Testimonio

Diario de un refugiado afgano en Barcelona: "Aquí estoy y este es mi hogar ahora"

El periodista Feridoon Aryan, su mujer y sus hijos fueron evacuados de Pakistán tras huir de Kabul después de la captura de la capital por parte de los talibanes

Esta es la crónica sentida y personal de lo que se han visto obligados a dejar atrás y de un futuro con "esperanza" en la ciudad que les ha acogido

BARCELONA 28/10/2021 INTERNACIONAL Un periodista afgano refugiado nos explica el drama hasta que salieron de Afganistán Foto ELISENDA PONS

BARCELONA 28/10/2021 INTERNACIONAL Un periodista afgano refugiado nos explica el drama hasta que salieron de Afganistán Foto ELISENDA PONS / ELISENDA PONS

Feridoon Aryan

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Pensaba que el año 2021 traería consigo menos miseria, muerte, destrucción e infelicidad que la que los afganos habíamos sufrido y nos habíamos acostumbrado en los últimos 40 años. Pero, por desgracia, no fue así. El 15 de agosto, estas fuerzas atrasadas, extremistas, malvadas y brutales llamadas talibanes entraron una vez más en Kabul, y anularon con su ira nuestros sueños y aspiraciones, los míos, los de mi familia, los de 39 millones de afganos y nos forzaron a dejarlo todo y a todos para estar seguros. Un par de miles de afganos hemos sido afortunados y pudimos escapar, pero millones enfrentan bajo sus garras humillaciones, torturas, hambre, y muertes cotidianas.

Pasamos un mes en Pakistán en una habitación alquilada, saliendo solo para llamar a la puerta de las embajadas. Nos habían prometido que nos evacuarían si conseguíamos salir de Kabul y llegábamos a un país tercero en el que poder darnos un visado para concedernos el estatuto de refugiado. Lo intentamos numerosas veces. Esperamos con ansiedad noticias de estos países amigos. La suerte nos sonrió cuando, gracias al Gobierno de España y a unos buenos amigos de Catalunya, conseguimos salir de esta situación inmensamente estresante y pudimos abandonar Pakistán y llegar a Madrid el 12 de octubre de 2021.

Pasamos la primera noche a salvo y sin miedo a ser perseguidos, pero me había convertido oficialmente en un refugiado. Me decía que todo era una pesadilla, que estaba durmiendo en la acogedora habitación de mi casa en Kabul y que nada de todo eso era real. Intenté dormir, pero no podía vencer la agonía y el dolor que me partían el corazón, me quebraban el espíritu, me hacían jadear para respirar. Me sentía roto, con el orgullo despedazado, vacío e inútil, sin ningún sentido de pertenencia. No pude pegar ojo esa noche. Estuve completamente despierto, confuso, sabiendo que me había convertido en una persona preocupada y sin hogar. ¿Por qué merecíamos ese destino? Intenté calmarme pensando en el futuro, en mis hijos, en protegerlos y hacer posible que crezcan en un nuevo lugar, con esperanza y una sonrisa en los labios, a salvo de sentirse atenazados por el horror.

Cinco camas

Pasé esa noche larguísima en vela y al día siguiente nos fuimos a Barcelona. Nuestra nueva vida empezó al llegar a una vieja casa. Nos dieron la habitación más grande puesto que éramos una familia. Estaba casi vacía, tenía tres puertas, barrotes en las ventanas, cinco camas, un par de armarios y el suelo desnudo de cemento. Este iba a ser nuestro hogar durante los muchos meses venideros. Los días pasaron sin mucho que hacer más allá de ir de cita en cita. Lo único que me mantuvo en mi sano juicio y me dio felicidad fue la visita de nuestros buenos amigos y gente de Barcelona. Si no hubiera sido por ellos, estoy seguro que no habría podido afrontar la situación. Nos invitaron a su casa, nos llevaron a visitar las vistas de Barcelona. Me di cuenta de que cada día que pasaba mis hijos estaban más calmados que el anterior y que poco a poco yo también dejaba atrás el pasado, por difícil que pareciera enterrarlo y seguir adelante.

"Tuve que quemarlo todo". La huida del periodista afgano Feridoon Aryan y su familia tras la llegada de los talibanes.

"Tuve que quemarlo todo". La huida del periodista afgano Feridoon Aryan y su familia tras la llegada de los talibanes. /

Empecé a acostumbrarme a esta nueva vida al cabo de unas semanas, aunque mi alma errante se me escapaba y seguía en Kabul. No podía contener el llanto cuando pensaba en mi preciosa ciudad, en la familia y los amigos que habíamos dejado atrás. Me sentía paralizado al pensar en ellos y temía que nunca recuperaría las ganas de vivir. Los niños tenían unas pesadillas tan espantosas que se despertaban constantemente y pasábamos las noches consolándolos y diciéndoles que ya nada aquí los podía herir. La situación de mis hijos y no ser capaz de hacer mucho más por ellos es lo que más me duele.

El desastre que sacudió Afganistán también separó trágicamente a nuestra familia. La preocupación constante por estar juntos otra vez me corroe el alma y me perturba el corazón. Afganistán tiene un sistema de apoyo psicológico natural singular y es el de la familia, y la familia extendida, que acude a ayudar siempre que hay una tragedia. Deseo y sueño siempre con volver a ser una familia al completo y espero que España, y Barcelona en particular, nos ayude a permanecer juntos. Me faltará algo hasta que no podamos reunirnos todos. Los días y las noches pasarán sin pena ni gloria, mi mirada no hará justicia a los hermosos paisajes de Catalunya, me sentiré vacío y triste.

Orgullo y dignidad

Para las personas refugiadas la situación financiera es un estrés diario, tedioso y preocupante. Lo es para todo el mundo, lo sé, pero es mucho más difícil cuando no puedes trabajar y dependes del sistema y tienes gastos que el sistema no puede asumir porque está bajo la presión de atender cada vez más a un mayor número de personas. En Afganistán teníamos una situación económica estable. Yo me ganaba bien la vida trabajando como portavoz y responsable de relaciones con los medios para Unicef y mi mujer, Nooria Fakhree Aryan, era profesora en una universidad privada. Teníamos grandes esperanzas en nuestras futuras carreras, yo como periodista y Nooria como ginecóloga. Ahora me siento abrumado y me pregunto día y noche cómo podremos pagar la guardería, arreglar los uniformes del colegio o conseguir los materiales de papelería. Me trago el orgullo y la dignidad y deseo que uno de nuestros buenos amigos catalanes dé un paso al frente para encargarse de ello. Y ese pensamiento también es difícil de digerir, porque soy consciente de que también todos ellos tienen su propia vida y familias a las que cuidar y trabajan muy duro por conseguir cada céntimo.

Feridoon Aryan con  su mujer, la ginecóloga Nooria Fakhree, y sus dos hijos en un parque de Barcelona el pasado 3 de noviembre.

Feridoon Aryan con su mujer, la ginecóloga Nooria Fakhree, y sus dos hijos en un parque de Barcelona el pasado 3 de noviembre. / JORDI OTIX

Mis buenos amigos me dicen que paso a paso. Es una frase importante para mí. Aquí la usa mucha gente. Y, es cierto, poco a poco la vida ha ido volviendo a la normalidad y yo me he ido sintiendo cada vez más lleno de esperanza y de ganas de vivir. Empecé a introducir cambios en mi vida, empezando por la habitación que nos dieron, que arreglé con lo poco que pude y lo poco que me brindaron amigos de buen corazón. Cambié la disposición de las camas y traté de aceptar que ahí, en ese espacio, vivíamos los cuatro. Nunca me quejé de mi situación, me lo tomé como venía y me convencí a mí mismo que tenía que olvidar los recuerdos de todo lo que perdí -de mi próspera vida anterior- si quería mantener mi salud mental. Nos reorganizamos.

Tierra bondadosa

Mi hijo de siete años empezó el colegio y yo, un curso de lengua. Estamos ocupados en nuestro día a día en asuntos legales, nuevas experiencias y retos que se nos han presentado por el camino. Ahora veo la vida de una forma diferente y estoy contento de estar aquí. Mis hijos están bien y vuelven a estar animados, van al parque, van a escuela y los veo felices. Estoy agradecido a la mejor gente del mundo, la gente de Catalunya, al Gobierno español, al Parlamento catalán y a mis amigos de aquí. Me levanto cada día más fuerte y con más esperanza en el futuro y en los días por venir. Espero que después de aprender el idioma pueda volver a ser periodista, ayudar a la gente y volver a sentir que estamos juntos con nuestras familias. Me siento feliz en una tierra bondadosa donde lo primero es la humanidad y no la religión, el color o el idioma.

Quiero decirlo muy alto y claro. Estoy feliz en Barcelona. Sois gente increíble. Decentes, cultos, amables, corteses y serviciales. ¿Qué hubiéramos hecho sin vosotros? Aquí estoy y este es mi hogar ahora.

Felices fiestas a todos y a cada uno de vosotros. Que esta Navidad traiga consigo más felicidad y prosperidad. Espero que mis hijos vean a los Reyes Magos por primera vez.

Y acabo con un poema de mi poeta favorito, Sohrab Sepheri.

"No importa dónde esté.

El cielo siempre es mío.

Ventanas, ideas, aire, amor,

tierra, todo mío.

¿Qué más da si a veces

crece la nostalgia como una seta?"

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