Situación grave

Tres años de desabastecimiento de medicamentos contra el cáncer infantil en México

El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador vetó a la principal productora nacional de medicinas oncológicas

. Las asociaciones de padres cifran 1.600 los menores fallecidos por falta de quimioterapias

Angel Davids en una imagen cedida por su madre.

Angel Davids en una imagen cedida por su madre. / El Periódico

Juan Carlos Espinosa

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Axel Gabriel y Ángel tienen muchas cosas en común. Los dos tienen 10 años. A ambos les gusta jugar. Pero hay una última cosa que los une y que han compartido como un calco en los últimos meses: una sensación de inconformidad cuando van al hospital a hacerse la quimioterapia. A Axel le extraña cuando los doctores advierten a su madre, Ani Argüello, de que le darán un medicamento que no le corresponde porque no hay del que necesita. Ángel, por otro lado, se siente culpable cuando le introducen el catéter porque sabe que eso significa que a otro niño no se lo podrán... no hay para todos.

A los dos críos los separan 800 kilómetros de carretera. Pero no es suficiente distancia como para cambiar la realidad. Así como ellos, miles en México han sufrido en los últimos tres años por el desabastecimiento de medicamentos oncológicos para niños. La situación llevó al límite a los padres, que se han agrupado desde finales de 2018 en diferentes asociaciones que han levantado la voz en las calles para exigir los fármacos. Omar Hernández, padre de Dealexandro, de 12 años, fue de los primeros en hacerlo. 

Antes de que diagnosticaran a Dealexandro de leucemia linfoblástica aguda, Hernández nunca había escuchado las palabras vincristina o metotrexato. Los dos medicamentos son esenciales en el tratamiento de la enfermedad de su hijo. Fue en 2018 cuando comenzaron a escasear por primera vez.

"En manos de Dios"

Los médicos del hospital público infantil le dijeron que buscase en las farmacias y los comprase con su propio dinero. Hernández viajó de Ciudad de México a Monterrey —unos 900 kilómetros al norte—. Cada unidad costaba unos 1.400 pesos (59 euros). Era un coste que difícilmente se podía permitir después de cerrar su puesto de quesos y natas. “Nosotros nos tuvimos que encomendar en las manos de Dios", recuerda el padre.

Un grupo de padres bloqueó en 2019 el aeropuerto de la capital mexicana, el de mayor volumen de pasajeros de América Latina. Ahí estaba Israel Rivas, desesperado por no conseguir metotrexato para su niña de seis años y consciente de que podían detenerlo por obstruir el paso: “Yo le decía a los agentes: ‘Puedo salir de la cárcel, pero a Dhana de la tumba nadie la podrá sacar". 

Los acercamientos con la Administración no han sido fáciles. Y en el caso del subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, y también portavoz de la pandemia, han llegado a la hostilidad. El funcionario llegó a decir en una entrevista en la televisión pública que el movimiento de los padres tiene “tintes golpistas”

La ruptura del sistema de suministro

La falta de quimioterapias no comenzó con López Obrador, pero sí se exacerbó. El presidente reconfiguró todo el sistema de compras de medicamentos y cortó los lazos con las empresas distribuidoras, a las que acusó de crear un monopolio. Para sustituirlas, propuso a la paraestatal Birmex —que importa, desarrolla y produce vacunas— pese a no tener suficiente capacidad. Además, ordenó que el Instituto Mexicano del Seguro Social (la seguridad social) dejase de comprar los fármacos de la sanidad pública y que le pasase el testigo a Hacienda, una cartera sin experiencia previa en ese tipo de contratos

Enrique Martínez, fundador del Instituto de Investigación e Innovación Farmacéutica (INEFAM), que monitorea desde hace dos décadas las compras del Gobierno en la sanidad pública, censura con dureza los cambios: “Se rompió toda la cadena de suministro de golpe”. El número de medicamentos adquiridos comenzó a bajar hasta en un 30% en 2020, una cifra crítica considerando que se dio en medio de la pandemia de covid-19. De acuerdo con los datos del INEFAM, se trata de la compra pública más baja en 20 años.   

Otro cambio brusco de la Administración fue vetar a PiSA, la farmacéutica mexicana que concentraba la mayoría de la producción de medicinas oncológicas para menores. El Ejecutivo de López Obrador volvió a esgrimir el argumento de que se había creado un monopolio y que la firma había vendido con sobreprecio, algo que no se ha comprobado.

Cerrar la grifo que regaba al país de medicinas contra el cáncer infantil solo empeoró una situación que ya era delicada desde 2018. José Carlos Gutiérrez-Niño, director general de la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer, lamenta que el Gobierno haya politizado un tema como la sanidad pública y cree que, en el caso de PiSA, hizo falta un plan alternativo: "Faltó una mejor previsión en los cambios para el suministro. Se pensó que iba a ser sencillo y no es así”. 

Con el futuro en el aire

Para sustituir el vacío que dejaron las empresas que fueron relegadas, el Gobierno llegó a un acuerdo con la agencia de Naciones Unidas (UNOPS) para adquirir medicamentos. Un año después, los padres aún esperan los fármacos. El Ejecutivo asegura que ya se han comprado y que pronto llegarán a todos los hospitales. 

Este periódico trató de contactar hasta tres veces a la Secretaría de Salud federal, sin obtener respuesta. Rosa Icela, madre de Ángel Davids, se queja de que la gente más humilde, que no puede acceder a la sanidad privada o a un tratamiento en el extranjero, tenga que pagar los platos rotos: “Es contradictorio que el presidente diga ‘primero los pobres’, y estemos en esta situación”.

No existen datos oficiales de hasta qué punto el desabastecimiento ha podido afectar a los niños con cáncer. De acuerdo con el Movimiento Nacional por la Salud Papás de Niños con Cáncer cerca de 1.600 menores han fallecido por falta de quimioterapias en los últimos años. Más allá de estimaciones, las cifras oficiales ya dibujaban un panorama negro antes de la crisis. Cada cuatro horas un menor muere por cáncer en el país. 

A Ani Argüello lo único que le interesa es que Axel esté bien. No puede evitar las lágrimas cuando se pone a pensar en todo lo que hacía su hijo antes de la leucemia. Se rehúsa a normalizar que cada ocho días, cuando le toca la quimioterapia, tenga que vivir una situación “como lanzar una moneda al aire”. “No hay día donde no piense en que puede morir”, admite. Ella no es una golpista, como dice el Gobierno o una activista, como se lee en prensa. “Soy una madre real y quiero ver a mi hijo sano”.

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