Tradiciones mexicanas

La 'mejor llorona' de México

La competición nacional de plañideras, mujeres que cobraban por llorar en los sepelios, ha cumplido 15 años

Ganadora del concurso de lloronas mexicanas

Ganadora del concurso de lloronas mexicanas. /

Juan Carlos Espinosa

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Vestida de luto y con rosario en mano, Ofelia Ramírez Arteaga, de 57 años, cae de rodillas frente a una tumba, con un desconsuelo absoluto. Son dos minutos de angustia. Su llanto es más fuerte al paso de los segundos y solo se interrumpe cuando aspira un poco de aire. El sollozo vuelve y grita mirando al cielo: "Te lo llevaste Señor, te lo llevaste, ¡ay Señor qué dolor!". Ramírez no está en un sepelio, ni visita a un ser querido. La escena forma parte del vídeo que la hizo merecedora del primer lugar en un concurso que premia a la mejor llorona de México. La competición, que este año ha llegado a su edición número 15, busca retomar -o, más bien, recordar- una tradición perdida en el país: las plañideras, mujeres contratadas por las familias acaudaladas para llorar durante los velatorios. 

El concurso se ha realizado de forma telemática por segundo año consecutivo. Antes de la pandemia, las mujeres mostraban su mejor llanto frente al público y el jurado. Pero desde que se inició la crisis sanitaria, los organizadores del Instituto de Cultura, Turismo y Juventud de San Juan del Río, de 138.000 habitantes y a dos horas y media de Ciudad de México, decidieron que lo mejor sería que las plañideras enviasen vídeos de hasta dos minutos por correo electrónico. Este nuevo formato ha dado pie a que la competición, que históricamente había tenido una mayoría mujeres que vivía en la localidad o en pueblos cercanos, se abriera a aspirantes de todo el país

Fue gracias a eso que Katlin Chávez, de 34 años, y afincada en la ciudad norteña de La Paz (a 1.5000 kilómetros de la sede del premio) logró el primer lugar el año pasado. Al otro lado del teléfono, la actriz cuenta que decidió enviar su vídeo mientras bebía una caña con un amigo con la icónica canción La llorona de Chavela Vargas en el fondo. “Recuerdo que le comenté: ‘Qué bueno es llorar a partir de la risa’”. Justamente en su interpretación hace un cambio brusco de una sonrisa que se convierte en un sollozo. No ha sido la única que le ha dado esa vuelta. Otra concursante de esa edición le dedicó un llanto a su periodo menstrual porque, en ese acto, había llegado a la menopausia.

“Así somos los mexicanos”

Esta forma chusca de ver a la muerte y al sufrimiento forma parte de la cultura mexicana, y se ve reflejado en la jovialidad del Día de Muertos, celebrado el 1 y 2 de noviembre, fechas en las que la localidad premia cada año a las plañideras. Eduardo Guillén, director del  Instituto de Cultura, Turismo y Juventud de San Juan del Río, señala en una entrevista telefónica que reírse de los fallecimientos es una característica indiscutible de la idiosincrasia mexicana. Sin embargo, en la edición 2021, el jurado le ha dado preferencia a las lloronas más sufridoras y ha dado un premio especial a Mariana Rodas Aguilar, que comienza su vídeo bailando para luego romper esa alegría con una canción de la telenovela mexicana La rosa de Guadalupe. Aunque, eso sí, llora con una pequeña sonrisa escondida. 

El segundo lugar ha sido para Isidra Ávila Salauz, de 65 años. Su cortometraje provoca el mismo nivel de angustia que el de Ofelia Ramírez. El sufrimiento es tan palpable que por un instante su discurso parece real. Ella derrama lágrimas por su esposo, el alcalde de San Juan del Río, supuestamente fallecido en una terrible inundación. “Ay Dios mío, apágame este dolor tan grande que estoy sintiendo”, grita vestida de negro y abrazando una tumba, antes de tirarse al barro. 

Ávila, quien ya ha concursado cuatro veces y que también ha ganado el primer lugar en ediciones anteriores, cuenta que esta vez el concurso ha sido mucho más personal. “Siento que estos dos años han sido crueles, muy duros. No hemos podido llorar lo que quisiéramos llorar. No hemos podido acompañar a nuestros seres queridos”. Este año, Ávila perdió a su madre, pero también tuvo el nacimiento de su primera bisnieta. Ella lo cuenta con una entereza y una paz interior que por momentos ocultan que relata algo que tiene que ver con la muerte. “Así somos los mexicanos”, dice.

Una tradición en desuso

Las plañideras están prácticamente extintas y solamente se les puede ver en algunos pueblos o en las películas de los años cuarenta. Fue gracias a esos largometrajes de iconos de la cultura azteca como Pedro Infante o Jorge Negrete que Ma Silveria Balderas Rubio, de 59 años, tomó su inspiración para hacerse con el tercer lugar: “Yo le decía a mi familia, de relajo [coña], que podía llorar como lo hacen en esas películas”. Ella, que ya había concursado en 2020, no creyó a su hija mayor cuando le dijo que había quedado en el podio. Pero finalmente cedió y fue a recibir su galardón.

Para Balderas, más allá del premio económico -el municipio otorga 170 euros al primer lugar, 105 al segundo y 63 al tercero- lo verdaderamente importante es transmitir esta tradición en desuso a las nuevas generaciones. “Yo lo hago para que los jóvenes se enteren de cómo era antes y esto no se pierda”, se sincera. Guillén coincide con Balderas, y agrega: “Es gracias a actividades como este concurso que [la tradición] se traslada a una vertiente estética y documental”. El funcionario anticipa que en 2022 se volverá a la presencialidad, pero, gracias al éxito de la competencia a distancia, también habrá una categoría telemática. 

Ofelia Ramírez, actualmente la mejor llorona de México, ha participado en las 15 ediciones. Como casi todas las concursantes, no se dedica a actuar. Es ama de casa y ha aprovechado su talento para soltar las lágrimas que no pudo derramar durante años. Según cuenta, sufrió de maltrato cuando era niña y su madre no la dejó seguir estudiando. La actuación estaba dentro de sus posibilidades. Muchas veces se ha planteado dejarlo. Pero le resulta imposible. Llorar, paradójicamente, le trae alegría: “Esto es como las papas [patatas] fritas, no puedes comer solo una, siempre quieres más”.