Entrevista

Christina Lamb: "Violar es más barato que una bala de kalashnikov"

La corresponsal británica de The Sunday Times elegida cinco veces mejor corresponsal del país, presenta en su libro ‘Nuestros cuerpos, sus batallas’ (Principal) las historias de decenas de mujeres, víctimas de la violencia sexual en conflictos armados

Christina Lamb.

Christina Lamb. / El Periódico

Begoña González

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La violación en la guerra es una afirmación de poder y dominación. Una estrategia. Un arma. Es la forma de someter al enemigo a través de las mujeres, de hacerle huir de sus tierras, de avergonzarlo. La violación conlleva, en muchos casos, la victoria y deja víctimas que, a pesar de seguir vivas, jamás superarán los traumas afligidos y en la mayoría de casos serán doblemente castigadas por el rechazo de una sociedad patriarcal que las culpará por lo ocurrido.

Corresponsal británica de The Sunday Times, galardonada en el año 2013 por la reina Isabel II con la Orden del Imperio Británico y elegida cinco veces mejor corresponsal del país, Christina Lamb presenta en su libro ‘Nuestros cuerpos, sus batallas’ (Principal), las historias de decenas de mujeres víctimas de la violencia sexual en conflictos armados.

La violencia sexual ha ocurrido siempre en la guerra. ¿Por qué asegura en su libro que ha aumentado significativamente?

Las mujeres han sido un grupo especialmente castigado en las guerras desde el inicio de los tiempos. La violencia sexual no es una invención ni resulta nada nuevo, pero el hecho de utilizarla estratégicamente como arma sí que lo es, y cada vez ocurre más. La violación es una de las formas más efectivas de provocar el pánico y es más barata que una simple bala de kalashnikov. Permite humillar a una comunidad o hacer que la gente huya de una zona para usurparla sin invertir recursos. 

¿Por qué es tan efectivo?

Porque no provoca solo sufrimiento físico ni se limita solo a la víctima directa. En muchas ocasiones a la víctima se la estigmatiza en la comunidad donde vive, hasta tal punto que muchas se ven forzadas a huir y ejercer la prostitución para sobrevivir tras ser rechazadas y siguen sufriendo abusos una y otra vez.

El auge del feminismo y la globalización han sacado a la luz este fenómeno. ¿Por qué cuesta tanto que se conozcan los casos? 

Muchas mujeres han temido que denunciar durante muchos años y han vivido pensando que habían sido ellas las que habían hecho algo malo. Hay más conciencia ahora porque se ha ido animando a las mujeres a hablar del tema ayudándolas a entender que no era su culpa. 

¿Si hubiera más condenas, más mujeres se animarían a dar el paso y denunciar?

Seguramente. Lo triste es que cuesta mucho llevar ante la justicia a los culpables y más aún que reciban sentencias condenatorias. En los últimos años, como en los casos de las mujeres yazidís esclavizadas por el Estado Islámico o las chicas secuestradas por Boko Haram, no se ha conseguido llevar a ninguno de los perpetradores ante la justicia y eso no ayuda a que se alce la voz.

¿Por qué cuesta tanto que se condene este tipo de violencia? 

Desde soldados a policías o los propios vecinos, los perpetradores son muchos tipos de personas distintos. Llega a ocurrir en casos en los que los violadores son encubiertos o protegidos y en los que las víctimas preferirían estar muertas. Esto les crea una vulnerabilidad extrema, porque no pueden denunciar a sus agresores porque son los mismos que las deberían defender.

Aun así, cada vez se denuncian más casos...

Cada caso es distinto, pero lo que generalmente lleva a las mujeres a denunciar públicamente o ante el juez lo que han sufrido es evitar que le ocurra a otra. Durante décadas, las mujeres agredidas sexualmente han sufrido en silencio, atemorizadas por lo que pudieran pensar sus familias y su entorno. Por miedo a ser rechazadas. Ahora cada vez hay más mujeres que están dispuestas a morir por que se haga justicia, pero eso no significa que estén preparadas para estar frente a sus violadores en un juicio, o haciéndolo público por todo lo que ello implica. 

¿La violación es más típica en algún tipo concreto de conflicto?

No. No depende de un tipo de conflicto, ni siquiera de una zona del mundo. Hay casos desde Nigeria o Irak hasta Ruanda, Argentina… Los motivos son diferentes, pero el resultado es el mismo. No siempre ocurre lejos. Nos pasó lo mismo en Europa, en Bosnia, entre vecinos que se conocían y tenían educación. E incluso en España durante la Guerra Civil. La violación en la guerra no responde a un tipo de conflicto o de sociedad.

¿Cómo se puede contribuir a frenar estas agresiones?

Debemos hablar abiertamente de ello, debatir, conocer testimonios y ver cómo se hace justicia. Sobre todo ver justicia. Si en los países en los que las mujeres tienen acceso a la educación cuesta denunciar, en los países en los que no tienen apenas derechos es aún más complicado e incluso en muchos casos los culpables están en el poder. Sin ir más lejos, en nuestras sociedades, en Europa, menos de un 3% de los casos son perseguidos y llevados a juicio, con todo lo que ello implica. Mi trabajo es dar a conocer sus historias. Dar voz a esas mujeres y poner este tema en el centro de la conversación para que deje de sufrirse en silencio. n