Jaque al sistema

Cómo la ultraderecha alimenta las protestas de los antivacunas en Europa

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Un manifestante antivacunas muestra una bandera alemana en la que se puede leer "Stop al régimen de terror" durante una protesta en Berlín, el pasado 26 de enero.

Un manifestante antivacunas muestra una bandera alemana en la que se puede leer "Stop al régimen de terror" durante una protesta en Berlín, el pasado 26 de enero. / JOHN MACDOUGALL

Enric Bonet
Silvia Martinez
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El movimiento antivacunas y en contra de las restricciones por el covid en Europa ha protagonizado fuertes protestas en algunos países, como Alemania o Bélgica, y en su mayor parte está integrado por un conglomerado heterogéneo de grupos negacionistas, conspiratorios y críticos con las medidas para atajar la pandemia por motivos económicos. Unas protestas a las que se ha sumado con fuerza la extrema derecha y que alimenta para fomentar su estrategia de poner en jaque el sistema. Repasamos cómo ha evolucionado el movimiento en diferentes países:

Alemania

Alemania ha sido uno de los países donde el movimiento ha tenido más fuerza. Las protestas contra las políticas sanitarias comenzaron en marzo de 2020, con el primer confinamiento.

A las marchas convocadas por el movimiento Querdenken (Pensamiento Transversal) comenzaron a unirse grupos de ultraderecha, el movimiento Reichsbürger (Ciudadanos del Reich), que niega la existencia de la República Federal Alemana como estado y otros grupos seguidores de teorías conspirativas.

El 1 y el 29 de agosto de 2020 tuvieron lugar en Berlín concentraciones multitudinarias. En la última, un centenar de miembros de Reichsbürger atravesó el vallado de seguridad y corrió en estampida hasta las escalinatas del edificio del Reichstag, donde hizo ondear sus banderas del antiguo imperio alemán. El partido ultra Alternativa para Alemania (AfD) no había llamado a la participación, pero sí lo hicieron varios de sus principales referentes.

Luego las manifestaciones decayeron en convocatoria, muchas fueron prohibidas. Pero la actividad en redes sociales continuó, en particular a la aplicación de mensajería Telegram.

La decisión del nuevo canciller, Olaf Scholz, de impulsar la vacunación obligatoria para trabajadores de hospitales y de residencias geriátricas y más tarde la obligación general de vacunación volvió a encender la protesta.

En las Montagsdemo (manifestaciones de los lunes), participan cada semana decenas de miles de personas en todo el país. Son pequeñas concentraciones en muchas ciudades, principalmente en los estados del este, convocadas a corto plazo a través de Telegram. La mayoría no están autorizadas, según los organizadores solo se trata de "paseos".

La ultraderecha no se retiró del escenario. A comienzos de diciembre un equipo de periodistas de la televisión pública dio a conocer un chat en el que un grupo de antivacunas discutía planes para asesinar a Michael Kretschmer, primer ministro de Sajonia. Pocos días antes la ministra de Sanidad de ese estado fue víctima de un acto de intimidación cuando una treintena de personas se concentró frente a su casa con pancartas y antorchas.

Thomas Haldenwang, presidente de la Oficina para la Protección de la Constitución (BfV), el servicio de inteligencia Interior, dijo al diario 'Frankfurter Allgemeine Zeitung' que ve una nueva escena de "enemigos del Estado" a los que une el "desprecio por el Estado de derecho y sus representantes". Según Haldenwang estos grupos intentan cooptar manifestaciones como los "paseos" de los lunes y cree que podrían estar comenzando a lograrlo.

Un ejemplo es el de Freie Sachsen (Sajones Libres), que gana influencia y visibilidad. El 28 de enero se anunció que el partido fue catalogado como caso sospechoso y será vigilado. El problema no es la crítica al Estado, argumentó en verano Dirk-Martin Christian, jefe del servicio de inteligencia de Sajonia, "sino su denigración y deslegitimación".

TEXTO: Andrés Goldszmidt / Berlín

Manifestación en contra del llamado 'green pass', el pasaporte covid italiano, en Roma el 15 de octubre de 2021.

Manifestación en contra del llamado 'green pass', el pasaporte covid italiano, en Roma el 15 de octubre de 2021. / ANGELO CARCONI / EFE

Italia

Italia fue uno de los primeros países europeos donde movimientos y partidos extraparlamentarios de ultraderecha, como Forza Nuova y Casapound, se sumaron a las campañas de los que se oponen a la vacunación (el llamado movimiento No-Vax) en 2021. Pese a ello, el momento en el que esto se visibilizó de una forma clara fue el pasado 9 de octubre, cuando integrantes de estos grupos intentaron asaltar la sede del Gobierno italiano y, luego, irrumpieron violentamente en el cuartel general del CGIL, el sindicato más importante del país.

No obstante, desde entonces, tanto el movimiento antivacunas como la presencia de la ultraderecha en estos grupos han perdido fuelle en el país. Esto se debe, básicamente, a las iniciativas del Gobierno de Mario Draghi, que comprimió el derecho a organizar protestas públicas y ha limitado -de forma muy estricta- la participación en la vida social de las personas que optan por no vacunarse. Además de ello, mayoritariamente ambos grupos han sido objeto de un rechazo social que también ha sido impulsado por los medios de comunicación italianos.

Forza Nuova, además, acabó en la mira de la policía italiana, la cual efectuó en los últimos meses diversas entradas en sus sedes y arrestó a miembros del grupo por los destrozos provocados al sindicato CGIL.

El fenómeno de los hostiles a la vacuna contra el covid-19, sin embargo, todavía sigue siendo alimentado hoy por el derechista Hermanos de Italia de Giorgia Meloni y por la ultranacionalista Liga de Matteo Salvini, los dos grandes partidos italianos que desde el principio han mantenido una posición ambigua sobre el tema. Reflejo de ello ha sido, hace pocos días, que tanto Meloni como Salvini subrayaran públicamente que no han vacunado a sus hijos.

Aún así, no han estado solos en esta postura. También miembros del Movimiento 5 Estrellas, aunque de manera más discreta, se han mostrado escépticos a la vacunación masiva puesta en marcha por Italia.

TEXTO: Irene Savio / Roma

Francia

La ultraderecha francesa ha apoyado con una calculada equidistancia el heterogéneo movimiento contra las restricciones sanitarias, sobre todo contra el uso omnipresente del certificado covid-19, reconvertido en enero en pasaporte de vacunación. Ni Éric Zemmour ni Marine Le Pen desean que la crisis sanitaria monopolice los debates de las presidenciales. El polemista quiere imponer la teoría xenófoba del "gran reemplazo" en el centro del tablero, mientras que la líder de Reagrupación Nacional (RN) se siente cómoda en las discusiones sobre la inseguridad y el poder adquisitivo. 

Para satisfacer a su variopinto abanico de votantes, resulta habitual escuchar a representantes de RN denunciar la "dictadura sanitaria" o el hecho de que la vacuna no impide la circulación del coronavirus, al mismo tiempo que otros dirigentes ultras, como el alcalde de Béziers, Robert Menard, aboga por su obligatoriedad. Mientras que las principales formaciones de extrema derecha apostaron por la equidistancia ante el malestar por las medidas sanitarias, otros dirigentes menores del mismo espacio sí que intentaron encabezar las protestas contra el 'pass sanitaire' y el 'pass vaccinal'. Es el caso, sobre todo, de Florian Philippot, exnúmero dos del partido de Le Pen (entonces representante de su corriente moderada) y ahora obsesionado con denunciar las restricciones de libertades para frenar el covid-19.

No obstante, las protestas contra el pasaporte sanitario -especialmente intensas durante el pasado verano, cuando llegaron a reunir a medio millón de manifestantes- sorprendieron por la variedad de perfiles. Era habitual ver en ellas a numerosas personas negras o de origen magrebí, mucho menos presentes en las tradicionales manifestaciones sindicales. Más que el eje izquierda-derecha, resulta más útil tener en cuenta las clases sociales para entender este movimiento. Las categorías populares y modestas están sobrerrepresentadas entre el 8% de población adulta no vacunada en Francia, al ser las que más desconfían del Gobierno macronista. 

Después del verano, las protestas contra las restricciones sanitarias perdieron en intensidad, con algún repunte excepcional a principios de enero cuando se debatía el pasaporte de vacunación en la Asamblea Nacional. Ahora la organización de los "convoyes por la libertad" podría representar una nueva fase. Dependerá de si el intento de alterar la circulación este fin de semana en París desemboca en una movilización exitosa. Este incipiente movimiento está compuesto por antivacunas, contrarios al pasaporte de vacunación, opositores a Emmanuel Macron, simpatizantes de Zemmour, pero también de Jean-Luc Mélenchon (izquierda)… Una heterogeneidad ideológica que recuerda a la revuelta de los chalecos amarillos a finales de 2018.

TEXTO: Enric Bonet / París

La policía intenta dispersar a los manifestantes con cañones de agua, durante una manifestación en Bruselas contra las medidas para atajar la pandemia.

La policía intenta dispersar a los manifestantes de Bruselas con cañones de agua. / STEPHANIE LECOCQ / EFE

Bélgica

La última gran manifestación contra las restricciones sanitarias celebrada hace tres semanas en Bruselas terminó en graves altercados y destrozos, la detención de más de 230 personas por atentar contra el orden público y vandalismo y más de una veintena de manifestantes y policías heridos. Detrás de este tipo de marchas por la libertad, que se han venido repitiendo desde el año pasado para denunciar restricciones, se encuentra un variopinto y heterogéneo grupo de organizaciones y reivindicaciones.

Desde movimientos de personas descontentas con la gestión gubernamental de la pandemia y con las medidas sanitarias impuestas, hasta negacionistas y antivacunas, defensores de las teorías de la conspiración, grupos antisistema y anarquistas sin olvidar a la extrema derecha, representada por los grupos flamencos Feniks y Civitas o el valón Nation, que han querido aprovechar la ventana de oportunidad que les ofrecen estas manifestaciones para capitalizar el malestar creciente y diseminar con mayor facilidad su discurso y sus mensajes. "Son pocos, pero su táctica es ponerse por todas partes en la manifestación con carteles para que parezca una organización masiva", sostiene el experto en extrema de derecha, Manu Abramowicz, sobre el movimiento Civitas que estuvo presente en la última manifestación que terminó con la policía defendiéndose con cañones de agua y gas lacrimógeno.

"Cuando vemos que se pasean con protectores bucales, guantes, cascos… sin duda no vienen solo a expresar su cólera sino a buscar batalla", criticaba hace tres semanas el alcalde de Bruselas, Philip Close, sobre los autores de los protagonistas de los disturbios. Las autoridades belgas no quieren que imágenes como las del pasado 23 de enero vuelvan a repetirse. Y mucho menos que el anunciado "convoy por la libertad", inspirado en el movimiento canadiense, paralice la capital comunitaria el próximo lunes 14 de febrero.

Por eso, han optado por curarse en salud y anunciar su prohibición aunque hasta el momento no han recibido ningún solicitud oficial de autorización de manifestación. Aunque no tienen estimaciones sobre el posible número de personas que podrían intentar alcanzar la capital belga, las autoridades del país han anunciado que redoblarán la vigilancia en las redes sociales ante posibles convocatorias y que controlarán autopistas y carreteras para impedir que las protestas alcancen el corazón de Bruselas.

TEXTO: Silvia Martinez / Bruselas

Reino Unido

Las protestas de individuos y pequeños grupúsculos contra las vacunas y las restricciones se están convirtiendo en el Reino Unido en un movimiento violento, mejor organizado, que preocupa los servicios de seguridad británicos. Las fuerzas antiterroristas están vigilando a grupos cada vez más radicales y mejor coordinados, de ideologías híbridas, en los que convergen antivacunas y elementos extremistas, en ocasiones con motivaciones racistas. El movimiento está evolucionando hacia estrategias alarmantes como tácticas y entrenamiento de estilo paramilitar. En los últimos dos años los antivacunas han atacado hospitales, escuelas y centros donde se hacían las pruebas del covid. Aún hoy siguen presentes en plataformas como Instagram, o Facebook con desinformación y teorías conspiratorias que llegan a un millón y medio de personas.

En protestas y manifestaciones se dan cita participantes de ideologías opuestas y una gran variedad de tendencias y credos, incluidos antiguos militantes de la extrema izquierda. Piers Corbyn de 74 años, el hermano del exjefe laborista Jeremy Corbyn, es uno de los líderes del movimiento antivacunas. El rostro de este meteorólogo y astrofísico se ha hecho familiar. Corbyn ha sido detenido en varias ocasiones y recientemente pidió que se prendiera fuego a las oficinas de los diputados que respaldan las restricciones. Está semana un grupo muy agresivo de manifestantes rodeó e insultó a las puertas del Parlamento al actual líder laborista, <strong>Keir Starmer</strong>, que hubo de ser protegido del acoso por la policía.

De acuerdo con los servicios de inteligencia, el movimiento está reclutando en secreto extremistas a través de Telegram, una aplicación de mensajería encriptada con 7.000 suscriptores. Ese es el canal de comunicación del grupo Alpha Men Assemble (AMA) que organiza entrenamiento de tipo militar y ha pedido la colaboración de antiguos miembros del Ejército británico. Otro grupo es Veterans 4 Freedom, de unos 200 miembros, tiene en el punto de mira los centros de vacunación. 

TEXTO: Begoña Arce / Londres

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