Violencia racial

Año 1 de la era George Floyd

Su asesinato, hace ahora un año, puso a EEUU ante su espejo y desencadenó las protestas más masivas de la historia del país

Biden, que este martes recibe a la familia en la Casa Blanca, tiene pendiente de aprobar una ley para reformar la policial federal

Manifestación en recuerdo de George Floyd por el primer aniversario de su muerte, el domingo en Mineápolis.

Manifestación en recuerdo de George Floyd por el primer aniversario de su muerte, el domingo en Mineápolis. / NICHOLAS PFOSI

Idoya Noain

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El día en que el agente de policía Derek Chauvin mató en Mineápolis a George Floyd clavando su rodilla durante nueve minutos y 29 segundos sobre el cuello de ese hombre negro esposado, detenido por haber usado un billete falso de 20 dólares para comprar un paquete de cigarrillos, Estados Unidos celebraba, en el momento álgido de la pandemia de coronavirus, el Memorial Day, la fiesta federal con que el último lunes de mayo el país rinde homenaje a los soldados caídos en combate. En aquel trozo de asfalto, Floyd pasó a ser un caído más de otra guerra, una llena de batallas que se libran por la justicia racial en una nación aún marcada por su pecado original de la esclavitud y donde el racismo está enquistado.

Aquella brutal muerte, grabada en vídeo, convirtió a Floyd en icono y desató un momento y un movimiento que este martes, en el primer aniversario, sigue obligando al país a colocarse frente al espejo. Porque Chauvin, el agente blanco, ha sido condenado por su crimen y será sentenciado el 25 de junio. Los otros tres policías que participaron en el arresto de Floyd serán juzgados el año que viene. Pero no toda la justicia se hace en los tribunales.

Hace ahora un año 26 millones de personas, de todas las razas, edades y clases sociales, se lanzaron a las calles en las protestas más masivas de la historia de EEUU. El caso de Floyd reactivó no solo el movimiento Black Lives Matter (las vidas negras importan), sino la era de implicación social, política y empresarial en el estudio y el impulso a cambios en las estructuras lastradas por el racismo más activa desde la lucha por los derechos civiles en los años 60.

Aproximadamente 170 símbolos confederados, no sin controversia y sin abrir otra batalla fuertemente politizada, más aún en la era de Donald Trump, fueron eliminados o rebautizados (aún quedan más de 2.000, incluyendo 700 monumentos). El mundo corporativo estadounidense se ha sumergido en un proceso para replantear su compromiso con la diversidad y la igualdad. Y un amplio abanico de propuestas e ideas de reforma policial se pusieron en marcha, aunque las reclamaciones más radicales de "abolir" la policía son aún un clamor minoritario.

Legislación pendiente

No se ha podido llegar al aniversario, como quería el presidente Joe Biden, que este martes recibe a la familia de Floyd en la Casa Blanca y ha puesto la igualdad racial en el centro de toda su agenda, con una ley que aborde la que sería la más profunda reforma policial federal de EEUU. La iniciativa legislativa prohibiría las técnicas de ahogo, algo que han hecho desde el 'caso Floyd' leyes de 15 estados, casi todos gobernados por los demócratas. Establecería una base de datos para registrar malas actuaciones policiales. Ha recibido ya luz verde en la Cámara baja pero está estancada en el Senado, donde los republicanos replican la firme oposición de los sindicatos policiales a abolir o restringir la denominada "inmunidad cualificada", que escuda a los agentes de demandas de violaciones de derechos civiles de víctimas o sus familiares. Y son muchos, como Al Sharpton, los que prefieren seguir esperando que guiarse por un calendario simbólico. "Prefiero tener una una ley con fuerza tarde que una descafeinada a tiempo", le decía el reverendo a 'Politico'.

Otras propuestas de reforma han avanzado y son varias ciudades las que han dado pasos para recortar presupuestos de departamentos de policía y traspasar esos fondos a programas comunitarios o servicios sociales. Ese impulso, no obstante, está sufriendo un retroceso ahora, cuando la violencia con armas de fuego se ha disparado en muchas grandes urbes del país, inundadas con una nueva oleada de armas ilegales y donde se hacen palpables tanto la agudización de problemas de bandas como la devastación y desesperación económica que ha dejado la pandemia. En Nueva York, por ejemplo, los homicidios han subido un 45%, en Los Ángeles un 35% y en Mineápolis se han doblado.

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