Guerras culturales

La extrema derecha de EEUU abraza el negacionismo del covid-19 para desestabilizar al gobierno

Con la irrupción de la pandemia, grupos conservadores y neofascistas han cooptado las teorías de la conspiración del movimiento anti-vacunas como vehículo para propagar su ideología

capitolio eeuu asalto

capitolio eeuu asalto / Jim Lo Scalzo / Efe

Carles Planas Bou

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La pandemia de covid-19 acumula ya más de 612.000 fallecidos en Estados Unidos, más que los causados por las dos guerras mundiales, Vietnam, Afganistán e Irak juntas. Esa cruda realidad no ha evitado que cientos de miles de estadounidenses abracen teorías de la conspiración que claman que el virus es un plan maléfico de las élites para asesinar a la población y las vacunas una idea de Bill Gates para implantar microchips en nuestro córtex cerebral y controlarnos como marionetas. Nuevos dogmas que están ganando popularidad y que la extrema derecha estadounidense —un magma ultra conocido como alt-right— ha cooptado para propagar sus consignas.

Los delirios conspiranoicos operan desde hace siglos bajo la premisa de que una élite perversa y secreta controla el mundo. Aunque formaban parte de la marginalidad, la irrupción de la pandemia ha hecho que permeen más en la sociedad, pues la incertidumbre actual aboca a la gente a buscar certezas simples y reduccionistas que proporcionen calma.

Eso se explica porque los humanos usamos “atajos mentales” para simplificar problemas complejos. El llamado sesgo de confirmación nos lleva a seleccionar como buena la información que encaja con nuestras ideas y a descartar lo que las contradice. Tratamos de hacer encajar lo que vemos en nuestras expectativas. Así, cuando un negacionista muere a causa del covid-19, sus seguidores puedan lanzarse sin pruebas a un bulo aún mayor —como que ha sido asesinado por disidente— para mantener así su relato.

Oportunidad para la extrema derecha

La incertidumbre siempre ha sido un río en el que pescan los oportunistas. Curanderos y falsos mesías capitanean desde hace años los movimientos anti-vacunas. Pero, con la llegada de la pandemia, múltiples grupos ultraconservadores —desde nacionalistas identitarios a supremacistas blancos y neonazis— se han sumado a esa conspiración como vehículo para generar desconfianza en el gobierno de Joe Biden y tratar de ganar adeptos a su causa entre ciudadanos confusos e indignados.

El salto de parte del conservadurismo estadounidense al negacionismo del covid-19 y de las vacunas no sale de la nada. El viraje reaccionario del Partido Republicano con el surgimiento del Tea Party culminó en 2016 con la victoria presidencial de Donald Trump. Sus cuatro años de mandato sirvieron para impulsar QAnon, una conspiración de fuertes raíces antisemitas que asegura que el mundo está controlado por una élite liberal pedófila y que abrazan cada vez más políticos y votantes.

Ese delirio nació de cloacas digitales como 4chan y 8kun, foros en los que proliferan sin freno todo tipo de contenidos radicales, pero se popularizó gracias a la difusión en redes sociales de cuentas poderosas como las del propio Trump o de 'influencers' y nuevos medios digitales que se han lucrado de la desinformación, como es el caso de ‘Gateway Pundit’, que entre el pasado noviembre y junio ha ganado 1,1 millones de dólares en publicidad. Pero también lo han hecho medios tradicionales como Fox News. “Biden quiere forzarte a usar mascarillas y el pasaporte de vacunación y no permite la reapertura de EEUU, pero sí ha abierto la frontera al mundo y a todas las enfermedades. Ahora te toca pagar por todos los ilegales y su covid”, tuiteaba en marzo la congresista Marjorie Taylor Greene, una de las estrellas del movimiento QAnon.

Miles de personas fueron seducidas por una narrativa conspiranoica que les ha permitido creer que las elecciones presidenciales fueron un fraude y que llevó a muchos a asaltar el Congreso con la intención de frenar por la fuerza la certificación de la victoria de Biden.

Alimentar la guerra cultural

La estrategia ultraderechista casa a la perfección con el marco mental de las teorías de la conspiración, cuyo eje central es la impugnación del sistema. Este sigue siendo neoliberal, racista y patriarcal, pero según la narrativa ultraconservadora el enemigo de su guerra cultural es la “dictadura progresista”, como apodan al avance de los derechos de mujeres, minorías raciales, migrantes y comunidad LGTBQ+.

Alrededor de esa premisa orbitan decenas de otras conspiranoias que se entretejen en una gigantesca tela de araña. Alguien que está convencido que Hillary Clinton, Hollywood y una élite judía mueven los hilos del mundo será más propenso a creer que el covid es una de sus maquinaciones. La incrustación de QAnon en el Partido Republicano ha hecho que un tercio de sus votantes se opongan a ser vacunados.

El rechazo a la vacuna y a las mascarillas es un rechazo al Estado que casa bien con posiciones ultraconservadoras, libertarias y anarcocapitalistas. Esos grupos han aprovechado para propagar, a través de sus foros digitales, violentas consignas que apuntan a sus enemigos y que han tenido una sangrienta traducción en las calles. Así, la teorías de que el covid es una arma biológica china han disparado las agresiones contra la comunidad asiática en EEUU, mientras que otras como el aceleracionismo —que propugna un conflicto racial para hacer colapsar el sistema y levantar un etnoestado blanco— ya han causado muertes.

La madriguera conspiranoica es un pozo sin fondo en el que proliferan desde grupos supremacistas como Proud Boys a milicias paramilitares neonazis como la Atomwaffen Division. La pandemia les ha dado una oportunidad dorada para salir de su guarida y colocar sus teorías de odio en la opinión pública. Mientras tanto, el terrorismo blanco ya es, según el propio FBI, la principal amenaza interna en EEUU.