movilización en Bélgica

Rebelión de las mujeres belgas contra las agresiones sexuales en los bares de Bruselas

El fenómeno #BalanceTonBar, fundado hace un mes en la capital belga para visibilizar un problema “sistémico”, logra romper con el silencio y destapa agresiones y violaciones vinculadas con la droga del violador

November 24, 2019, Brussels, Brussels, Belgium: About 10,000 people (according to the press) marched today in Brussels, at the call of many collectives and associations, to denounce domestic violence, violence against women and other feminicides. (Credit Image: © Nicolas Landemard/Le Pictorium Agency via ZUMA Press).

November 24, 2019, Brussels, Brussels, Belgium: About 10,000 people (according to the press) marched today in Brussels, at the call of many collectives and associations, to denounce domestic violence, violence against women and other feminicides. (Credit Image: © Nicolas Landemard/Le Pictorium Agency via ZUMA Press). / Nicolas Landemard/ZUMA

Silvia Martinez

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“Era noviembre de 2019 en La invasión latina. Fui con amigos. Había mucha gente. Una hora después no les encontraba. Bebí una copa solamente. Agujero negro total. Dos chicas me encuentran angustiada, tirada en el suelo del baño. Me preguntan qué hacía tirada. Yo no recordaba nada. Estaba sin bragas. Estoy segura de que me drogaron y abusaron de mí”. Este es uno de los muchos testimonios anónimos que se repiten sin cesar estos días en la cuenta de Instagram de #BalanceTonBar, un movimiento nacido en Bruselas a mediados de octubre con el objetivo de denunciar las múltiples agresiones sexuales sufridas por jóvenes mujeres en bares o discotecas de la capital belga, ante el silencio de los establecimientos y la falta de respuesta de las autoridades policiales y del gobierno.

Todo empezó el pasado 10 de octubre a raíz de un mensaje que denunciaba la agresión sexual de varias jóvenes, “drogadas y violadas”, por un camarero de un bar del barrio del cementerio de Ixelles, una zona de marcha cercana a la Universidad Libre de Bruselas a la que acuden los estudiantes. Cuatro días después decenas de personas se concentraban para denunciar “una cultura de violación”. Aunque el caso está en manos de la fiscalía de Bruselas, a Maïté Meeus, una joven de 23 años y fundadora del movimiento, aquel día se le revolvió el cuerpo hasta el punto de que decidió dar un paso adelante y crear una pagina de Instagram en la que recoger testimonios similares para visibilizar un problema que, como muchas de las víctimas denuncian no es aislado sino sistémico.

En solo una semana recabó los primeros 200 testimonios y mensajes de jóvenes. La primera movilización en las calles, apoyada por otras organizaciones feministas, reunió a 500 personas. La presión política aumentó tanto que el gobierno federal se vio obligado a convocar una reunión de urgencia con el ministro de justicia y la ministra de interior para analizar la situación. Para finales de octubre eran más de un millar las historias anónimas recibidas de tocamientos y violaciones en diferentes bares y discotecas de la capital, de víctimas de abusos drogadas con GHG, conocida como la 'droga del violador', sin olor ni sabor, que provoca inicialmente efectos secundarios como el alcohol pero que puede llegar a anular la voluntad, con pérdida de conocimiento y privación de recuerdos. 

Liberar la palabra

Desde entonces el número de mensajes no ha dejado de multiplicarse ni la rabia de las supervivientes, como se autodenominan. “Hay muchísimos mensajes. Es el volumen lo que me ha sorprendido. La naturaleza de las historias no tanto porque son cosas que entendemos y conocemos”, confiesa Meeus sobre los testimonios que hablan de “establecimientos cómplices” o que “cierran los ojos” ante este tipo de agresiones. "Estoy contenta con la liberación de la palabra aunque no tanto del éxito de ‘Balance ton bar’ como tal. Un movimiento como este no debería existir”, dice. 

Un problema añadido es que son pocos los casos que se traducen en denuncia -según los cálculos de la web violencessexuelles.be, más de 90% de las agresiones o violaciones no se denuncian, solo se cursan una de cada diez- y muchos otros se cierran por falta de pruebas aunque la víctima haya identificado al agresor. “Hay muchas denuncias que no llegan a buen puerto por falta de pruebas. Hay que tener en cuenta que una víctima drogada con GHB tiene complicado probar la violación porque la droga solo permanece 12 horas en la sangre o la orina. Es decir, si ha sido drogada a las 11 de la noche, a las 11 de mañana ha desaparecido de su organismo”, apuntan desde el movimiento.  

Es decir, el tiempo entre que una se despierta, se da cuenta de lo que ha pasado y acude al hospital es demasiado tarde. Un argumento que explica quizás por qué el número de denuncias en la zona de policía Bruxelles-Ixellles, según las autoridades de la comuna, se limita a 192 en los últimos 8 años. “Me atendieron en el centro contra la violencia sexual de Bruselas a quienes agradezco. Presenté una denuncia, pasé una audiencia de cuatro horas, reconocí a mi agresor entre distintas fotos que me enseñaron. La policía hizo un registro en su casa y después vino a la mía a recoger una muestra de mi cabello y después nada. Asunto cerrado. Gracias a la justicia”, denuncia otra joven agredida en el club Jeux d’hiver.

Boicot a bares

Desde que el movimiento se hiciera viral ha habido varias manifestaciones y un boicot a los bares y clubes convocado por la unión feminista intersección autosugestionada (UFIA) y que tuvo lugar el pasado viernes y logró congregar a 1.300 personas. “Hagamos entender que ya basta” gritaron. En una carta dirigida por este grupo el pasado 8 de noviembre a las 19 comunas de Bruselas reclaman a las autoridades medidas para sensibilizar el sector de los bares, movilizar a la policía así como una “tolerancia cero” ante “un cultura de la violación omnipresente y un sistema postcolonial patriarcal tóxico”. El fenómeno, en todo caso, no se limita a Bruselas. En las últimas semanas se han creado numerosas cuentas de Instagram para recabar testimonios en otras ciudades de Bélgica y también en Francia en ciudades como Niza, Grenoble, Montpellier, París o Lyon.

El nuevo movimiento coincide con la reforma del código penal en Bélgica que comportará cambios en relación a las agresiones sexuales y la prostitución. Los planes del Gobierno, a debate en el parlamento, ya han recibido fuertes críticas de organizaciones feministas que consideran que fragilizará los derechos de las mujeres y los menores. Según el ministro de justicia, Vincent Van Quickenborne, en Bruselas el centro contra las agresiones sexuales recibe 44 víctimas al mes.

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