Los talibanes toman el poder

“No podemos dejar Afganistán a su suerte”, asegura la viuda de un militar asturiano

María Menéndez Cañedo, esposa del comandante Antonio Novo, fallecido en el accidente del Yak-42: “No puede ser que muriese en vano”

Antonio Novo Ferreiro, en Afganistán, junto a un motón de minas antipersonas desactivadas por los militares de una misión española.

Antonio Novo Ferreiro, en Afganistán, junto a un motón de minas antipersonas desactivadas por los militares de una misión española.

Patricia Ordiz

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La actualidad en Afganistán, tras la toma del país por parte de los talibanes, reabre heridas del pasado en algunas familias asturianas, las de los militares del Principado que perdieron la vida en el país asiático mientras participaban en las misiones de paz, desde 1999, que protagonizó el Ejército Español en suelo afgano.

Seis fueron los soldados asturianos fallecidos en acciones relacionadas con la presencia española en Afganistán. Las primeras bajas se produjeron en 2003, año en el que sucedió el accidente del Yakovlev-42, el avión de fabricación rusa en el que viajaban de vuelta a casa 62 militares españoles y que se estrelló en territorio de Turquía. Tres de los soldados que perecieron en el accidente eran asturianos: el comandante Antonio Novo Ferreiro (Oviedo), el capitán de ingenieros del Ejército de Tierra Jesús Mariano Piñán del Blanco (Gijón) y el subteniente del Ejército del Aire Joaquín Álvarez Vega (San Esteban de Pravia). El Yak-42 es conocido como una de las mayores tragedias de la historia reciente del Ejército español.

Con dos años de diferencia, el 16 de agosto de 2005, falleció el ovetense José González Bernardino, sargento del Ejército de Tierra. José González perdió la vida en un accidente de helicóptero (modelo Cougar) en Afganistán, junto a otros 17 militares españoles.

En 2008, el 9 de noviembre, Juan Andrés Suárez (Mieres), de la Brigada del Ejército de Tierra, perdió la vida junto a otro militar español en un atentado en el que un suicida empotró una furgoneta cargada de explosivos contra el transporte blindado en el que viajaban los soldados. Y el 26 de junio de 2011, el sargento del Ejército de Tierra Manuel Argudín Perrino, gijonés, falleció junto a una compañera al estallar una bomba y alcanzar el coche en el que ambos se desplazaban,

María Menéndez Cañedo es la viuda del comandante Antonio Novo Ferreiro y recuerda a la perfección el año en que su marido y sus compañeros perdieron la vida en el accidente del Yak-42. Novo falleció con 40 años, estaba casado y tenía dos hijos (Diego y Antonio, de 32 y 34 años respectivamente en la actualidad), además de una prometedora carrera por delante. En aquella época, el comandante Novo no vivía en el Principado, pero siempre regresaba a la región durante las vacaciones.

“Aquello fue un horror que nos marcó para siempre”, sentencia María Menéndez, natural de Salas y que actualmente reside en Madrid. “A día de hoy, esa herida se reabre cada poco; fue dantesco lo que vivimos, y el Ministerio de Defensa se portó fatal con las familias; hay gente que jamás se recuperó”, denuncia María Menéndez.

Antonio Novo era jefe de comunicación y de operaciones en Afganistán. “Hicieron mucha labor humanitaria, construyeron escuelas, repartieron comida en los barrios y juguetes en un orfanato de Kabul. Toño daba clases de español en la Universidad de Kabul”, narra la viuda. La asturiana recuerda a la perfección cómo su marido le aventuró en una de las tantas llamadas telefónicas que intercambiaron la situación que se está viviendo actualmente. “Me contaba desde allí que, en cuanto se fueran las fuerzas internacionales, volverían los talibanes”, explica.

“Allí hay un pueblo donde, me decía mi marido, las mujeres viajan en los maleteros y no pueden hablar, ni pisar fuerte, ni salir sin un hombre de la familia. Estamos en el siglo XXI y no lo podemos consentir”, dice María Menéndez.

Tras todo el sufrimiento pasado tanto por María Menéndez como por el resto de familias de los militares asturianos que fallecieron en este tipo de misiones, lo que está sucediendo estos días en Afganistán “ha sido un mazazo”. “Llevamos Afganistán en el corazón”, asegura la viuda de Antonio Novo. “Ellos nos transmitieron por teléfono cada día desde su búnker la miseria de aquel lugar, y nos enseñaron a quererlo. Volvían a casa con el corazón lleno de emociones y con el deber más que cumplido”, asegura.

Aunque, como explica Menéndez, “parece que todo se ha caído como un castillo de naipes”, la asturiana está segura de que no es así del todo: “Tantas familias cuyos familiares dieron la vida por este país no podemos tener la sensación de que fue en vano, porque no lo fue”, sentencia. “Desactivaron miles de minas antipersonas, salvaron piernas y vidas tanto a niños como a adultos”, señala. “Quizá fuera un oasis, pero al menos los afganos que tuvieron contacto con ellos pudieron soñar un futuro libre”, agrega María Menéndez.

La viuda reflexiona sobre lo que se está viviendo. “Yo me había hecho ilusiones de que estaba cambiando todo. Y en parte así era. Pero este brusco abandono parece un capricho político, sin importar nada: ni el pueblo afgano, ni tantas vidas perdidas”, explica en alusión a la decisión de EE UU de abandonar el país, detonante de la ofensiva talibana.

“Espero y deseo que la comunidad internacional esté muy pendiente y que esto no sea moda de dos días”, proclama la asturiana. Y sentencia: “Afganistán es el país más pobre y más peligroso del mundo, pero no por eso se debe abandonar a su suerte”.

“Toño era alguien muy válido, hoy podría ser un general. Lo que hizo en Afganistán no fue inútil, eso seguro”, prosigue María Menéndez. “Ayudó y dio todo durante esos cinco meses y solo espero que la libertad pueda regresar allí. Deseo que aquellas chicas que llegaban con el burka hasta la puerta de su clase y allí se lo quitaban para estudiar, llegue un día que puedan ir tranquilas, libres y se respeten sus derechos como personas”, expone María Menéndez Cañedo.

Con el recuerdo más que vivo de Antonio Novo Ferreiro, su esposa salense tiene en su poder la cámara que el militar se llevaba a las misiones. “Tenía veintidós rollos que Defensa se encargó de destruir. Las fotos que tengo me las dieron los compañeros que pudieron venir antes”, explica.

Antonio y Diego, los hijos de María y Novo, son hoy en día un ingeniero y un arquitecto, respectivamente. Y, aunque eran jóvenes cuando su padre perdió la vida, María Menéndez está segura de algo: “Toño fue un hombre muy grande en todos los sentidos. Es la luz que ilumina las vidas de los tres, cada día y para siempre”.

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