Consecuencias del conflicto bélico

Berlín pide ayuda ante la llegada de 160.000 refugiados

La invasión rusa, en directo

Rusia asegura que está cerca de un acuerdo de seguridad con Ucrania

La capital alemana se declara ya al límite ante las llegadas imparables desde Polonia

Refugiados ucranianos a su llegada a la estación central de Berlín.

Refugiados ucranianos a su llegada a la estación central de Berlín. / Refugiados ucranianos a su llegada a la estación central de Berlín.

Andrés Goldszmidt

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Las calles internas del centro de acogida de Reinickendorf, un barrio residencial de edificios bajos al norte de Berlín, están llenas de recién llegados. Huyeron de Ucrania tras la invasión ordenada por Vladímir Putin. Esta es la primera estación para quienes aún no consiguieron alojamiento en la capital alemana. Aquí los ayudan a buscar un techo, pueden descansar, realizarse pruebas de covid y comenzar su proceso de registro.

En este centro la capacidad de algo más de 1.000 camas se agotó hace días. Todavía permanecen aquí algunos de los civiles afganos evacuados en 2021. Ahora llegan las víctimas de una nueva crisis. El Gobierno de la capital está montando a toda marcha un nuevo centro en las instalaciones del antiguo aeropuerto de Tegel, que podrá alojar a 7.500 personas. Además, las entidades y ciudadanos privados también pueden publicar su disponibilidad de lugar en un portal especial. Sin esa capacidad adicional la situación sería de colapso. Berlín es el principal punto de llegada de quienes ingresan a Alemania provenientes de Ucrania y que el martes ya sumaban 160.000 personas. Esa cifra, además, corresponde solo a quienes se han registrado.

En la estación central de Berlín el movimiento es intenso. El ritmo lo marca la llegada de los trenes repletos. Predominan las mujeres con niños, algunos grupos de jóvenes, muchos traen a sus mascotas. Los voluntarios, con chalecos fluorescentes, están por todos lados. Ayudan con el equipaje, orientan a los recién llegados, hacen de traductores. Quienes ya tienen un destino en Alemania reciben el billete gratuito “Help Ukraine” y continúan el viaje. Son los más afortunados en una situación trágica.

Alex, 16 años, está sentado en un banco con su hermana pequeña y su perro. Su madre fue a comprar hamburguesas. Dice que está agotado pero feliz por haber llegado. Pronto tomarán otro tren a Pforzheim, en Baden-Württemberg, donde los espera una familia amiga. Personal de seguridad y algunos voluntarios interrumpen varias veces la charla con El Periódico. Desconfían de quienes se acercan a los viajeros. “Es posible que criminales quieran aprovecharse de la situación", advierten insistentemente las autoridades en toda la comunicación oficial y recomiendan no aceptar ofertas de alojamiento y otros servicios a cambio de dinero.

Recuerdos de 2015

La crisis de refugiados de 2015 fue un episodio traumático para Alemania. Una parte de la sociedad reaccionó solidariamente, acudió a las estaciones de tren para recibir con aplausos y regalos a los solicitantes de asilo. Pero también hubo actos de violencia xenófoba contra los migrantes y una fuerte oposición a la decisión de Angela Merkel de no haber cerrado las fronteras. Idas y venidas en la gestión del problema y una burocracia totalmente desbordada contribuyeron al descontento, agravando una crisis política que hizo tambalear a la entonces canciller.

¿Aprendió Alemania de esa experiencia? De nuevo las autoridades parecen ir por detrás de los acontecimientos. “Los voluntarios estamos mejor organizados y también lo está la administración pública”, cuenta a El Periódico Holger Michel, fundador de la organización “Freiwillige Helfen” (Voluntarios Ayudan).

“Pero en 2015 llegaban a Berlín como máximo 1.000 personas por día. Ahora son 10.000 por día, a veces más, en un momento nos veremos superados”, continúa y reclama el apoyo del Gobierno federal y de los Estados federados.

 

Capacidades al límite

Con el flujo incesante de personas, la presión sobre las capacidades de la capital alemana va en aumento. La ciudad depende demasiado del trabajo de los voluntarios y de la oferta de alojamiento por parte de entidades privadas. Una situación insostenible en el tiempo si no se acelera la relocalización de los desplazados ucranianos a otras ciudades y regiones del país.

Según la fórmula aplicable para esa distribución, a Berlín le correspondería alojar al 5% de los migrantes registrados. Pero en los últimos días la ciudad “ha hecho tanto esfuerzo como todos los Estados federados juntos”, reclamaba Katia Kipping, la ministra de Derechos Sociales de Berlín. Según Kipping “cada noche y cada día es una carrera para los voluntarios y para los funcionarios de la ciudad. El problema que estamos al comienzo y habrá que prepararse para un maratón”.

Fuera de la estación central, Ira (Irina) sostiene con fuerza la mano de su hijo de 4 años para que no se escape mientras ella termina de escribir un mensaje en su teléfono. También lucha para contener las lágrimas en cada frase de la breve conversación, en inglés, con El Periódico. Viene de Lutzk, la ciudad cercana a la frontera de Polonia, cuyo aeropuerto militar fue bombardeado el viernes pasado. Ira y su hijo se irán a Aquisgrán, a casa de familiares. A la pregunta de cómo se siente y cuáles son sus planes solo consigue responder: “Home, home”. (casa, casa)

Suscríbete para seguir leyendo