Tensión en el este de Europa

El arriesgado viaje diplomático de Macron a Rusia y Ucrania

El presidente francés intenta ganar tiempo y lograr una desescalada en el este de Europa

Su apuesta por mantener unas buenas relaciones con Putin no entusiasma a otros dirigentes europeos

El presidente ruso, Vladimir Putin y su homólogo francés, Emmanuel Macron.

El presidente ruso, Vladimir Putin y su homólogo francés, Emmanuel Macron. / Europa Press

Enric Bonet

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El presidente francés, Emmanuel Macron, se juega su credibilidad internacional con su viaje diplomático a Rusia y Ucrania. El dirigente centrista se reúne este lunes por la tarde con Vladímir Putin en Moscú y el martes lo hará en Kiev con su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski. En plena crisis internacional entre Rusia y Occidente, Macron se enfunda el traje de mediador, lo que puede reforzar su estatura internacional cuando faltan apenas dos meses para las presidenciales francesas. Pero corre un serio riesgo de volver a París con las manos vacías.

Desde la espiral de tensiones en enero y las negociaciones en Ginebra entre Rusia y Estados Unidos, de las que quedaron apartados los dirigentes europeos -un ejemplo paradigmático de la debilidad geopolítica del Viejo Continente-, el presidente francés multiplicó sus esfuerzos en este dosier explosivo, respaldado por la actual presidencia rotatoria de la Unión Europea en manos de su país. Con una reunión en formato Normandía (Francia, Rusia, Ucrania y Alemania) en París y una entrevista telefónica con Putin el 28 de enero, las cancillerías europeas recuperaron de manera incipiente la iniciativa. La operación diplomática de esta semana va en la misma dirección.

El precedente de Sarkozy con Georgia


Esta hiperactividad macronista recuerda el rol de Nicolas Sarkozy en la resolución del conflicto en Georgia en el verano de 2008. Entonces, el dirigente conservador aprovechó la presidencia francesa rotatoria de la UE y la debilidad política de Washington -George Bush se encontraba en el crepúsculo de su mandato, marcado por las turbulencias financieras que propiciaron la caída de Lehman Brothers- para ejercer de conciliador entre Moscú, Tiblisi y las regiones separatistas de Osetia del Sur y Abjasia.  Ahora Macron se aprovecha del desgaste de Joe Biden y su gestión errática de esta crisis y del reciente aterrizaje del nuevo canciller alemán, Olaf Scholz, para ejercer un papel preponderante.

Sin embargo, no está nada claro que el dirigente centrista tenga una influencia tan crucial como la de Sarkozy. "Debemos ser realistas. No obtendremos gestos unilaterales, pero resulta indispensable evitar una degradación de la situación"”, aseguró el presidente francés en una entrevista para Le Journal du Dimanche. De hecho, "hay una frustración en países europeos, incluida Alemania, con la costumbre de Macron de avanzar con determinación y al final de todo no conseguir nada", recordó en declaraciones al New York Times Jeremy Shapiro, un exalto cargo del Departamento de Estado norteamericano.

Uno de los objetivos principales de esta visita es tan sencillo como ganar tiempo. Macron lo necesita para evitar que el dosier ucraniano, junto con sus eventuales consecuencias en el mercado del gas, estalle en plena campaña de las presidenciales. Desde las altas esferas francesas, también quieren darle una mayor relevancia al formato Normandía para desencallar la situación en el este de Ucrania. Otra reunión entre diplomáticos rusos, ucranianos, franceses y alemanes está prevista en febrero en Berlín. Tampoco descartan proponerle a Putin que una hipotética candidatura de Kiev para integrarse en la OTAN quede guardada en un cajón ad calendas graecas, sin que esto suponga un veto oficial, de la misma forma que sucedió con la de Turquía en la UE.

"Los rusos nunca se lo han tomado realmente en serio"


No obstante, la capacidad de Macron para susurrarle al oído a Putin está en entredicho. Desde su llegada al Elíseo en 2017, intentó mejorar sus relaciones personales con el presidente ruso en aras de apaciguar la nueva Guerra Fría entre Rusia y Occidente. En mayo de ese año ya organizó un pomposo encuentro con él en el Palacio de Versalles. Acentuó esta estrategia tras otra reunión entre ambos en el Fuerte de Brégançon en agosto de 2019. Esta apuesta macronista por destensar las relaciones con Rusia se debe, en parte, a la influencia de los exministros Jean-Pierre Chevènement y Hubert Védrine, bañados en el pragmatismo diplomático del gaullo-mitterrandismo. Pero no solo ha servido para irritar a los países del este de la UE, sino que tampoco ha aportado grandes resultados.

Según el periodista de investigación Marc Endeweld, que acaba de publicar L’Emprise, un elogiado libro sobre la posición de Francia en el mundo, "los rusos nunca se han tomado realmente en serio al presidente francés en los últimos cinco años". "Como me explicó un alto cargo de la diplomacia rusa: 'El presidente francés hace unos discursos muy bonitos, pero estos no se ven acompañados por hechos'", añade en un artículo para el diario La Tribune. Con el viaje en Moscú y Kiev, Macron tiene la posibilidad de contradecir esta reputación. Y también reforzar su estatura internacional en plena campaña electoral en su país.