Guerra de Ucrania

Miedo y resistencia en Kiev

Toda la información de la guerra de Ucrania, en directo

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Irene Savio

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Miedo y resistencia. Estas dos palabras resumían ayer el sentir en Kiev, una metrópolis reconvertida en una ciudad espectral y que durante todo el día se preparó para ser sometida al ataque del convoy de 64 kilómetros de blindados y artillería pesada del ejército ruso que avanzaba hacia la ciudad.

Sacos de arena, civiles en fuga y carros de combate, formaban parte de un escenario dantesco en el que los habitantes de la capital ucraniana parecían haberse resignado ante el infierno que pudiese venir.

Las esperanzas de una paz para Ucrania se vieron frustradas desde muy temprano en la mañana, cuando llegaron las alertas de las principales Unidades de Crisis europeas, y se filtró que las tropas rusas tenían como primer objetivo seguir intentando destruir las estructuras más estratégicas de Kiev, con el fin de aislarla. El guion se empezó a cumplir en la tarde. Antes del anochecer, dos misiles destruyeron la torre de televisión de Kiev, lo que interrumpió la transmisión de todo canal y mató a cinco personas. No fue lo único llamativo del ataque, si no que el bombardeo se produjera en el barrio de Babi Yar, conocido por las matanzas perpetradas por los nazis en 1941 contra judíos en su campaña contra la Unión Soviética. 

"La historia se repite"

“Al mundo: ¿por qué han dicho “nunca más” por 80 años, si ahora están callados cuando las bombas vuelven a caer en el mismo lugar de Babi Yar. Al menos 5 han muerto. La historia se repite”, escribió el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. El presidente, oculto en una localidad desconocida, hizo estas declaraciones casi al mismo tiempo que se conocía que este miércoles se celebrará otro desesperado intento para negociar la paz con Rusia, y que Zelenski había firmado la solicitud para la entrada de Ucrania en la Unión Europea. 

En la capital, en los pocos supermercados que permanecían abiertos en el centro de la ciudad, las personas en cola ya ni se alcanzaban a contar, amasadas ordenadamente una detrás de otra, a la espera de su turno para hacer acopio de agua, alimentos, medicinas, y todo lo que pudiese ser útil en caso de tener que transcurrir horas, tal vez días, bajo la tierra en los refugios. Kiev se preparaba así para sufrir el mismo destino de Járkov, ciudad que ayer fue nuevamente martirizada por los bombardeos —que afectaron incluso a la sede del gobierno regional— en el centro y en barrios residenciales, y por Kherson, que también fue sacrificada por el ejército de Moscú.

Los puestos de control, esparcidos por todas las vías de acceso a Kiev y hechos con barricadas de cemento y sacos de arena, completaban esta postal de nervios y desazón, que también podía apreciarse en los ojos de los que aún intentaban huir desde la estación de trenes de Kiev. Desde allí, a las siete de la tarde, salió el último tren con los evacuados, en medio de una marabunta de personas que cargaban con lo que no habían podido, o no habían querido, dejar atrás.