Norte de Italia

El Tirol del Sur, una provincia históricamente antivacunas

La resistencia a la inmunización tiene más de dos siglos de antigüedad

La incidencia acumulada del covid-19 en este territorio es hoy la más alta del país

Un sanitario prepara una vacuna en Italia.

Un sanitario prepara una vacuna en Italia. / Efe

Irene Savio

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Andreas Hofer, el insurgente barbudo que en 1809 lideró la sublevación de los rebeldes montañeses surtiroleses contra el Reino de Baviera, ha vuelto estos días a saltar de las crónicas históricas a la vida real en la provincia italiana de Bolzano, donde el 70% de la población es de habla alemana. Era de esperar, ya ha sucedido. Hoy, 211 años después de su fusilamiento por el ejército francés (entonces aliado de los bávaros), sigue generando debate. Para los surtiroleses alemanes y ladinos, Hofer es un héroe que luchó por la libertad y autonomía de su tierra; para muchos italianos, un retrógrado.

La sociedad del Tirol del Sur —anexado definitivamente a Italia en 1920— nunca se ha desprendido completamente de esta grieta, aunque ahora la polémica no esté relacionada con las aventuras bélicas de este inspirador del nacionalismo pantirolés. O, al menos, no directamente. Esta vez, han sido las bajas tasas de vacunación de esta provincia las que han avivado el recuerdo de este combatiente que, en vida, instigaba a sus seguidores a no aceptar la vacuna contra la viruela que el Gobierno bávaro pretendía entonces imponer a la población surtirolesa (siendo uno de los primeros en Europa).

"Hofer no era exactamente un exaltado", dice el historiador surtirolés Hans Heiss. "Desconfiaba, como todavía ocurre en muchas en los valles y las zonas rurales de aquí, de políticas que una parte de la población percibía como cocinadas desde lejos, de un Gobierno que era ilustrado pero también centralista", añade. "Es innegable que este anhelo de sentirse libres siga existiendo en nuestra tierra, en particular en muchos ciudadanos de habla alemana y ladina", puntualiza al considerar este como uno de los factores que forman parte del "cuerpo ideológico moderno y conservador a la vez" detrás del recelo surtirolés por las vacunas.

Baja tasa de vacunación

La situación en Italia, donde el 74% de la población ha completado el ciclo de inmunización, continúa bajo control. No obstante, en medio de la preocupación por la variante ómicron y ante las primeras subidas significativas de la curva epidemiológica, las autoridades decidieron extremar precauciones. El Gobierno nacional ya anunció mayores limitaciones para los no vacunados y muchas ciudades reintrodujeron la obligatoriedad de las mascarillas en sus calles más céntricas. Además, por primera vez en meses, algunas zonas están pasando de la categoría de zona blanca (riesgo bajo) a la amarilla (medio) y, en el caso de algunas comunas, incluso roja (alto).

La provincia de Bolzano es una de ellas. Desde este lunes, todo su territorio ha pasado al color amarillo. Una decisión que llega cuando los indicadores hablan de una incidencia (7 días) que ha llegado a los 645 contagiados por cada 100.000 habitantes -la más alta de Italia-, la tasa de hospitalización es del 19% y la de ocupación de las ucis, del 17%. También ha preocupado que, ya en noviembre, una treintena de pequeñas y medianas comunas de la provincia tuvieran que ser declaradas rojas, así como la cercanía geográfica con Austria y Suiza, dos países en los cuales la pandemia se ha recrudecido.

Vacunación masiva

En este escenario, las autoridades surtirolesas anunciaron hace unos días una nueva campaña de vacunación masiva y mayores medidas de coerción e incentivos, con la que pretenden resquebrajar los últimos brotes de resistencia. Pero algunos parecen difíciles de doblegar. "Existe un núcleo duro que seguirá rechazando la vacuna, aun si deben pagar multas o dejar de trabajar", sostiene Heiss. No es el único que lo ve así. "La principal razón es la confianza que le tienen a la naturaleza", explicaba a un medio anglosajón Patrick Franzoni, el médico que coordina la campaña en esta provincia alpina.

En este sentido, una explicación tal vez se halle también en el sonderweg, un concepto de la cultura alemana posterior a la Revolución Francesa y que gira también entorno a la idea "de que es posible encontrar un camino propio y alternativo de pequeñas comunidades que se autogestionan", como ha sugerido recientemente el escritor Gabriele Di Luca. Otro asunto es que, si bien la mayoría de la población avala (según los sondeos) las medidas impuestas por el Gobierno nacional, la protesta de decenas de intelectuales italianos -entre ellos, Massimo Cacciari y Giorgio Agamben, dos de los mayores filósofos del país, defensores de la autonomía del pensamiento, que desliga la reflexión del mandato social-, sigue calentando el debate desde hace meses.

El porqué de ellos es, en extrema síntesis, el temor que existe de que se puedan perder derechos conquistados tras décadas de batallas. Un alegato que, por pragmatismo, otros rechazan en un momento de emergencia sanitaria.