LUCHA CONTRA EL COVID

China levanta una macroburbuja para las cuarentenas de los viajeros

El centro tendrá 5.000 habitaciones y ocupa la superficie de 46 campos de fútbol

El reparto de comida a los encerrados será tres veces al día con drones y robots

La Estación Sanitaria Internacional de Guangzhou, un complejo construido para alojar a los viajeros internacionales, en la provincia de Guangdong, al sur de China, el 17 de septiembre.

La Estación Sanitaria Internacional de Guangzhou, un complejo construido para alojar a los viajeros internacionales, en la provincia de Guangdong, al sur de China, el 17 de septiembre. / Chinatopix

Adrián Foncillas

Adrián Foncillas

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Dieciocho meses y más de cuatro millones de muertos en el mundo separan aquel hospital levantado a la carrera en Wuhan del elefantiásico centro de cuarentena que abrirá la semana próxima en Guangzhou. Hans sido tres meses de obras que han ocupado a 4.000 trabajadores. Ha costado 223 millones de euros, ocupa el equivalente de 46 campos de fútbol y cuenta con 5.000 habitaciones de amplios ventanales que aliviarán la reclusión de tres semanas. Son construcciones en hileras de tres pisos con zonas verdes que enfatizan la funcionalidad, sin lujos ni escaseces.  

Los viajeros serán trasladados desde el cercano aeropuerto de Baiyun en autocar y encontrarán una obra de arte tecnológica que evita el contacto humano. Serán informatizados tanto la entrada y la salida como el pago de la estancia. Robots y drones dejarán las tres comidas diarias tras la puerta, la temperatura será medida con un artilugio con inteligencia artificial y una cámara permitirá contactar al personal médico por videoconferencia. Las habitaciones cuentan con una esterilla para yoga y otro equipamiento para el ejercicio físico. El complejo de Guangzhou es una burbuja para viajeros y sus casi 200 trabajadores médicos. Estos permanecerán sin salidas durante 28 días y, terminado su turno, pasarán una semana de cuarentena en el centro y otras dos en casa antes de pisar la calle.  

 La interacción ya era mínima en los hoteles de cuarentena cuando este periodista pasó por la suya el pasado año, reducida a los funcionarios con trajes de protección integral que transportaban la comida o algún saludo sucinto al vecino si coincidías al abrir la puerta para recogerla. 

Habrá más centros

Guangzhou absorbe el grueso del escaso tráfico de llegadas que permite China. La capital de la antigua Cantón recibe al 90 % de los viajeros y cuenta con 30.000 de ellos  en 300 hoteles de cuarentena, según la prensa oficial. Su centro especial será el primero de muchos. También lo han anunciado Shenzhen y Dongguan, cercanas a Guangzhou.

La política fue aprobada cuando el país sufrió el primer brote de la variante Delta y las autoridades concluyeron que su acentuada capacidad de contagio recomendaba un blindaje mayor del que ofrecen los hoteles. El virus ha desaparecido virtualmente de China pero los contagios importados siguen atemorizando a una población que recela de los chinos y el puñado de extranjeros que regresan. El último rebrote enfatizó la alarma: lo habría causado, según las primeras investigaciones, un chino llegado de Singapur tras haber encadenado nueve pruebas negativas durante sus tres semanas de reclusión hotelera. 

La política anunciada por la Comisión Nacional de Salud es improbable por ambiciosa. Plantea que las ciudades trasladen de los hoteles a los centros especiales a los viajeros y cuenten con 20 habitaciones por cada 10.000 habitantes. La proyección en Guangzhou, con una población de 17 millones, supera las 37.000 habitaciones: siete veces las del nuevo centro.  

 “Esto no es un parche, indica que China piensa que esta pandemia no terminará pronto y que continuará con sus estrictos controles fronterizos”, ha explicado Yanzhong Huang, experto en salud del think tank Consejo de Relaciones Internacionales, en el matutino hongkonés South China Morning Post.

La opinión de los epidemiólogos

 No hay indicios de que China se vaya a sumar a la tendencia aperturista global a pesar de las dudas de si su factura es sostenible a largo plazo. Varios reputados epidemiólogos chinos como Zhang Wenhong habían pedido que el país aprendiera a convivir con el virus y jubilara la “tolerancia cero”. La hipótesis era descabellada cuando en el inicio de la pandemia pero suena más razonable con las masivas campañas de vacunación.  

 Zhong Nanshan, el principal asesor del Gobierno, ha fijado esta semana las condiciones. China no suavizará  sus controles de acceso mientras no alcance la inmunidad de rebaño y la mortalidad en el mundo siga alta. La primera condición no parece lejana: el 70 % de su población ha recibido la pauta completa y el umbral de seguridad está fijado en el 80 u 85%. Sobre la segunda hay más dudas. Actualmente alcanza el 1 o 2 %, diez veces por encima de la gripe común, un porcentaje inadmisible para China.  

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