Relaciones Pionyang-Seúl

Tensión entre las dos Coreas tras un intercambio inédito de misiles

Los proyectiles norcoreanos son de tipo balístico, prohibidos por la ONU, mientras que el surcoreano ha sido lanzado desde un submarino

Kim Jong-un.

Kim Jong-un. / Archivo

Adrián Foncillas

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Jornada fragorosa en la península coreana. Los misiles disparados por el norte integran la rutina pero es inédita la inmediata respuesta desde el sur. El intercambio es la consecuencia de la parálisis de las negociaciones entre Pionyang y Washington para la desnuclearización norcoreana y la falta de sintonía a ambos lados del paralelo 38. Aquel optimismo que desató dos años atrás la febril actividad diplomática ha quedado ya enterrado. 

Pionyang lanzó sus dos misiles al mediodía con cinco minutos de diferencia desde la provincia de Pyonyan del Sur. Volaron durante 800 kilómetros a una altura máxima de 60 kilómetros antes de hundirse en el Mar de Japón. Seúl y Washington aún estudian los lanzamientos y no está claro si cayeron en aguas territoriales niponas pero se da por descontado que se trata de los primeros misiles balísticos en seis meses. La tipología no es irrelevante. El domingo había lanzado dos misiles crucero, que se diferencian de los anteriores por la propulsión y su vuelo rasante y, desde el punto de vista legal, no están sujetos a las resoluciones de la ONU sobre armas de destrucción masiva, por lo que una interpretación escrupulosa exonera a Corea el Norte. Sobre la intención de los balísticos hay menos dudas: Pionyang eleva su desafío

Tres horas después respondió Seúl con un misil balístico lanzado desde un submarino. Tampoco la tipología es irrelevante. Esos proyectiles suponen un estimable avance de las capacidades militares porque su base móvil y oculta bajo las aguas dificulta su detección. Sólo ocho países cuentan con ellos y Corea del Sur es el único de la lista sin armas nucleares. Seúl reivindicó el éxito de la prueba sin ofrecer excesivos detalles y el presidente, Moon Jae-in, negó que fuera una respuesta al reto norcoreano tras supervisar el lanzamiento.

Encadenamiento de provocaciones

El encadenamiento de provocaciones norcoreanas ha limado la sobrenatural paciencia de Moon, lo mejor que le ha pasado a la península en décadas. El antiguo activista por los derechos humanos ha hecho de la paz entre dos pueblos hermanos su objetivo vital y aguantado con estoicismo los tozudos desplantes de Pionyang. Años atrás, cuando Donald Trump y Kim Jong-un se cruzaban diarias amenazas de destrucción masiva, su cabeza fría acabó arrastrándoles a la mesa de negociaciones y se ha esforzado en evitar  cualquier acto que pudiera soliviantar a Corea del Norte, pagando a menudo la desafección del electorado que exige mano dura. Pero en los últimos años, escarmentado por las ventoleras de Washington, ha acelerado su desarrollo militar con misiles balísticos, submarinos y su primer portaaviones para rebajar su dependencia del paraguas estadounidense.

Descontado el misil surcoreano, hay poco noticiable en el fragor actual. El calendario contempla una escalada de tensiones cuando expira el verano porque las maniobras anuales conjuntas de Corea del Sur y Estados Unidos soliviantan a Pionyang, que las ve como ensayos de invasión y suele responder con alguna tropelía con misiles y variadas invectivas. Han llegado de nuevo de Kim Yo Jong, hermana del tirano, que ha acusado a Seúl de mantener “una actitud estúpida” y calumniar a su país.

Los cuatro misiles en una semana son interpretados por los expertos como un llamamiento a Biden para que coloque a Corea del Norte en la carpeta de asuntos urgentes. El mes pasado ya reabrió Yongbyon, las instalaciones más icónicas de su programa nuclear y fiel termómetro de las relaciones bilaterales. La Casa Blanca ha pedido audiencia pero sus llamadas e emails han sido ignorados por Pionyang, atareada con la mayor crisis alimentaria de la década.