos estos esfuerzos propagandísticos, sin embargo, no logran ocultar una amarga realidad difícil de digerir en Moscú: la guerra no está yendo por los derroteros que previeron las mentes que la planearon. Y hasta es posible que durante la jornada festiva sea anunciado un golpe de timón por el presidente ruso, incluyendo la posibilidad de admitir, de una vez por todas, que, más que una "operación especial", el país se enfrenta ante una guerra que requiere medidas excepcionales.

A esta teoría se han abonado tanto dirigentes occidentales como destacados medios de comunicación, citando a expertos. Ben Wallace, número dos del Ministerio de Defensa británico, ha asegurado que no le sorprendería si Putin aprovecha la militarista efemérides para declarar que el país se halla en guerra "con todos los nazis del mundo", lo que incluiría declarar la movilización general y proclamar incluso la ley marcial, posibilidades todas ellas desmentidas categóricamente por el portavoz presidencial, Dmitri Peskov. "Son tonterías", reaccionó, airado, este viernes.

"La realidad no importa"

Yevhén Fedchenko, director de la web Stop Fake, que denuncia constantemente las maniobras de desinformación rusas, pone en duda que el líder del Kremlin acabe adoptando medidas tan drásticas. "Con la situación actual, Putin no arriesga nada; en Rusia, la realidad no importa, importa lo que diga la televisión, y ésta no cesa de repetir que la operación va bien, que se están consiguiendo los objetivos previstos; así las cosas, todo el mundo está feliz, en especial la ciudadanía, que sigue viendo la guerra como algo lejano, como en Siria", valora para EL PERIÓDICO.

En opinión de este experto en propaganda y campañas de noticias falsas, el máximo mandatario ruso se halla en una situación relativamente cómoda, una realidad que cambiaría radicalmente en el caso de ordenar la movilización general. "Ello significaría involucrar a la sociedad en el conflicto, hacerla partícipe, lo que daría alas a los opositores, quienes durante las primeras semanas se manifestaron pero de los que no se oye nada últimamente", previene.

Al margen de lo que pueda decir o no el líder del Kremlin en su tradicional discurso antes de la parada militar en Moscú, las expectativas se centran en las posibles novedades que puedan presentar los fastos respecto a años anteriores en esta ocasión tan señalada. En especial, cómo estos resolverán la cuadratura del círculo que supone para un país militarizado y con aspiraciones de superpotencia celebrar una victoria pasada, acaecida hace ocho décadas, cuando en realidad está enzarzado en otra guerra en la que, por el momento, no parece ir ganando. Y en este ámbito, la suerte tampoco parece estar del lado del Kremlin, porque algunas de las opciones de propaganda que se han barajado han tenido que desestimarse debido precisamente a la espiral de violencia del conflicto.

Zonas ocupadas

La principal de ellas, la posibilidad de llevar a cabo un desfile militar en la martirizada Mariúpol, ha tenido que ser descartada ante los combates que aún se registran en la localidad, según ha admitido el propio Peskov. "Llegará un día en que habrá una gran celebración allí", ha prometido, firme, la misma fuente. Tampoco es plausible organizar en las zonas recién conquistadas por el Kremlin el denominado 'Regimiento Inmortal', las marchas de ciudadanos, supuestamente voluntarias, que portan retratos de sus antepasados fallecidos durante la Segunda Guerra Mundial.

Y es que en lugares como Jersón, desde hace semanas bajo control ruso, las manifestaciones contrarias a la ocupación se suceden, y Moscú está teniendo grandes dificultades para establecer allí una administración con un mínimo de legitimidad. "Muy poca gente se ha cambiado de bando", explica Fedchenko. "Los rusos --continua el analista-- intentan cortejar a los ciudadanos ucranianos que en el pasado integraron nuestros partidos políticos prorrusos, pero estos tienen miedo a dar el paso, ya que no confían en una ocupación a largo plazo y temen que puedan quedar en entredicho si los rusos acaban retirándose del país" como ya ha tenido lugar en otros muchos lugares de Ucrania.

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