Enfrentamiento armado

Al menos 40 muertos en un motín del Estado Islámico en una cárcel siria

Miembros del grupo yihadista han orquestado un ataque coordinado desde dentro y fuera de la prisión, y varias decenas de militantes del EI han conseguido escapar, según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos

Presos del Estado Islámico en la cárcel de Ghwayran

Presos del Estado Islámico en la cárcel de Ghwayran / FADEL SENNA/EPC

Adrià Rocha Cutiller

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Todo había sido planeado con antelación: simultáneamente, durante la madrugada de este jueves a viernes, dos fuegos se han declarado en la prisión de Geweran, en la provincia de Hasaka, en el norte de Siria, donde las milicias kurdas de siria, las YPG, tienen encarcelados a 3.500 hombres acusados de pertenecer al Estado Islámico (EI).

El primer fuego ha sido en el exterior de la prisión, por la explosión de un coche bomba. El segundo ha sido en el interior: yihadistas han incendiado las habitaciones donde están recluidos quemando sus mantas y plásticos. El caos ha seguido y los yihadistas, ya bien entrada la madrugada, han tomado el control de los arsenales de la cárcel.

“Los miembros del grupo terrorista que han atacado la prisión desde fuera han escapado al barrio cercano y se han escondido en casas de civiles, desde donde nos han disparado. Después, nuestras fuerzas han impuesto un cordón de seguridad en el área”, ha dicho este viernes por la mañana el portavoz del paraguas de milicias que controlan las YPG, Farhad Shami.

Según ha informado el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH), una organización con sede en Londres pero con informantes en el país árabe, 40 personas han muerto en el ataque —20 milicianos de las YPG, 15 miembros del EI y cinco civiles—, pero la cifra podría aumentar por el número de heridos y porque los combates continúan alrededor de la cárcel, aunque la fuga haya sido detenida. 

El OSDH asegura, además, que varias decenas de yihadistas habrían podido escaparse de la cárcel, aunque las YPG lo niegan.

El mayor desde 2019

Este ataque coordinado ha sido la mayor acción del Estado Islámico en Irak y Siria desde que el grupo perdió todo su territorio a principios de 2019. Desde entonces, el grupo ha estado operando en el desierto entre los dos países, y nutriendo sus células durmientes que, esporádicamente, han realizado ataques y extorsiones a los locales, aunque siempre a pequeña escala y nunca con tanta ambición como en el suceso de este viernes.

Pocas horas después del ataque a la prisión de Geweran, el EI ha realizado otra acción, aunque esta vez en Irak, contra una base militar iraquí en la provincia de Diyala, cerca de Bagdad. En este ataque han muerto 11 soldados regulares del Ejército iraquí.

“El Estado Islámico está intentando imponer su control de nuevo en el área para revivir su organización”, ha dicho una fuente de las YPG a la agencia de noticias Reuters. De hecho, durante los últimos meses, ante la grave crisis económica que vive Siria, el EI ha lanzado una campaña de reclutamiento de milicianos ofreciendo altos salarios que pagan, y eso es lo más importante, en dólares.

Y mientras tanto, las cárceles del norte de Siria —como la de Geweran— siguen repletas de antiguos miembros del grupo yihadista esperando a salir. La prisión más famosa entre ellas es la del campo de Al Hol, donde viven hacinadas 60.000 personas, entre mujeres del grupo —extranjeras y locales— y sus hijos. El campo está custodiado por pocos cientos de guardas de las YPG pero en su interior, quien manda, es el Estado Islámico.