Análisis

Europa contra los ultras: nudos y grietas en el cordón sanitario

En directo, las últimas noticias de las elecciones de Francia 2022

Los expertos ven riesgos y ventajas en el aislamiento de la extrema derecha en la UE, que algunos países aplican y otros no

La adopción de planteamientos radicales por los partidos tradicionales desplaza el eje ideológico a posiciones conservadoras

El candidato de ultraderecha francés Le Pen hace campaña en Soucy

El candidato de ultraderecha francés Le Pen hace campaña en Soucy / SARAH MEYSSONNIER/REUTERS

Daniel G. Sastre

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Un fantasma recorre Europa, y no es el del comunismo, en horas bajas al menos en sus siglas tradicionales, sino el de la ultraderecha. En las últimas décadas el continente ha recordado la sacudida de los fascismos, que lo llevaron el siglo pasado a la guerra más destructiva que ha conocido la humanidad. ¿Qué hacer ante el crecimiento de las opciones políticas emparentadas con las fuerzas que provocaron ese enfrentamiento? No hay una respuesta común a esa pregunta.

Los dos principales países de la Unión Europea, Alemania y Francia, llevan años aplicando un cordón sanitario a las fuerzas de ultraderecha para evitar que alcancen espacios de poder. Es una estrategia ampliamente compartida por el resto de partidos, pero que ha ofrecido resultados desiguales; basta ver que Marine Le Pen, la candidata de la extrema aunque remozada Reagrupación Nacional (antes Frente Nacional), es una de las candidatas a presidir el país en las elecciones de este domingo. Ya llegó a la segunda vuelta en 2017, pero esta vez los sondeos le dan más opciones de éxito. 

“En Alemania sí se puede ver que el crecimiento de la AfD [Alternativa para Alemania] ha descendido por ese cordón”, señala Camino Mortera, jefa de la oficina en Bruselas del ‘think tank’ Centre for European Reform y miembro del consejo científico del Real Instituto Elcano. Sin embargo, tanto ella como otros expertos apuntan que esa forma de afrontar el auge de los partidos en la margen derecha del sistema implica riesgos.

A falta de una política común, Alemania y Francia aislan a los ultras y en Italia y Austia ocupan carteras importantes

“Aislar a la extrema derecha tiene el beneficio de que no llega a las instituciones, pero también costes importantes”, dice el historiador Xavier Casals, especialista en movimientos ultras y en nuevos populismos. Entre las ventajas, Casals alude al caso alemán, en el que “si eres conservador tienes incentivos para votar a la CDU, porque la AfD no es una opción de gobierno”. “Si los votantes saben que la única alternativa eres tú, es una ventaja muy nítida. En eso el PP tiene un problema no resuelto con Vox”, advierte el historiador.

¿Única oposición?

Entre los inconvenientes de los cordones sanitarios, Casals cita que los partidos tradicionales encuentran dificultades en confrontar sus proyectos en las campañas electorales, porque después de las elecciones pueden tener que ponerse de acuerdo para gobernar juntos; que la extrema derecha pueden argumentar que esos cordones les dan la razón en cuanto a que son un partido diferente a los del sistema; que esas fuerzas pueden quedar como única oposición, y disfrutar de los privilegios que las democracias otorgan a los partidos que son alternativa al poder; y, sobre todo, que el aislamiento de las formaciones de extrema derecha no evita que sigan creciendo.

«En Alemania, AfD no es alternativa; el PPtiene un problema no resuelto con Vox», sostiene Xavier Casals 

Al margen de Alemania y Francia, en otros países no se ha aplicado ningún cordón sanitario a las fuerzas de extrema derecha. En Italia, la Liga ha tenido y sigue teniendo ministros en el Gobierno de Roma; en Austria, el Partido de la Libertad (FPO), tercera fuerza en las elecciones de 2017 y de 2019, ha ocupado carteras tan importantes como Interior, Exteriores o Defensa.

Para Ruth Ferrero, profesora de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid, no hay una respuesta a escala europea a la pregunta de si los cordones sanitarios son útiles. “Depende del país y de cómo funcione su sistema político y electoral”, afirma. Lo que sí tiene claro es que una de las consecuencias del crecimiento de las opciones extremistas es que “el eje ideológico se ha desplazado a la derecha de manera clara, y de hecho en las últimas contiendas presidenciales han llegado a la segunda vuelta dos partidos de derechas”. Tanto en 2017 como este año, los candidatos a presidir Francia son Emmanuel Macron y Marine Le Pen, de partidos conservadores.

“Se vio en el debate entre Macron y Le Pen el otro día: hubo muy pocas discrepancias en inmigración o en políticas de seguridad. Eso es lo más peligroso, el auge de los marcos y las políticas públicas de la extrema derecha”, sostiene Ferrero. Se trata de una situación que se ha dado en los últimos años por ejemplo en Dinamarca: los partidos tradicionales han conseguido frenar el ascenso de los ultras a costa de adoptar su discurso, sobre todo en las cuestiones migratorias.

La factura de la asimilación

En este punto, tanto Mortera como Casals coinciden en recordar la frase que repetía Jean-Marie Le Pen, el padre de Marine, cuando le preguntaban si le preocupaba que otros partidos asumieran sus postulados: “La gente prefiere el original a la copia”. “Estas cosas acaban pasando factura. Obviamente es una forma de evitar que los extremistas lleguen al poder, pero al precio de convertirse en ellos, y no me parece una fórmula efectiva en sociedades que deberían aspirar a gobiernos moderados y abiertos”, añade Mortera, que subraya que su análisis sirve tanto para Le Pen como para el candidato de la extrema izquierda Jean-Luc Mélenchon.

Jean-Marie Le Pen advertía a los partidos tradicionales de que la gente prefiere el original a la copia

Todos coinciden también en subrayar que el contexto en el que se producen estos crecimientos es el fin del bipartidismo. “En Francia se han hundido socialistas y gaullistas. En España, la tendencia también es hacia fenómenos nuevos”, subraya Casals. “Las coaliciones con extraños compañeros de cama pasan factura”, sostiene Mortera acerca de la ‘grosse koalition’ que se dio en Alemania entre socialdemócratas y democristianos, o del actual pacto entre socialistas, liberales y verdes. Lo único que parece claro es que, al menos en política, el tiempo de los matrimonios convencionales y con pocas sorpresas ha terminado.

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