Guerra de Ucrania

Retirada de las tropas rusas de Chernígov: "¿Cómo pueden odiarnos tanto para habernos hecho esto?"

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La crónica de Ricardo Mir de Francia del horror en Kiev y Bucha

Los soldados se retiran de las regiones norteñas dejando a su paso localidades severamente castigadas y una población al límite

Dos personas caminan frente a un edificio bombardeado en Chernígov.

Dos personas caminan frente a un edificio bombardeado en Chernígov. / Reuters

Ricardo Mir de Francia

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Desde que comenzó la guerra en Ucrania, Olha Shelest no había derramado una sola lágrima. Ni cuando comenzaron los bombardeos rusos sobre Chernígov poco después del inicio de la invasión, ni cuando volaron el único puente en pie que comunicaba la ciudad con el mundo. No lo hizo cuando una decena de personas fueron asesinadas mientras hacían cola para comprar el pan, ni a medida que descubrió que solo tres de los 36 colegios urbanos han sobrevivido intactos al fuego perverso de las últimas seis semanas. “Ayer salí a caminar y lloré por primera vez”, dice esta mujer de 47 años al otro lado del teléfono. “¡Era tan hermosa esta ciudad! Teníamos iglesias y monumentos históricos, una del siglo XI. Hasta 7.000 turistas nos visitaban cada día en verano. Ahora está casi todo severamente dañado. Lo hemos perdido para siempre”. 

En Chernígov ha llegado el momento de la descompresión. Los que no pudieron escapar de la ciudad, cerca de la mitad de la población, vuelven a pisar la calle sin demasiado miedo a morir. Las tropas rusas se retiraron el lunes de toda esta región del noreste del país hacia sus bases al otro lado de la frontera, dejando aquí también un reguero muerte y destrucción. Tanto en la capital provincial, atacada incesantemente con misiles y artillería y sitiada durante semanas como Mariúpol, como en las aldeas de su periferia, ocupadas hasta hace dos días por los militares del Kremlin. “Aquí no estaban luchando contra un ejército, aquí estaban bombardeando a civiles”, ha dicho el alcalde de Chernígov, Vladyslav Atroshenko. Hasta hace nada el ruso era la lengua mayoritaria en esta ciudad de 300.000 habitantes. Hoy cerca del 70% de los edificios urbanos yacen destruidos o dañados, según las primeras estimaciones. 

Fracaso del ejército ruso

El fracaso del ejército de Vladímir Putin en todo el norte del país es estrepitoso. No ha conseguido tomar Kiev ni Chernígov ni Sumi, de donde comenzó a retirarse también el 4 de abril, según han confirmado las autoridades ucranianas. Ni una sola de las capitales norteñas. Pero en su retirada, con la que busca concentrar sus fuerzas en el este, con el Donbás como objetivo prioritario, sus soldados dejan un paisaje desolador y un sinfín de preguntas entre la población civil, acostumbrada a que sus vecinos rusos coparan los mercados de la ciudad, situada a solo 100 kilómetros de la frontera. “¿Y todo esto por qué? No éramos sus enemigos. No les hicimos nada. ¿Cómo pueden odiarnos tanto para habernos hecho esto?”, se pregunta Shelest con una voz que transmite rabia y tristeza a partes iguales. El colegio que dirige, el Chiernígov Magnet School, es uno de los pocos que ha quedado intacto. 

La ayuda humanitaria ha comenzado a entrar en la ciudad, después de que se haya restablecido el tráfico por la carretera que conduce a Kiev. Y alguna tienda ha reabierto, aunque hay que hacer hasta dos horas de cola, según las fuentes consultadas. También ha vuelto el agua y la electricidad en partes de la ciudad. Pero un sinfín de problemas persisten. Empezando por cómo enterrar a los muertos porque el cementerio está minado, según han informado las autoridades, por lo que se sigue sepultando a los cadáveres en fosas improvisadas hasta que puedan ser debidamente enterrados. 

“Cuando escuché por la radio que los rusos se retiraban, sentí un enorme alivio. Nuestra pesadilla parece haber acabado”, asegura Tymoshchenko Nadiya, de 67 años. Esta pensionista cuenta que se pasó días enteros tratando de conseguir comida y provisiones, aguantando en las colas incluso cuando sonaban las sirenas antiaéreas. “Mucha gente se marchó de la ciudad cuando pudo, arriesgándolo todo porque no había corredores humanitarios. A algunos los mataron los rusos directamente, otros murieron por las minas que habían dejado”. 

Una segunda Bucha

El día más aterrador para ella fue cuando los soldados del Kremlin trataron de entrar en la ciudad. “Empezó a haber escaramuzas en las afueras. Todas las ventanas se reventaron, había disparos por todas partes en los barrios del norte”. Y a medida que muchos lograron huir, ella se fue quedando sola. “La última semana la pasé completamente sola en el sótano. Solo me quedó el perro. Fue aterrador. Le rezaba a Dios para que no bombardearan mi casa”, cuenta en una entrevista a través de WhatsApp. “También tenía mucho miedo por mis parientes en las aldeas, directamente ocupadas por los rusos. Estaban robando en las casas, matando al ganado y llevándose lo que podían”. 

La crueldad de algunas historias que llegan de allí recuerda a la de Bucha, el escenario de la mayor masacre de civiles hasta la fecha de esta guerra. De ahí que la gente de Chernígov sienta ahora una verdadera devoción por sus militares. “Al ver los crímenes en Bucha, la gente de esta ciudad nos arrodillamos ante nuestros soldados porque de no ser por ellos podríamos habernos convertido en una segunda Bucha”, dice Shelest, la directora de colegio. “Esta guerra nos había enseñado que los rusos no son nuestros hermanos, como ellos insisten en decir, pero ahora sabemos que no son ni siquiera humanos”. 

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