Historia con final feliz

El padre coraje que fue a la Luna (y más allá) buscando a su hijo secuestrado

Guo Gangtang ha recorrido más de medio millón de kilómetros durante 18 años hasta que ha logrado dar con su primogénito

Hace cinco años y según datos del Gobierno cada año se raptaban en el gigante asiático unos 20.000 menores

Guo Gangtang con una foto de su hijo, secuestrado cuando tenía dos años.

Guo Gangtang con una foto de su hijo, secuestrado cuando tenía dos años.

Adrián Foncillas

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La megaestrella hongkonesa Andy Lau interpretó en la aplaudida película 'Huérfano', de 2015, a un padre que había cubierto 400.000 kilómetros en moto buscando a su hijo secuestrado. Este año, el padre en el que se basó la película, ya había alcanzado el medio millón de kilómetros. Son, si sus cuentas no yerran, 130.000 kilómetros más de los que separan la Tierra de la Luna. El viaje terminó este fin de semana, 24 años después, con un reencuentro que ha alborozado al país.  

Guo Gangtang es el rostro más visible del secuestro de niños, un viejo problema que sigue sumando cada año miles de víctimas. El hijo de Guo fue robado cuando jugaba frente a su domicilio, en un pueblo de la provincia costera de Shandong. Tenía entonces dos años. La rápida alerta y los registros en estaciones de autobuses y trenes regionales fueron estériles. Y Guo, demasiado atormentado para centrarse en su trabajo, subió a su vieja moto y peinó en las dos siguientes décadas más de una treintena de provincias chinas.

Cicatriz en el meñique

Los reportajes de la prensa local lo han mostrado durante años sobre una moto, casi siempre diferente porque quemó una decena, con una mochila atiborrada de carteles atada al asiento trasero y un cabello cada vez más canoso. “Mi hijo se llama Guo Zhen, nació en abril de 1995 y tiene una cicatriz en el meñique de su pie izquierdo”, repetía junto a su fotografía. “Sólo me siento un verdadero padre cuando estoy en la carretera buscándolo. No puedo parar porque siento que le decepciono”, justificó en una entrevista.  

Guo había aparcado el tractor que le daba de comer y consagrado su vida al hijo ausente. Gastó sus ahorros, pidió préstamos y se arruinó. Durmió en templos y bajo puentes en sus viajes, vendió las flautas tradicionales que elaboraba, se empleó en todo lo que pudiera prorrogar su búsqueda y mendigó. Se ha roto varios huesos en accidentes y ha requerido de una cuarentena de grapas en su cabeza.

Durante el proceso también se erigió en la figura preeminente de la lucha contra el secuestro de niños, portando las fotos de los desaparecidos en sus travesías y advirtiendo a los padres de que un minuto de descuido podía conducir a una vida de angustia. Fundó una oenegé hoy cuenta con miles de registros y ha ayudado a recuperar a una decena de niños.  

Al desenlace, sin embargo, contribuyó más la animosa tarea policial que sus motos. La investigación y el examen de perfiles llevó el mes pasado hacia un joven en la provincia de Henan y las pruebas de ADN confirmaron la filiación. China incorporó en 2000 a su lucha con el tráfico de personas el material genético, recogido de los padres y almacenado en un archivo a la espera de una coincidencia, pero la mala fortuna quiso que Guo Xinzhen no se hubiera sometido a la prueba antes. 

Redadas policiales

Un lustro atrás calculaba China que cada año eran secuestrados unos 20.000 niños. La mayoría son destinados a la adopción de parejas estériles o que han fracasado en la búsqueda del varón porque de este se espera que perpetúe el apellido y cuide de ellos mientras la hija acabará con los suegros si cumple con la tradición. Es un negocio lucrativo. Diez años atrás calculaba la policía que los niños se vendían por 50.000 yuanes (unos 6.500 euros) y por 30.000 yuanes (casi 4.000 euros) las niñas. La concienciación, las redadas policiales y el archivo de ADN han reducido los casos en los últimos años. 

La policía también ha informado esta semana de la detención de la pareja de facinerosos que secuestró y vendió al niño de Guo. No se conocen muchos más detalles: ni quiénes son los compradores ni la relación que guarda con ellos el ahora veinteañero. Esas incógnitas no han matizado el júbilo de un país que durante años asistió a la épica lucha de un padre. El reencuentro ha contado con la comprensible dosis de lágrimas y los internautas exigen una secuela para aquella película de Andy Lau que actualice el cuentakilómetros y añada el final feliz.