Proceso electoral en un país asiático

¿Otra Duterte para Filipinas?

La hija del actual presidente tiene hasta el 15 de noviembre para decidir si presenta su candidatura

La actual alcaldesa de Davao tiene un fuerte temperamento pero de ella se espera más moderación

Sara Duterte

Sara Duterte / PICRYL

Adrián Foncillas

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La alcaldesa acudió a una barriada chabolista que no había sido demolida a pesar de sus órdenes y le atizó cuatro puñetazos en la cabeza al funcionario local ante las cámaras. Ocurrió una década atrás en Davao y el mundo entendió que Rodrigo Duterte tenía una sucesora a la altura de su reputación. Sara Duterte-Carpio es la favorita a relevarle en la presidencia de Filipinas a pesar de que no siquiera es segura su candidatura. 

 Las biografías de padre e hija comparten la abogacía y el mando en esa ciudad sureña de millón y medio de habitantes que padecía el crimen desbocado antes de que “El Castigador” pusiera orden con la rotunda fórmula que años después replicaría en todo el país. Duterte-Caprio se convirtió en 2010 en su primera alcaldesa y se preparaba para su tercer mandato cuando arreciaron los rumores sobre su candidatura a la presidencia. 

 La hija rechazaba el asalto a Manila mientras su padre especulaba con acoplarse de vicepresidente en otra lista porque, decían, un Duterte en las elecciones era más que suficiente. Pero su padre anunció en el mismo día su jubilación política y la candidatura de su hija a las elecciones. Sería, según Duterte, la presidenta más capaz a pesar de que años atrás le quitó la idea de la cabeza porque “no era un trabajo para mujeres”. 

Hasta 15 de noviembre

El periodo de inscripción concluyó la semana pasada pero se admiten cambios hasta el 15 de noviembre y muchos recuerdan que su padre se apuntó en el último minuto en 2016, tras tozudos desmentidos. No ha corroborado Duterte-Carpio aún el anuncio paterno pero pocos dudan de que lo hará. Sus seguidores han imprimido la leyenda “Venga, Sara, Venga” en camisetas y pancartas en todo el país y organizado manifestaciones para cambiar la opinión de la hija, quien desvelaba recientemente que varios políticos se habían ofrecido ya como segundos.

Las encuestas la sitúan como la favorita a pesar de que su intención de voto ha caído del 28% al 20 %. Por detrás se sitúa una colorista terna que incluye al exboxeador Manny Pacquiao, el hijo del dictador Ferdinand Marcos o el antiguo actor y alcalde de Manila. 

 Los politólogos debaten si la ventaja del apellido será suficiente porque carece de la cercanía y el carisma que selló el matrimonio entre su padre y el electorado. Duterte, conocido como el Trump filipino, sublimó el autoritarismo populista. Las encuestas eran inmunes a sus excesos, daba igual que se comparase con Hitler, prometiera alimentar a los peces de la bahía de Manila con drogadictos, mandara al infierno a Obama, se riera de una misionera australiana violada y asesinada o llamara hijo de puta al Papa en el país más católico de Asia. Cualquier bravata era perdonada por un pueblo hastiado de políticos corruptos y melifluos que hicieron de Filipinas una potencia de exportar mano de obra barata al continente. 

Temperamento volcánico

Sara no es un producto diplomático refinado, frecuenta los tacos y su temperamento es volcánico, pero se espera de ella más mesura. Ha mostrado compostura institucional cuando ha acompañado como primera dama a su padre divorciado en cumbres internacionales y viajes. Sobre los asesinatos extrajudiciales de todo lo que lejanamente pareciera un adicto o traficante ha aclarado que prefiere la prevención y la rehabilitación aunque, en última instancia, no descarta la aplicación contundente de la ley.

También se ha mostrado menos entusiasmada con China que su padre y más partidaria de robustecer los viejos lazos con Estados Unidos. Demostró tres años su independencia al unirse a otras fuerzas políticas para echar del parlamento a un aliado de su padre. Es aficionada a  las motos de gran cilindrada y a apodar con especies marinas amenazadoras (Sharkie, Stingray y Stonefish) a sus hijos. 

 La victoria de la hija es crucial para el padre, al que le espera un complicado horizonte judicial tanto en Filipinas como en la Corte Internacional Penal por los asesinatos extrajudiciales. Su propósito de presentarse como vicepresidente era procurarse la inmunidad del cargo pero, aceptada su jubilación política, las esperanzas de protección descansan en su hija.  

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