Elecciones en el país nipón
Kishida, un conservador moderado, nuevo primer ministro de Japón
Su “nuevo capitalismo” pretende mitigar las desigualdades sociales a través de reformas fiscales como el ajuste del impuesto de la renta y la congelación del impuesto del consumo durante una década
Adrián Foncillas
Periodista
El primer ministro de Japón, Fumio Kishida, ha destacado este lunes que la victoria del Partido Liberal Demócrata (PLD) y su principal socio de Gobierno, el partido Komeito, en las elecciones legislativas demuestran que su Gobierno cuenta con "respaldo popular", tras suceder en octubre a Yoshihide Suga en el cargo. En concreto, el PLD se ha garantizado 261 de los 465 escaños de la Shugiin o Cámara de Representantes de la Dieta o Parlamento japonés, por debajo de los 276 con los que contaba hasta ahora. El partido Komeito se ha garantizado 32 asientos --en lugar de los 29 que tenía--, con lo que la coalición suma 293 representantes, doce menos que en la legislatura saliente.
Kishida ha dicho en sus primeras declaraciones tras el anuncio de los resultados que el nuevo Ejecutivo preparará un paquete de estímulo económico de cara a mediados de noviembre para su inclusión en unos Presupuestos adicionales que espera aprobar este año. La jornada quedó empañada por un apuñalamiento masivo ejecutado por un joven de 24 años ataviado como el Joker, el malvado de la saga de Batman, en el metro de Tokyo. Al menos 17 personas han quedado heridas, según la policía.
Kishida, de 64 años, había relevado en el poder a Yohihide Suga tras su renuncia a la reelección en su partido. Suga carecía de opciones, penalizado por la dubitativa gestión de la pandemia y su terquedad en celebrar los Juegos Olímpicos de Tokio que pocos querían en Japón. La hegemonía incontestable del PLD en Japón convierten a su líder en el primer ministro del país.
Kishida había alcanzado la presidencia del partido tras haberse impuesto en la segunda vuelta de las primarias por 257 votos a 170, el resultado más estrecho de los últimos años, a Taro Kono. Este habría vencido en cualquier otro país: capitalizaba el éxito del proceso de vacunación, iba sobrado de experiencia y emanaba simpatía por su entusiasmo con las energías renovables o sus propuestas para aprobar el matrimonio gay o los apellidos separados para los casados. Pero los varones del LPD juzgaron su rebeldía de excesiva y decantaron la votación hacia un candidato más ortodoxo.
Éxitos como ministro de Exteriores
Como ministro de Exteriores se apuntó éxitos como el acuerdo con Seúl sobre las esclavas sexuales utilizadas por imperialismo japonés durante la guerra, la visita a Hiroshima de Barack Obama, la primera de un presidente estadounidense, o la mejora de las relaciones con Rusia. Se ha reunido en varias ocasiones con el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, lo que podría favorecer el entendimiento con su rival regional. Las expectativas, sin embargo, no son halagüeñas, tras las manifestaciones de solidaridad de Tokyo a Taiwán y los anunciados aumentos del presupuesto de Defensa para compensar el auge de China en la región.
Dicen de Kishida que es moderado, pactista, disciplinado y eficaz, la clase de descripción que elude el carisma. El nuevo primer ministro persevera en la tradición de políticos grisáceos que rompió Shinzo Abe, un tipo audaz que encadenó ocho años en el poder a pesar de políticas tan impopulares como el regreso de la energía nuclear o la reforma de la constitución pacifista. Kishida está lejos de ser un revolucionario pero se ha atrevido a recordar el fracaso de las Abenomics, la fórmula que aúna los estímulos fiscales con la relajación de la política monetaria.
Hereda un contexto delicado que suma la devastación del coronavirus a dos décadas de economía gripada. “Tenemos que hacer frente al coronavirus para devolver la normalidad a las actividades económicas y sociales y construir una nueva economía, un nuevo estilo de vida, una nueva era", ha explicado. Su “nuevo capitalismo” pretende mitigar las desigualdades sociales a través de reformas fiscales como el ajuste del impuesto de la renta y la congelación del impuesto del consumo durante una década.
Necesitará de toda su diplomacia con las familias de su partido para sacar adelante sus proyectos. Su aprobación popular en el inicio de su mandato no llega al 50 %, mucho más baja que la de sus predecesores, que disfrutaron de unos meses de confianza. Los indicios no apuntan a otro líder duradero como Abe sino al enésimo presidente fugaz.
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