Cumbre de Madrid

España busca involucrar a la OTAN en el "flanco sur", donde Rusia interviene con mercenarios Wagner

El Gobierno quiere pedir en la cumbre de Madrid que la Alianza se involucre en el norte de África y el Sahel

Un soldado francés patroya en el Sahel.

Un soldado francés patroya en el Sahel.

Mario Saavedra

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El gobierno español va a tratar de aprovechar la cumbre de la OTAN de finales de junio en Madrid para que los países aliados incluyan el llamado “flanco sur” en su estrategia de seguridad. Según explican fuentes conocedoras, la intención es que el Concepto Estratégico de Madrid, el documento que saldrá del acuerdo de los socios, incorpore planes para amenazas como el terrorismo o las mafias migratorias presentes en el norte de África (Marruecos o Argelia) y el Sahel (partes de Malí, Senegal, Burkina Faso, Níger, Chad o Sudán, entre otros). Y, todo ello, a pesar de que el grueso de los esfuerzos naturales de la cumbre vayan destinados a preparar a la organización para hacerle frente a la amenaza que supone Rusia para Europa.

Estos son los planes de Moncloa. Sin embargo, expertos en la organización militar ven complicado cualquier cambio sustancial en la estrategia en estos momentos. “Creo que está totalmente fuera de contexto, porque la esencia conceptual de la OTAN es proteger a Europa de Rusia, ahora más que nunca”, opina Nick Witney, investigador senior de ECFR Londres. 

A esa misma idea apunta Intissar Fakir, investigadora del instituto MEI para el norte de África y Sahel de Washington. “No creo que la propuesta vaya a ser muy exitosa, porque la región no forma parte de la zona protegida en el acuerdo del Atlántico Norte, una organización que se creó fundamentalmente para proteger a Europa occidental de los rusos”, dice. En una línea similar se sitúa Félix Arteaga, investigador del Real Instituto Elcano: “No creo que salga nada concreto” en ese aspecto. 

Hay una grieta por la que España puede intentar vender su propuesta. La presencia del grupo paramilitar Wagner, una sangrienta agrupación de mercenarios que, con el apoyo de Rusia, lucha por una de las partes del conflicto en países como Libia o Malí, a cambio de pagos en metálico o materias primas. “Si la OTAN no tiene presencia allí, los rusos ocuparán ese vacío”, explica Witney, diplomático que dirigió la política hacia la OTAN en el departamento de seguridad del Ministerio de Defensa británico. Él comprende que para España o Grecia, por la crisis migratoria, la implicación de la organización es necesaria, pero no cree que, en el contexto actual, sea sencillo convencer al resto de los países de la Alianza. 

Los problemas en la zona son sustanciales: guerras civiles, terrorismo yihadista, golpes de Estado, migraciones forzosas… La analista estadounidense Fakir reconoce que la OTAN debería tener en cuenta una estrategia global para la región, pero duda de que tenga los recursos para hacerle frente. Se necesitan actuaciones militares, sí, pero también políticas, económicas y sociales. Y eso le queda muy lejos a la Alianza Atlántica, una organización de defensa, misiles, inteligencia, satélites, soldados…

La Wagner rusa

El grupo Wagner es una unidad paramilitar de soldados de fortuna coordinada con el Kremlin. Ha actuado en la guerra del Donbás de 2014 en Ucrania, pero también, y de forma extremadamente violenta, en el conflicto de Sudán, en la segunda guerra civil centroafricana, en la guerra civil siria, en la guerra civil libia o en Malí, donde apoyan al gobierno golpista contra los yihadistas.

La clave es que muchos países tienen reguladas a estas compañías militares de seguridad (PMC, en sus siglas en inglés) y los limitan de alguna manera. Rusia no. La violencia extrema con la que se han empleado en las batallas lo demuestra. “Es un grupo paramilitar sin ninguna restricción y control, bajo mando ruso, que actúa a petición de las partes. En Malí están realizando tareas de seguridad en la junta golpista, y se lo cobran en contratos de extracción de minerales”, explica Arteaga. “Viven sobre el terreno. No respetan el derecho internacional o los derechos humanos, ni tienen interés en ganarse la confianza de la población”.

En Malí primero lo intentó Europa. Lanzó la misión de Takuba, un grupo militar puesto bajo mando francés para asesorar, asistir y acompañar a las Fuerzas Armadas de Malí en su lucha. Pretendía asegurar el Liptako (región caliente de las fronteras de Burkina Faso, Níger y Malí). 

El pasado febrero, Francia anunció la salida de sus tropas y las de sus aliados europeos del país. Tras dos golpes de Estado, el Gobierno ya no era un aliado. No existen las condiciones para continuar las operaciones contra el terrorismo del autodenominado Estado Islámico en el Gran Sáhara, vinculado a Al Qaeda, y el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes. 

“Los Wagner nos han desalojado. Al contar con la confianza de la junta militar, los países europeos han tenido que ir cerrando las operaciones. La UE parecía que era el remedio, pero no ha salido bien”, dice el experto del Real Instituto Elcano. “Y la OTAN no va a entrar. Seguirán interviniendo, por ejemplo lanzando ataques antiterroristas con drones desde Níger, Francia y EE UU”. 

En Libia, los Wagner apoyan militarmente al general Jalifa Haftar, que controla el este del país, en el que Moscú trata de aumentar su su influencia. Tienen buena capacidad operativa para este tipo de operaciones, y disponen de todo lo que Rusia les pueda prestar. 

En este sentido, puede que a la OTAN no le preocupe demasiado el norte de África o el Sahel. Pero si Rusia trata de ganar influencia allí, entonces sí que empieza a interesar. Lo que ocurre en el este de Europa tiene un reflejo al sur de Europa. 

Una reclamación histórica

“El Consejo Atlántico reconoció en junio de 2021 que el deterioro de la seguridad en el Sahel afectaba a la seguridad de la OTAN y se propuso estrechar sus relaciones con los actores regionales”, explican Luis Simón y el propio Félix Arteaga en un artículo en el Real Instituto Elcano. “Pero además de progresar en la seguridad cooperativa, a España le interesa que la OTAN defina cómo va a contribuir a la estabilidad regional, y también a abordar el papel que Rusia y China pueden jugar en la zona”.

El origen de la insistencia española en involucrar a la OTAN en el “flanco sur” proviene de la cumbre de gales de 2014, en la que el entonces ministro de Defensa, Pedro Morenés, y el presidente Mariano Rajoy solicitaron que se tuvieran en cuenta los retos de la zona para la seguridad de los países miembro. La Organización hizo entonces un “Plan de preparación para la acción (readiness action plan)”, como primera respuesta. 

Desde entonces, los ministros posteriores han mantenido la estrategia de presión. “Es una batalla que hemos librado solos, con Portugal coincidiendo y, periódicamente, con Italia. Pero nunca con Francia, que es el principal obstáculo a que la OTAN tenga un papel relevante en el norte de África, porque no quieren que entre en ‘su’ espacio”, concluye Arteaga. 

En otras cumbres, como la de Varsovia de 2019 o la de Bruselas de 2018 se aprobaron programas marco y paquetes para proyectar la estabilidad en el sur mediante asociaciones con países y el desarrollo de capacidades. Hay algo de colaboración con países como Mauritania o Túnez, ejercicios conjuntos ocasionales y planes de contingencia por si algún día tienen que activarse. La OTAN ha creado, en Nápoles, un centro de inteligencia para saber qué está ocurriendo en el Sahel. 

La inmigración como arma política

En la guerra en Ucrania, la OTAN ve un riesgo claro. Los tanques y los bombardeos se ven. Pero, en el Sahel, el problema es más sutil: es de terrorismo, insurgencia, pero también mafias de inmigración, o el uso de las migraciones como arma política.

“Se puede amenazar la seguridad de un país poniendo a 15.000 soldados en sus fronteras, pero también con 15.000 inmigrantes irregulares, como hemos visto con Bielorrusia y Polonia”, dijo el pasado 22 de abril el ministro de Exteriores José Manuel Albares. “La OTAN debe estar preparada para todo eso”. 

El problema no es solo de voluntad, sino de capacidad. La OTAN tiene en su inventario medidas eminentemente militares y eso limita mucho la capacidad de actuación.

Pero es que, además, no es bienvenida en la zona. Países como Argelia, una potencia regional y aliada de Rusia, no olvida cómo Occidente intervino en Libia, un país ahora roto en dos tras el derrocamiento y asesinato de Muamar el Gadafi. 

Hay actores y organizaciones regionales que llenan el vacío, desde el llamado G-5 del Sahel (Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger) hasta la Unión Africana, que tiene misiones de paz. 

La redacción del Concepto Estratégico está en marcha en estos momentos, a ocho semanas de la cumbre de Madrid, informan fuentes diplomáticas. Está por ver si los contactos que se están llevando a cabo conseguirán convencer a la OTAN de que se involucre en el “flanco sur” de Europa. 

Ceuta, Melilla y la OTAN

Vox y el PP han pedido que España exija a la OTAN que se incluyan los territorios de Ceuta y Melilla como protegidos por la Alianza. Ahora no lo son, porque durante la constitución de la Alianza se quedaron fuera. No así las Islas Canarias o los territorios franceses de ultramar. 

La vicesecretaria adjunta de Diplomacia Pública de la OTAN, Carmen Romero, ha pedido poner fin al debate sobre la protección de Ceuta y Melilla por parte de la Alianza Atlántica. Explica que la defensa colectiva depende siempre de una "decisión política" de los aliados, independientemente del marco geográfico que apunta su Tratado.

En esa misma idea incide Félix Arteaga. Cualquier problema de seguridad en las ciudades autónomas españolas puede quedar dentro o fuera de la protección del artículo 5 de la organización (el que dice que un ataque a un país de la OTAN se considera un ataque al resto) en función de la decisión política de sus miembros. Los países deben decidir si consideran cada caso concreto una agresión suficiente para intervenir. 

La clave está en determinar si el incidente en cuestión pone en riesgo a la población de cada país asociado a la OTAN. “En este caso España tendría que explicar por qué sería un riesgo y por qué es una amenaza sobre la población. No es lo mismo si entran pacíficamente por la frontera a que entren disparando. Puede pasar de ser un problema bilateral, que te toca arreglar bilateralmente con Marruecos, a uno colectivo. No es una cuestión jurídica, sino política”.

Por eso la OTAN actuó en Afganistán, a pesar de que ese territorio no es de los cubiertos por la Alianza.