Guerra en Ucrania

Fracasada la guerra relámpago, Rusia busca desatar el pánico

Resumen de una semana en guerra

Moscú se prepara para vaciar las ciudades de población antes de tomarlas

Marc Marginedas

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En la guerra de Ucrania, quizás más que en ningún otro conflicto reciente, se ha demostrado que del dicho al hecho hay mucho trecho. Durante semanas y meses, portavoces, ministros y hasta el mismo presidente en Rusia Vladímir Putin han reiterado, una y otra vez, que su país no tenía intención alguna de atacar a Ucrania, y que todas las informaciones de una inminente ofensiva militar eran producto de la propaganda occidental. Ahora, una vez iniciadas las hostilidades, han sido los civiles ucranianos quienes han constatado, con amargura, la brecha que separa los acuerdos, las palabras pronunciadas por Moscú, de la realidad.

Pese a que sobre el papel existe un pacto para implementar un alto el fuego en las ciudades asediadas por las tropas atacantes que permitan la salida de los civiles mediante corredores humanitarios, dichas operaciones en torno al puerto de Mariúpol, ciudad de 450.000 habitantes, y otras localidades han tenido que suspenderse debido a las violaciones de la tregua, según ha certificado el Comité Internacional de la Cruz Roja (CIRC).

Las escenas que se viven "en Mariúpol y otras ciudades son angustiosas", ha denunciado desde Ginebra el CIRC. Un trabajador de la organización Médicos sin Fronteras ha asegurado a la agencia Reuters desde el interior de la ciudad que durante la noche "los bombardeos se hicieron más intensos y próximos". De acuerdo con dicha fuente, la comida y el agua escasea, no hay calefacción, suministro eléctrico o conexión telefónica.

"Continuamos dialogando con las partes acerca del pasaje seguro en las ciudades afectadas por el conflicto", ha continuado. En teoría, según los términos del pacto, las armas deberían haber callado a partir de las 7.00 de la mañana, hora local. Sin embargo, según el alcalde de la ciudad, las operaciones de evacuación han tenido que retrasarse una y otra vez debido a las violaciones de la tregua cometidas por el bando ruso, según acusa el alcalde de esta estratégica localidad. La versión proporcionada por Ministerio de Defensa ruso sostiene que son las bandas de "nacionalistas" las que impiden las operaciones de salida y la circulación de vehículos.

Su conquista por parte de las fuerzas del Kremlin permitiría una vieja aspiración de la que se hablaba de forma recurrente desde hace años: la conexión terrestre de la Crimea anexionada por Moscú en 2014 y las regiones rebeldes de Donetsk y Lugansk. Desde la inauguración del puente que une Crimea con Rusia, el puerto ha sufrido un bloqueo de facto en periodos intermitentes, y los navíos que se dirigían a esta instalación desde el vecino mar Negro sufrían retrasos de semanas enteras esperando poder atravesar la instalación y adentrarse en el mar de Azov.

Evacuación de los civiles

La evacuación de los civiles es un asunto de gran importancia dada la estrategia militar que está siguiendo Moscú en estos primeros compases de una guerra que se prevé de larga duración. Según coinciden los analistas y denuncian los dirigentes políticos ucranianos, tras el fracaso de la guerra relámpago destinada a hacer caer el Gobierno proccidental de Kiev en las primeras horas de invasión, las fuerzas rusas están bombardeando infraestructura civil precisamente para forzar la salida de la población de las grandes metrópolis y facilitar así el avance urbano.

Así parece haber sucedido en la localidad de Járkov, tras el bombardeo de la sede de la Administración Regional en la plaza de la Libertad o en Zaporiyia, más al sur, después de un ataque ruso que provocó un inquietante incendio en la central nuclear más grande de Ucrania y de Europa. "Los objetivos de Rusia son claros: pánico masivo, bajas civiles y daños a la infraestructura", ha denunciado Mijailo Podoliak, consejero del presidente Volodímir Zelenski.

Mientras tanto, en la vecina Rusia, el presidente Vladímir Putin se ha despachado con amenazas y advertencias, a la vez que hacía una valoración positiva del desarrollo de las hostilidades y desmentir que haya tenido que recurrir a reclutas para mantener la intensidad de la ofensiva. Según el líder del Kremlin, las sanciones declaradas contra Rusia, que aislan y abren una brecha entre su país y Occidente, casi equivalen a una "declaración de guerra, aunque Gracias a Dios no se ha llegado a eso", ha apuntado. Eso sí, ha amenazado sin ambages ni pelos en la lengua a todo estado miembro de la OTAN que acuda al llamamiento realizado por el presidente ucraniano Volodímir Zelenski de intentar aplicar una zona de no sobrevuelo en los cielos de Ucrania. "Cualquier movimiento en esa dirección será considerado como una participación en el conflicto armado por parte de ese país", ha dicho en un encuentro en un centro de entrenamiento de personal de Aeroflot, la línea aérea nacional, una de las primeras empresas que sufrirán el impacto de las sanciones.

Pese a las palabras del máximo mandatario ruso, no parece que la sangre acabe llegando al río, ni que por el momento la guerra de Ucrania acabe derivando en un conflicto directo entre la OTAN y Rusia. Los responsables de la Alianza Atlántica, conscientes de la escalada que ello supondría, ya han descartado semejante posibilidad. En una reunión celebrada el viernes, los países aliados llegaron a la conclusión de que dicha modalidad de intervención no haría más que "empeorar" las cosas.

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