Lucha global

El feminismo resiste a la violencia en el mundo

A medida que el feminismo se hace más visible, las mujeres se enfrentan a la persecución por su activismo y a los ataques contra sus cuerpos

El trabajo incansable de los movimientos sociales, con su presencia física en las calles, ha permitido la despenalización del aborto en Colombia y Argentina

Afganistán

Afganistán

Andrea López-Tomàs

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Las mujeres vuelven a las calles. En cada rincón del globo, retoman las plazas. La pandemia confinó sus cuerpos al hogar pero no detuvo el camaleónico movimiento feminista alrededor del planeta. Expertas en reponerse, las mujeres llevan décadas enfrentándose a esas problemáticas que solo les conciernen a ellas por el simple hecho de haber nacido mujer. El aborto, los feminicidios o la mutilación genital femenina son algunas de las luchas que siguen colmando las avenidas en todos los continentes. A medida que se hacen más visibles, las activistas que las defienden sufren la persecución y la violencia. Otras, víctimas del racismo, quedan apartadas del foco e, incluso, padecen el abandono de sus compañeras.

Pero todas ellas siguen batallando para tomar el espacio público y hacerse oír. Así, buscan lograr el cambio sin depender de nadie más que ellas mismas. Y es que el reloj corre y el año 2030 cada vez está más cerca. Entre sus Objetivos de Desarrollo Sostenible, la ONU se propuso en quinto lugar “lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas” para entonces. “No lo vamos a alcanzar”, reconoce Eugenia d’Angelo, directora de MundoSur. Pero eso a ellas no las detiene. Unidas en sus mareas, se apresuran en resistir a la violencia y construir de la mano. 

Defensoras de los derechos de las mujeres

Medio año después del retorno de los talibanes en Afganistán, una decena de mujeres afganas sigue manifestándose en defensa de sus derechos. Con los rostros al descubierto, muestran papeles con los lemas que llevan por bandera. El temor por su propia vida es menor que su causa. Como ellas, centenares de mujeres en todo el mundo han hecho de su activismo feminista su destino, y les ha conllevado peligrosas consecuencias. “Los ataques sobre estas activistas muestran el miedo que sus movimientos generan, sus atacantes los ven poderosos”, explica Erin Kilbride, de Front Line Defenders.

Como cualquier activista, las mujeres sufren la persecución y la violencia. Pero, a diferencia de los hombres, son objetivo de ataques a su intimidad y su reputación ante el “aumento de las campañas de desprestigio sexualizadas que pueden tener un impacto irreparable en sus vidas”. “Los actores anti-derechos hacen uso del concepto expresamente vago de ‘ideología de género’ para deslegitimar estas causas”, denuncia Kilbride. Además, la pandemia también ha dificultado el pleno desarrollo de sus actividades. Aún así, los últimos años han sido testigos de grandes victorias fruto del trabajo incansable de las feministas.

Aborto seguro, legal y gratuito

“¡Es legal! ¡Es legal!”. El pasado 22 de febrero las calles colombianas teñidas de verde estallaron en una fiesta que aún dura. Otra Marea Verde que, como la argentina, logró la despenalización del aborto. “Es el claro ejemplo de cómo los movimientos sociales son capaces de poner en agenda temas que hace dos o tres años hubieran sido impensables”, celebra D’Angelo. Mientras el optimismo empapa a América Latina, las mujeres de otros países como Estados Unidos o Polonia batallan contra el surgimiento de nuevas leyes restrictivas con la interrupción voluntaria del embarazo. 

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en todo el mundo, el 40% de las mujeres en edad de procrear viven en países con leyes sobre el aborto muy restrictivas o donde, aunque sea legal, no se dispone de servicios de aborto o son inaccesibles. Sigue habiendo mujeres entre rejas por abortos espontáneos en Centroamérica. En regiones enteras como África u Oriente Próximo, ni existe el debate para su despenalización. En todo el mundo, las feministas se mantienen vigilantes. “Creo que esta Marea Verde no tiene fin y es mi deseo que colme el resto de América Latina, pero, al margen que tengamos la ley, existen muchos frenos en la realidad”, subraya D’Angelo. 

Nacer niña

Llegar a este mundo como mujer es la primera condena. Desde la cuna, las niñas sufren multitud de violencias que las marcan. Unos 200 millones de mujeres han sido sometidas a la mutilación genital femenina (MGF), según cifras de UNICEF. La organización 28 Too Many señala que unos tres millones de niñas están en riesgo de sufrirla cada año. Esta práctica, como forma de control patriarcal sobre la sexualidad de las niñas, aún está presente en 30 países, principalmente en África, aunque también en Oriente Próximo o Asia. 

Además, muchas de estas niñas pueden convertirse en esposas a muy temprana edad. Más de 700 millones de mujeres vivas en la actualidad se casaron siendo niñas. El 40% de estas novias se encuentran en el sur de Asia. La mutilación genital femenina o el matrimonio infantil son obstáculos a la escolarización de estas menores. Sin educación, estas niñas se alejan a trompicones de la igualdad, y todo el movimiento feminista se resiente sin ellas. 

Se dice feminicidio

Al menos 155 países tienen leyes que criminalizan la violencia doméstica. Pese a este aumento de legislación contra el feminicidio, aún cuesta que las muertes de mujeres se nombren como tal. O que simplemente se nombren. “Hasta nuestra creación en el 2015, no había ningún tipo de información [en Rusia] sobre violencia doméstica”, explica Sofiya Sidorova, de la organización Nasiliu.net (‘No a la violencia’ en ruso). El gigante euroasiático no cuenta con una ley que proteja a las mujeres de la violencia. “Desde el 2017, las palizas dentro del seno familiar están descriminalizadas”, denuncia Sidorova desde Moscú.

Por su parte, América Latina es la segunda región más peligrosa del mundo donde ser mujer, tras África. “Usamos el término de feminicidio para señalar el elemento de impunidad y desidia por parte del Estado ante las muertes de mujeres por razones de género”, cuenta D’Angelo a El Periódico. Alrededor del mundo, la pandemia ha traído consigo un aumento de la violencia contra las mujeres. “En Rusia, hasta nuestros representantes públicos hablaron del alarmante aumento”, dice Sidorova. El problema, según D’Angelo, reside en las masculinidades. “Mientras mantengamos las políticas públicas centradas en las mujeres seguiremos contando muertas y desaparecidas”, concluye.