Tensión en Europa del este
La capital de la Ucrania rusófona no cree en una invasión del país vecino

Edificios en la plaza de la Libertad de la ciudad de Kharkov, en Ucrania. /
Si no fuera por las banderas, de Ucrania y la Unión Europea, ondeando a todo trapo en los edificios oficiales que bordean la gigantesca plaza de la Libertad, o la ausencia de la tradicional estatua de Lenin presidiendo el lugar, uno diría que se halla en una de tantas ciudades de tamaño medio de la Federación Rusa. Járkov, a una distancia de la frontera rusa equivalente a la que existe entre Barcelona y Granollers, posee visualmente todas las características que el viajero avezado atribuye a las urbes del país vecino: un centro grandioso y monumental formado por enormes espacios abiertos, y un sinfín de edificios de estilo constructivista levantados el pasado siglo durante el mandato de Stalin. Pero sobre todo, una población que pese a las más de tres décadas transcurridas desde la independencia de Ucrania, continúa privilegiando el idioma ruso en su vida diaria y sus relaciones personales.
Járkov, la segunda urbe en tamaño de Ucrania y capital de la Ucrania rusófona es, según ha advertido el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, uno de los posibles objetivos de una eventual ocupación militar rusa. De acuerdo con el jefe del Estado, el Kremlin podría argumentar fácilmente la incursión de su Ejército bajo el pretexto de que "está protegiendo a la población rusohablante". Sin embargo, ya sea por la dificultad que entrañaría tal operación, ya sea por los vínculos que existen a uno y otro lado de la frontera, sus habitantes se resisten a creer en semejante eventualidad. Todo lo más, algunos piensan que como máximo podría repetirse el escenario vivido en 2014, cuando cabecillas prorrusos locales, azuzados desde el otro lado de la frontera, brevemente se hicieron con el control de algunos edificios oficiales.
"Putin no es tonto"
"Putin no es tan tonto como para ordenar una ocupación; la ciudad está bien defendida y correría mucha sangre", asevera Dima Slikov, de 36 años. Conoce bien Rusia y cree saber de lo que habla. Su hermano reside en Belgorod, justo al otro lado de la frontera, la familia de su madre es rusa y él mismo ha residido en territorio ruso durante dos años. Y pese que hay algunas cosas que le molestan del Gobierno de Kiev, como que se privilegie en las escuelas la enseñanza del ucraniano sobre el ruso, no cambiaría su suerte por nada del mundo.
"Aquello es un estado policial, y aunque nuestra policía tiene también sus problemas, al menos no te molestan", relata. Mantiene el contacto con su hermano en Rusia a través de videollamadas, aunque conocedores ambos de lo encrespados que están los ánimos en ambos países y desempolvando el viejo hábito soviético de evitar las conversaciones comprometidas a través del teléfono, se abstienen de hablar de política.
"Somos hermanos eslavos"
"Creo que no habrá un ataque porque somos hermanos eslavos", augura Tatiana Zaniprovskaya de 45 años. Al igual que Dima, no alberga dudas acerca de cuál es su país, pero tampoco oculta sus quejas. "Todo es muy caro; respeto a mi país pero me agradaría que mi país también quisiera a sus ciudadanos", lamenta. Respecto a la anexión de Crimea y la rebelión del Donbás en 2014, prefiere no explayarse, y lo ventila diciendo que todo es producto de "un gran juego político".
Noticias relacionadasEn cambio, Viacheslav Utieshev, de 85 años, no tiene reparos en detenerse en el tema, y pide a las autoridades de Kiev que, "en lugar de bombardear" las regiones de Donetsk y Lugansk, en manos de las milicias prorrusas, opte por una política de "seducir poco a poco" estos territorios. Nació en Rusia y solo habla la lengua de Dostoyevski, pero lleva más de cinco decenios residiendo en Járkov, por lo cual, además de ruso, se siente ciudadano ucraniano. "Mi hijo habla ucraniano, mi nieto también", recuerda.
No es el único habitante de Járkov que se siente también a caballo entre dos mundos que han decidido hacerse la guerra. "Para los ucranianos, soy un colaboracionista y separatista, mientras que para los rusos, soy como Stepán Bandera", asegura Artiem Teresehnko, en referencia al ultraderechista ucraniano que declaró la independencia del país nada más producirse la invasión alemana de la URSS y acabó colaborando con los nazis. Con su mujer residiendo en la península de Crimea, descarta una ocupación militar, pero sí cree posible un nuevo levantamiento de las fuerzas prorrusas. "En 2014, proclamaron la República Popular de Járkov y lograron controlar parte de la ciudad", recuerda, señalando la sede de la Administración Regional Estatal. "La ciudad es como un barco que oscila entre dos aguas; depende de quien empuje, puede ir a un lado o a otro", concluye.
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