Tensión en Europa del este

Expulsado de Rusia un sacerdote católico mexicano

La guerra de Rusia y Ucrania, en directo

Las autoridades rusas no han ofrecido ninguna justificación por la decisión

El sacerdote mexicano Fernando Vera.

El sacerdote mexicano Fernando Vera. / EL PERIÓDICO

Marc Marginedas

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Dicen sus allegados que solo desea regresar a su parroquia y seguir realizando su "labor pastoral". Las autoridades rusas han revocado el permiso de residencia del padre Fernando Vera, un sacerdote católico de México al frente de la parroquia de san Pedro y san Pablo en Moscú, sin dar explicaciones u ofrecer motivo alguno. El religioso, miembro del Opus Dei, llevaba siete años residiendo en Rusia y ha llegado en las últimas horas a su país natal.

Una carta, fechada el 28 de marzo y remitida por el Ministerio del Interior, informó al padre Fernando de la resolución, dándole un periodo de 15 días para salir del país. Sin embargo, la misiva llegó a las manos del afectado recientemente, lo que le obligó a hacer las maletas y a dejar Rusia a toda prisa. Todo ello contradice las primeras versiones difundidas de lo sucedido, que criticaban que el religioso hubiera recibido un plazo de 24 horas, inferior incluso a las 48 horas que suelen recibir los diplomáticos.

"Sin razones"

La archidiócesis de la Madre de Dios en Moscú ha emitido un comunicado confirmando que en la misiva "no se especificaban razones concretas para adoptar semejante decisión" y expresando su "profundo pesar" por la resolución. Dado que la medida puede ser apelada, la institución ha deseado que la situación sea "solucionada de forma satisfactoria" y el religioso pueda continuar su servicio". Según han asegurado durante estos últimos dos días los feligreses, Fernando es una persona "muy prudente", evita los pronunciamientos políticos y es consciente de la gravedad del momento político que vive el país, por lo que muchos de ellos no se explican la decisión.

No es la primera ocasión en que las autoridades de Rusia expulsa a sacerdotes católicos. En el año 2002, al poco de llegar Vladímir Putin al poder, un obispo y varios sacerdotes de origen polaco e italiano en diócesis como Rostov tuvieron que hacer las maletas y regresar a sus países en medio de las protestas del Vaticano, que denunciaba una persecución religiosa, y de los sectores liberales del país, que por aquel entonces aún mantenían representación parlamentaria y podían hacer oír su voz. Además, la construcción de una catedral católica en la localidad de Peskov, a unos pocos kilómetros de la frontera con Estonia y Letonia, fue congelada. Pese a los numerosos gestos adoptados por los dos últimos papas, Benedicto XVI y Francisco, las relaciones entre ambas iglesias cristianas sigue presentando problemas. Al no ser el catolicismo una de las cuatro religiones tradicionales estipuladas en la Ley de Libertad de Conciencia y Asociaciones Religiosas, su capacidad de hacer proselitismo está muy memada.

Bajo el mandato del actual líder del Kremlin, la Iglesia Ortodoxa Rusa se ha consolidado como la principal fe religiosa del país, mientras que algunas confesiones minoritarias que habían mostrado una gran capacidad de crecimiento, como los Testigos de Jehová, eran ilegalizadas, equiparadas a organizaciones extremistas como Estado Islámico y sus propiedades confiscadas. El patriarca Kirill se ha pronunciado reiteradamente a favor de la guerra, lo que ha motivado que organizaciones como el Consejo Mundial de Iglesias, del que no es miembro la Iglesia católica, se plantee su expulsión del organismo.