Debate político

Las macrogranjas, en aumento en Europa a pesar de las quejas ecologistas

Granja de cerdos.

Granja de cerdos. / JOSEP LAGO

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La polémica política por las declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, sobre las macrogranjas ha hecho volver a poner el foco en este tipo de instalaciones ganaderas y a sus efectos en el medio ambiente y en la salud de los consumidores. En otros países de Europa también hay debate sobre este tema, mientras algunos gobiernos quieren legislar para evitar la carne barata y de mala calidad que provienen de las macrogranjas, otros se ponen de perfil para no entrar en colisión con la industria ganadera.

Esta es la situación de los principales países del continente:

Alemania

Por Andreu Jerez

El número granjas de producción de carne para consumo humano -y también la cantidad de animales y ganado- se reduce desde hace años en Alemania, según cifras de la Oficina Federal de Estadística (Destatis). El número de granjas de producción porcina se redujo, por ejemplo, un 5% entre 2010 y 2020. Ello parece responder a un consumo más moderado y también a una creciente concentración de los animales en menos manos. El tamaño de las granjas de producción animal ha crecido en la última década. El aumento de la media de hectáreas por va acompañado también por una mayor especialización del tipo de animal que se cría (cerdo, carne vacuna, cabras, ovejas o aves).

Otra de las tendencias que se observan en la producción de carne animal en Alemania es el avance de granjas con métodos de producción ecológica y de carne orgánica. La cifra de este tipo de granja aumentó más de un 40% en los últimos 10 años y supone un 10% del total. El aumento del tamaño y de la especialización de las granjas no parece suponer obligatoriamente, por tanto, un empeoramiento de la calidad de la carne.

La formación de nuevo Gobierno de coalición de socialdemócratas, verdes y liberales ha traído consigo la llegada de un ecologista al Ministerio de Alimentación y Agricultura. El verde Cem Özdemir ha asumido la cartera con un claro mensaje contra la carne barata y de baja calidad. En Alemania sigue siendo habitual ver cómo cadenas de supermercados de descuentos ofrecen la pechuga de pollo por menos de un euro o medio kilo de carne de cerdo por poco más de tres euros.

El objetivo de Özdemir es acabar con la producción y la venta de carne de ínfima calidad a cambio de moderar los precios de la carne orgánica para que un mayor número de consumidores pueda acceder a ella. Las críticas en parte de los productores y de los partidos conservadores en la oposición no se ha hecho esperar.

Italia

Por Irene Savio

En Italia la batalla en torno a las macrogranjas se remonta algunos años atrás. Se trata de un tema incendiario, enfrenta en particular a los productores y a las asociaciones animalistas y ecologistas, pero últimamente también se han unido ciudadanos y administraciones locales. Este es el caso de San Casciano, una pequeña comuna cerca de Mantua (Lombardía), que en noviembre ganó un recurso presentado ante el Consejo de Estado para prohibir a una macrogranja aumentar el espacio destinado a esta actividad. Un éxito judicial que, sin embargo, llegó demasiado tarde, puesto que la autorización ya había sido concedida.

Este es un reflejo que pone en evidencia que, de momento, en Italia, parecen ir ganando los productores, la mayoría de los cuales ha instalado sus macrogranjas de pollos, cerdos y vacas en cuatro regiones italianas, todas localizadas en el norte del país. Se trata de Piamonte, Emilia Romaña, Véneto y Lombardía. En una ciudad de esta región, Brescia, desde hace años las asociaciones ambientalistas también denuncian que hay más cerdos (1,4 millones) que personas (1,2 millones).

Pese a ello, las asociaciones ecologistas parecen decididas a no dar marcha atrás. Denuncian no sólo las miserables condiciones de vida de los desdichados animales, sino también la gran contaminación atmosférica que estos lugares producen. En concreto, se critica que estas macrogranjas sean responsables de la producción del 16,6% de las partículas en suspensión de menos de 2,5 micras (PM2,5), que provocan enfermedades de tipo respiratorio, tales como la bronquitis.

Portugal

Por Lucas Font

El número de explotaciones ganaderas se ha reducido en los últimos años en Portugal, lo cual ha provocado una concentración del ganado en granjas cada vez más grandes. En el caso de la carne de cerdo, el 90% de la producción está en manos de poco más de un 1% de las explotaciones, según el último censo agrícola, que señala que tan solo un 6% del ganado porcino está criado en el exterior.

A principios de los años 2000 fueron aprobados varios decretos para mejorar el bienestar de los cerdos criados en explotaciones intensivas, en los que se establecieron unas pautas en términos de espacio, de higiene, y en el proceso de alimentación. Sin embargo, algunas organizaciones ecologistas y partidos políticos han criticado el funcionamiento de algunas granjas, a las que acusan de gestionar los residuos de forma inadecuada y de provocar un fuerte impacto ambiental en las poblaciones cercanas.

A pesar de la presión de algunos partidos ecologistas, que han aumentado su representación en el Parlamento en los últimos años, el Gobierno socialista siempre ha evitado entrar en polémicas con la industria ganadera, la cual considera un sector fundamental para la economía del país.

En 2020 se produjeron 900.000 toneladas de carne en Portugal y se importaron otras 250.000 de carne de vaca, cerdo y ave, la gran mayoría de España. Ese año cada portugués consumió 115 kilos de carne, 12 kilos más que en el año 2000, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Reino Unido

Por Begoña Arce

El sistema de cría intensiva va en aumento en el Reino Unido a pesar a la oposición de los ciudadanos. Actualmente, el país tiene más de 1.000 macrogranjas de pollos y 200 de cerdos.

La normativa establece que las instalaciones con más de 40.000 aves se consideran macrogranjas y en el caso de los cerdos, cuando alberguen más de 2.000 puercos para carne o más de 750 cerdas de cría. Este tipo de explotación masiva es poco común en el Reino Unido, pero está creciendo rápidamente, habiendo aumentado un 7% entre 2017 y 2020.

De acuerdo con la Asociación de la Tierra, al 80% de la gente le preocupa la producción industrial de carne al estilo de Estados Unidos. Un 40% cree que este sistema debería estar prohibido. La principal razón que se menciona es el bienestar de los animales, seguido del impacto en el medio ambiente y la peor calidad del producto.

Existen varias organizaciones que luchan para frenar las macrogranjas, como Animal Aid, Viva o Humane Being y abogan por reducir el consumo de carne. La propia sanidad pública (NHS) también recomienda esa reducción por motivos de salud. Los ecologistas subrayan el daño al medio ambiente.

El número de vegetarianos en el Reino Unido es del 11%, una tendencia en aumento. Cada vez es más fácil y variado encontrar productos y platos vegetarianos en los supermercados británicos. El consumo diario de carne se ha reducido un 17% en una década, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Oxford sobre dieta y nutrición nacional. 

Francia

Por Enric Bonet

En el oeste de Francia se encuentran la mayoría de macrogranjas en territorio galo. La oenegé Greenpeace, a partir de datos del Ministerio de la Transición Ecológica, calculó en 3.300 el número total de estas explotaciones intensivas en el país vecino, donde las llaman fermes usines (granjas industriales). La mitad de estos recintos, criticados por las supuestas prácticas de maltrato animal y el impacto medioambiental, se concentran en la Bretaña -y el 70% de ellas entre esta rica región del noroeste y la vecina del Pays de Loire-. Las macrogranjas tienen un gran peso en la producción de huevos y de carne de cerdo y pollo. Mucho menos en el caso del sector bovino.

Funcionan a partir de un régimen de regulación, necesario si se quiere tener concentrados a más de 2.000 cerdos o 40.000 pollos. Lo que aumenta las condiciones normativas que deben cumplir y el número de controles a los que se las somete. No obstante, Greenpeace denunció que "con el argumento de la simplificación y la armonización, se han aplicado numerosos decretos desde los años 2020 que facilitaron la ampliación de estas granjas y limitaron los controles".

La Convención Ciudadana por el Clima, formada por 150 ciudadanos elegidos al azar por iniciativa del presidente Emmanuel Macron y que elaboró una batería de medidas para afrontar la crisis climática, propuso en el verano de 2020 prohibir el financiamiento de estas explotaciones. El ejecutivo macronista desestimó, sin embargo, esta medida. El año pasado también se debatió en la Asamblea Nacional una proposición de ley de la Francia Insumisa (socios de Podemos en Francia) para prohibir las macrogranjas. Pero no logró los votos necesarios para salir adelante.

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