Cambio climático

¿Puede Brasil quedarse sin luz ni agua?

Las limitaciones en la generación eléctrica no tienen precedentes en las últimas nueve décadas

El vicepresidente Hamilton Mourão no descartó la posibilidad de un racionamiento

Imagen aérea de zonas quemadas y deforestadas de la Amazonia cerca de Porto Velho, Brasil.

Imagen aérea de zonas quemadas y deforestadas de la Amazonia cerca de Porto Velho, Brasil. / CARLOS FABAL

Abel Gilbert

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¿Puede Brasil quedarse sin luz ni agua? La pregunta se ha esparcido por los medios de comunicación. La posibilidad de un horizonte de escasez en un país de grandes e imponentes ríos intranquiliza a sus habitantes y encuentra al gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro sin respuestas eficaces. El problema se focaliza especialmente en el sur y sudeste del gigante sudamericano, donde la cantidad de lluvia registrada en 2021 es la más exigua desde 1920. Los embalses que abastecen al estado de San Pablo se encuentran actualmente en niveles de almacenamiento inferiores a los de 2013. La sequía empieza a provocar efectos inquietantes.

Lo mismo que las limitaciones en el sistema de generación eléctrica. Pero lo peor no ha llegado: se teme que comiencen las recomendaciones de reducir el consumo de luz y agua, como le ha sucedido a Venezuela en más de una oportunidad. El vicepresidente Hamilton Mourão avisó el pasado miércoles que "tal vez" haya "algún racionamiento" a corto plazo. "Tenemos una matriz energética basada en la hidroelectricidad. La mayor parte del uso del agua es para actividades agrícolas. El consumo humano es la parte más pequeña, la otra es la generación de energía. Por lo tanto, hay que dosificar. Es algo que enfrentaremos en los próximos años mientras no haya una recuperación total de nuestras reservas".

Si algo no quiere el presidente Bolsonaro es quedar asociado a esa vecindad venezolana que suele maldecir. Aunque declaró en mayo pasado la "emergencia hídrica", el capitán retirado se ha abstenido por el momento de tomar las medidas drásticas contempladas por Mourão porque podrían agravar su pérdida de popularidad de cara a las elecciones presidenciales de 2022. Ya paga el costo de incrementar los precios promedio de la luz y el agua un 14,5% y 7%, respectivamente, durante 2021.  Para incentivar una reducción del consumo, se anunció una especie de bonificación a quienes logren ese objetivo.

Efectos de la deforestación

El temor a que falten los suministros esenciales en los hogares no ha surgido de la nada. Según una encuesta realizada por MapBiomas, Brasil se ha quedado sin un 15,7% de su superficie de agua en los últimos 30 años. Eso equivale a 3,1 millones de hectáreas. La situación no es ajena al deterioro ambiental que se ha profundizado desde 2019. "Perdimos mucha vegetación por la deforestación que ha provocado la agroindustria y la minería. No podemos perder de vista esto. Además, es necesario evitar la remoción de bosques de ribera", le dijo al portal 'Ultimo Segundo' la oceanógrafa Fernanda Lima.

"Gran parte de nuestra lluvia viene de la Amazonia. Si deforestamos, reducimos la lluvia", señala Luciana Gatti, investigadora del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE). Según la especialista, al expandirse la destrucción de los bosques, Brasil está “sembrando sequía”. Los números la avalan: la tala ilegal de árboles en la selva tropical alcanzó en 2020 el récord de los últimos 12 años. Se han perdido 11.088 kilómetros cuadrados, un 9,5% más que el año anterior.

Expertos citados por el diario 'O Globo' estiman que el Gobierno se ha demorado en admitir la gravedad de la falta de lluvias y en tomar medidas efectivas contra la crisis energética. Las presas ya estaban en un nivel bajo en octubre pasado. A lo largo del presente año no se logró la recuperación esperada. La previsión del Operador del Sistema Nacional es aún más preocupante: los embalses corren peligro de alcanzar en noviembre apenas una capacidad del 10%. "Incluso frente a este escenario, el Gobierno solo ahora ha tomado medidas más duras para tratar de reducir el consumo de energía para los consumidores residenciales y las pequeñas empresas".

La sequía histórica es acompañada por imágenes desconocidas para los brasileños: el caudal del río Paraná, que cruza la frontera y atraviesa el territorio argentino, se encuentra en algunas zonas nueve metros por debajo de sus mediciones normales en este momento del año. El impacto de esa bajante en la agricultura y en la proliferación de focos de incendio no se hizo esperar.

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