La guerra de Ucrania

Celebrar la Pascua a 50 kilómetros del enemigo

La guerra de Rusia y Ucrania, en directo

Zaporiyia, ciudad meridional cercana a las tropas de Moscú, vive la celebración ortodoxa, una fiesta que comparten rusos y ucranianos, bajo el temor a nuevos ataques

Fieles en fila para entrar en la iglesia de Svyato-Pokrovsʹkyy, en Zaporiyia, para acudir a la celebración de la Pascua ortodoxa.

Fieles en fila para entrar en la iglesia de Svyato-Pokrovsʹkyy, en Zaporiyia, para acudir a la celebración de la Pascua ortodoxa. / IRENE SAVIO

Irene Savio

Irene Savio

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"Aquí sus documentos. Cuídense mucho". Son las diez de la mañana y el soldado de uno de los checkpoint de acceso a Zaporiyia saluda así al grupo de extranjeros que, en el día de la Pascua ortodoxa, han decidido atravesar la semivacía autopista que conecta el centro de Ucrania con esta estratégica ciudad industrial del sur del país. Allí por donde hoy pasan casi exclusivamente vehículos de combate, blindados, camiones de ayuda humanitaria, y unos pocos, poquísimos, automóviles de privados. "Saben, estamos esperando a que caigan algunos misiles", cuenta el militar, levantando la mirada hacia el cielo.

Un poco más adelante, Denys, un ucraniano que trabaja como voluntario y acaba de ser multado por exceso de velocidad en una escena surrealista, avanza con su todoterreno por la avenida Sobornyi, que cruza esbelta toda esta ciudad, una importante urbe en la que antes vivían unas 700.000 almas. El cooperante esquiva las barricadas en las que los controles son más expeditos y se enfila rápido entre los automóviles, que son menos de los que solían ser pues en la ciudad muchas tiendas están cerradas y miles de habitantes se han ido después de que las tropas rusas avanzaran -desde el inicio de la invasión- unos 150 kilómetros en dirección de Zaporiyia, siendo frenados desde hace varios días a 50 kilómetros de distancia.

Pero esto, delante de la iglesia ortodoxa de Svyato-Pokrovsʹkyy del barrio de Gortop, no parece preocupar a Svitlana quien, como decenas de otros fieles, ha ido a la ceremonia pascual. "Sí, tengo miedo, pero me quedaré en mi ciudad", afirma esta maestra de cuarenta y tantos años, mientras al lado vigilan un sacerdote y agentes de diversos cuerpos de las fuerzas ucranianas, algunos armados con metralletas. "Pase lo que pase, muchos no se quieren ir y no se irán porque no tienen adónde ir y, con la caída de la Unión Soviética y el pase al sistema de la propiedad privada, se han apegado mucho a sus casas", dice Denis, al indicar desde lejos la larga hilera de fieles que hacen cola para entrar en la iglesia.

Miedo a las bombas

En otro barrio de estilo soviético, lo mismo dice Tetiana, una anciana de 60 años que hace días se asustó por el ruido de una bomba que se oyó cerca. Vive con su nieto, Yaroslav, que de profesión es informático y se define a sí mismo como "una persona sencilla" que resiste como puede. "En nuestro caso, no hemos ido a la iglesia por miedo a que bombardeen. Todavía sigo pensando por qué nos hacen esto. Quiero que el mundo lo sepa", afirma.

Han sido las declaraciones de Moscú las que le han alarmado, después de que un alto mando militar dijese esta semana que sus fuerzas no se limitarían solo a una guerra en el este, si no que estarían planeando avanzar hacia la zona separatista prorrusa de Transnistria, en Moldavia. Eso ha puesto en la mira a todo el sur de Ucrania, incluyendo Zaporiyia, a pocos kilómetros de la cual las fuerzas ucranianas dicen haber detectado en las últimas horas movimientos del unidades tácticas del Ejército ruso. La ciudad de Odesa ha sido la primera víctima. El sábado, un ataque con misiles mató al menos ocho personas, entre ellos un bebé de pocos meses.

Un ataque, este, que los ucranianos han imputado a los rusos y que ha conmocionado profundamente a un país sin esperanzas de una paz cercana. "Han lanzado siete misiles en un día festivo, son unos bastardos", llegó a decir el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. La desesperación también ha llegado a Zaporiyia, donde Yaroslav, el joven informático, se levanta las manos hasta la cabeza y pregunta sin esperar respuesta. "¿Hasta cuándo durará?". 

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