Nueva guerra comercial

El champán francés, despojado de su denominación en Rusia

Vladimir Putin firmó una enmienda que modifica la ley sobre la regulación de las bebidas alcohólicas

La bebida francesa ya no puede etiquetarse como 'shampanskoe' y debe de hacerlo como "vino espumoso"

Un dependiente coloca una botella de vino espumoso ruso en un estante.

Un dependiente coloca una botella de vino espumoso ruso en un estante. / Reuters

Irene Casado Sánchez

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Pocas cosas hay tan francesas como el croissant, la baguette… o el champán. No es de extrañar que, cuando cualquiera de estos productos de orgullo nacional se ve amenazado, los franceses pongan el grito en el cielo. Sobre el último de ellos, el champán, no se cierne una amenaza, sino una prohibición: el 2 de julio, Vladimir Putin firmó una enmienda que modifica la ley sobre la regulación de las bebidas alcohólicas, a partir de ahora, la bebida francesa conserva el derecho exclusivo a utilizar el nombre 'champagne' en caracteres latinos en la etiqueta principal, pero la ley les obliga a renunciar al término 'Shampanskoe' [champán en ruso], reemplazado por "vino espumoso" en caracteres cirílicos en la contraetiqueta. El nombre 'Shampanskoe' queda reservado a los vinos espumosos rusos. 

"Esta ley es, simplemente, inaceptable. Nos prohíbe utilizar nuestra denominación de origen… ¡Un nombre en el que hemos trabajado e invertido más de 300 años!", exclama irritado David Chatillon, director general de Unión de Casas de Champaña (UMC). "Nos despojan de aquello que nos es más querido: nuestra calidad, nuestra imagen, nuestro entorno, nuestra capacidad de despertar un deseo entre los consumidores", continúa Chatillon, recordando que la denominación de origen 'champán', reconocida en 120 países, responde a numerosos requisitos de calidad y se limita a la producción de una región específica: Champagne, al noreste del Hexágono. 

El ‘champán’ made in URSS 

La relación de Rusia con el champán es, cuando menos, particular. Fue en torno a 1936 cuando, a petición del propio Stalin, comenzó la producción del primer vino espumoso fabricado en el país y bautizado como 'Sovetskoye Shampanskoye'. Si hasta entonces los vinos espumosos eras considerados demasiado burgueses, con su champán ficticio 'made in URSS', el líder soviético puso a disposición del pueblo "un signo de bienestar y de la buena vida", un lujo que el socialismo pondría a disposición de todos, sin excepción. A partir de ahora, es este producto, cargado de historia, pero sin verdadero valor gastronómico, el único que puede, gracias a la enmienda de Vladimir Putin, lucir en su etiqueta la palabra 'shampanskoye'. 

"Es totalmente absurdo, tendría que ser al revés: el concepto 'vino espumoso' debería acordarse a la versión rusa del champán, que no posee ninguna identidad y sólo tiene burbujas", comenta exasperado Guillaume Lemaire, productor de champán independiente, para quien la nueva legislación rusa es "un seísmo", "una catástrofe", en una época especialmente delicada: "la crisis sanitaria ha sido durísima para nosotros, sin nada que celebrar, nadie se da el lujo de abrir una botella de champán". 

"Renunciar a años de historia y de trabajo" 

Hace tan solo unas semanas, Lemaire consiguió un acuerdo para exportar 1.000 botellas a Rusia, "una cantidad importante para un pequeño productor independiente", explica, pero dicho contrato cayó en saco roto. “Nosotros no vamos a cambiar nuestras etiquetas, no vamos a renunciar a la denominación de origen más importante de Francia. Hacerlo sería ridículo, una vergüenza… Para nosotros sería renunciar a años de historia y de trabajo, somos la quinta generación de una familia de productores", continúa. 

Frente a la nueva legislación rusa, el Comité del Champán ha instado a los productores a "detener todos los envíos a Rusia", el 15º importador del preciado néctar, "hasta nuevo aviso". Sin embargo, haciendo oídos sordos, la marca del gigante del lujo LVMH Moët Hennessy, líder del mercado ruso, ha anunciado ya que cambiará sus etiquetas y reanudará sus entregas "lo antes posible". 

Mientras los grandes productores parecen dispuestos a ceder ante la nueva ley rusa, otros se niegan a quedarse de brazos cruzados frente a esta nueva guerra comercial. "Hemos solicitado un análisis de la ley, un estudio de sus consecuencias… También hemos pedido una intervención a nivel diplomático", comenta Chatillon. Porque, la decisión de Putin sería "una punición política; Emmanuel Macron ha debido de molestar a Rusia y nosotros pagamos los efectos colaterales", zanja Lemaire, disculpándose por sus posibles "à prioris".

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