Guerra en Europa

La comisaría de la Verneda, única ventanilla para el asilo ucraniano en Catalunya

A la espera de la apertura del centro de la Fira, cada día decenas de personas se amontonan en la comisaría de la Policía Nacional de Barcelona para conseguir permisos de trabajo y residencia

BARCELONA 16/03/2022 SOCIEDAD Llegada de refugiados de la guerra Rusia Ucrania en la Estación de Sants donde los acoge la Cruz Roja Foto ELISENDA PONS

BARCELONA 16/03/2022 SOCIEDAD Llegada de refugiados de la guerra Rusia Ucrania en la Estación de Sants donde los acoge la Cruz Roja Foto ELISENDA PONS / ELISENDA PONS

Elisenda Colell

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Unos ojos azules tan claros como cansados, un gorro azul marino que le protege del frío, una barba blanca rasurada y un andar muy frágil acompañado de un bastón de madera. Viktor Lyaskov es uno de los refugiados ucranianos que, tras huir de la guerra en su país, se amontona frente a la comisaría de La Verneda de la Policía Nacional, en Barcelona. "Venimos con el pasaporte y con mucha angustia, necesitamos saber qué va a pasar aquí con nosotros", implora Mariia Biletska, cuyos padres también aguardan el frío y el viento en plena rambla Guipúzcoa. Los agentes de la policía no dan abasto, al igual que el Consulado de Ucrania, para dar respuesta a todas las peticiones. Una respuesta que, en pocos días, debería de asumir el centro de distribución en la Fira de Montjuïc anunciado el lunes por el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escribá.

"Es que no puedo tenerlo aquí esperando, ves que no puede andar bien", dice Zhana Lyaskova, la hija de Viktor. Su padre tiene 78 años y la guerra les pilló a los dos en Lviv (Ucrania). "Mi madre ya ha fallecido y ni me lo pensé dos segundos. Cogí a mi padre y me lo traje a Barcelona", cuenta Zhana, que lleva más de 20 años residiendo aquí. Ha logrado empadronar a su padre y ya tiene tarjeta sanitaria para él. Pero le falta el trámite más importante, el asilo. Clave para tener atención básica, especialmente la psicológica, y para asegurar que puede residir legalmente en España. Visto el frío, y la cola, decide sentarlo en la terraza más cercana con un croissant y un café con leche. Mientras, la hija aguarda y ayuda a traducir a otros compatriotas, mira de reojo que su padre siga aguardando en la terraza.

En la cola de las instalaciones de la Policía Nacional hay niños, ancianos y madres angustiadas. "Quiero saber qué pasará con nosotros, sobre todo por mi hija, para que pueda ir a la escuela y empezar aquí de nuevo. A casa ya no podemos regresar", señala otra madre, que apenas pronuncia algunas palabras en inglés. Ahora están viviendo en Barcelona, pero hay otra gente en la cola que viene de más lejos. "Venimos desde Mataró y hemos perdido todo el día. No ha servido de nada", dice con los brazos cruzados y el ceño fruncido Antonina, otra refugiada. Ella chapurrea el español, y viene junto a su madre, su mejor amiga y la hija menor de esta.

También aguarda Diana Sychuk, una ucraniana que hace años vino a vivir a Barcelona. "Estas chicas acaban de llegar y me ofrecí a acompañarlas porque solo hablan ucraniano", cuenta. "Está muy bien que pongan hoteles o que los que vivamos aquí les acojamos en nuestras casas, pero es algo temporal y la gente necesita algo más estable", dice la chica, que ha alojado otros dos refugiados en casa. "La gente en Ucrania quizás sea pobre, pero tienen sus propias casas. Y es muy duro llegar y no saber dónde vas a vivir, estar en un hotel en el que no sabes cuánto tiempo vas a estar", prosigue.

La cola de los refugiados es frente a la comisaría. Al llegar, un agente de la Policía Nacional revisa que su pasaporte sea ucraniano y apunta el número de teléfono de los afectados. "Ya os llamaremos cuando tengamos citas", les responde. Dentro, cinco agentes de la Policía hacen malabares para atender las familias que sí consiguen cita. Fuentes policiales afirman que han atendido 300 personas en lo que va de semana, en este espacio improvisado. Les filian, revisan si los hay antecedentes o expedientes de búsqueda y captura, y tramitan los expedientes.

Mensajes de Telegram

La espera de los que se quedan fuera, sin embargo, genera cierta angustia. "¿Y si nos tenemos que cambiar el teléfono? ¿Y si no vemos la llamada?", pregunta una mujer con una niña en brazos. "Esto parece un cásting, es un caos", se queja Diana. Un caos que se inició gestando en los grupos de Telegram y Whatsapp de la comunidad ucraniana, ante la avalancha de preguntas y las nulas respuestas de la administración. "Un señor ha conseguido cita, probad allí", decía un mensaje el lunes por la mañana. Otros optan por acceder a los puntos de atención de las oenegés. El Comité Català d'Ajuda al Refugiat ha registrado las mismas solicitudes en dos semanas que las que tiene todo el año en los puntos de información de Sant Boi de Llobregat, Rubí y Sant Cugat del Vallès. "Estamos planteando abrir otro en Barcelona ante la necesidad", explica Jorge Jarillo, subdirector del CCAR.

Este caos debería terminar pronto. En principio, este mismo viernes, cuando abra el centro de distribución de refugiados en la Fira de Montjuïc. Según anunció el Ministerio de Migraciones, en este centro se expedirá el permiso de protección temporal, que implica un permiso de residencia y trabajo de un año, extensible a tres, y el acceso a plazas y servicio de alojamiento del plan estatal de ayuda al refugiado en caso que fuera necesario. Algo que ya está ocurriendo en el primer centro de distribución abierto en Pozuelo de Alarcón (Madrid), donde ya se están facilitando estos documentos en plazos de 24 horas. Muchas oenegés recuerdan que, a pesar del caos y la tardanza en los refugiados que huyen de la guerra en Ucrania, hay cientos de personas que huyen de otras guerras que, para hacer este mismo trámite, deben esperar entre cuatro y seis meses para ser atendidos.

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