Crisis sanitaria global

Rechazo y desigualdad: la vacunación se estanca en EEUU

Tras una exitosa campaña con un 46% de la población vacunada, EEUU trabaja para llegar hasta los sectores de población más reacios y sin posibilidades de obtenerla

Las tasas más bajas de inoculación se encuentran en condados más vulnerables en términos de pobreza, vivienda, transporte y acceso a internet

Vacunación en EEUU

Vacunación en EEUU / EFE/EPA/Peter Foley

Idoya Noain

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El jueves, cuando salió al jardín de la Casa Blanca para anunciar pletórico la nueva directriz de las autoridades sanitarias de Estados Unidos que permite a los ya plenamente vacunados quitarse la máscara en la casi todas las circunstancias, el presidente Joe Biden incluyó un recordatorio: "Seguimos perdiendo demasiados estadounidenses porque tenemos a demasiada gente no vacunada".

En esas palabras se refleja el camino que queda por recorrer en un país que acumula cerca de 600.000 fallecidos por el coronavirus pero que, tras una exitosa campaña que llegó el mes pasado a un pico de más de tres millones de inoculaciones diarias, tiene ya al 46% de la población total y más del 58% de los adultos con al menos una dosis inyectada y al 36% de la población completamente inmunizada. Y en ese recorrido, con el ritmo de vacunaciones ralentizado en el último mes hasta los dos millones diarios, los mayores retos ahora los representan quienes son reacios o rechazan directamente inocularse pero también quienes, queriendo la vacuna, siguen encontrando dificultades para conseguirla, reflejando problemas estructurales tras los que late la desigualdad.

Política y religión

Distintos sondeos sitúan cerca del 30% el porcentaje de estadounidenses que rechaza o plantea dudas sobre vacunarse. No es ni mucho menos un grupo unitario pero sí hay algunos elementos destacados. El rechazo, por ejemplo, es mayor entre votantes republicanos que entre demócratas. Uno de los bloques entre los que se encuentra mayor oposición es el de los cristianos evangélicos y especialmente los blancos, que son 41 millones en EEUU y entre los que una encuesta del centro Pew detectó un rechazo del 45% a la vacuna.

Aunque la intensa polarización política y la politización no solo de la pandemia sino en general de la ciencia han contribuido al escepticismo, este no tiene carnet de partido. Y expertos y estudiosos apuntan a otras vetas en la resistencia a inmunizarse, incluyendo la desconfianza hacia el establishment médico o las grandes farmacéuticas, la incertidumbre ante la evolución de la información o las directrices o la preocupación de muchos ciudadanos por el cuidado y hasta la pureza de sus cuerpos.

“Para individuos que se perciben a sí mismos como de bajo riesgo de infectarse retrasar la vacuna se plantea ahora como una opción más segura, aunque sea matemáticamente falso”, explica desde la Universidad de Denver en Colorado la socióloga Jennifer Reich, especializada en vacunas. “La gente es más dada a calcular por lo alto los riesgos de la vacuna y por lo bajo los beneficios", añade la experta.

Desigualdad socioeconómica

Otro enorme obstáculo de EEUU para avanzar hacia las metas marcadas, entre las que ya prácticamente se ha descartado llegar a alcanzar la “inmunidad de rebaño”, está en el acceso a las vacunas. Porque a Biden le gusta recordar que el 90% de la población vive a un radio de ocho kilómetros de alguno de los 80.000 puntos de vacunación, pero la realidad social y económica, y las disparidades, crean un abismo.

Según datos del censo citados por The New York Times, 30 millones de estadounidenses dispuestos a ponerse el suero aún no han podido hacerlo y un análisis de Harvard de esos datos subraya el componente de desigualdad social y económica. La mayoría es gente de clase trabajadora, la mitad vive en casas que ingresan menos de 50.000 dólares al año, el 81% no tiene título universitario, hay quienes no tiene un médico habitual de confianza o están socialmente aislados...

Las tasas más bajas de vacunación se encuentran en condados donde se detecta más escepticismo hacia las vacunas pero también mayor vulnerabilidad en términos de pobreza, vivienda o escaso acceso al transporte o a internet. Y no son infrecuentes las historias de quienes se resisten a vacunarse por temor a sufrir efectos secundarios en un país donde la baja médica pagada es un lujo al alcance de pocos.

Dinero, donuts, cervezas, transporte, entradas y porros para incentivar la vacunación

Quitarse la mascarilla puede ser uno de los mayores incentivos para vacunarse pero no es el único y ahora que la demanda de la inmunización cae en EEUU, autoridades y otros actores sociales echan mano de la imaginación y el bolsillo para animar la vacunación.

El más generoso ha sido el gobernador de Ohio, que ha lanzado una lotería semanal de un millón de dólares para residentes que han recibido al menos una dosis y otra para adolescentes, con becas que cubren cuatro años de universidad. En Virginia Occidental, mientras, se regala un bono de ahorro de 100 dólares a todos los inmunizados de entre 16 y 35 años.

En Nueva York se han ofrecido una semana gratis de metro y entradas a museos o icónicas atracciones, en Detroit se pagan 50 dólares a quien lleve a algún vecino a vacunarse, y en Nueva Jersey el premio ha sido una cerveza, por poner algunos ejemplos.

El sector privado colabora también: se han regalado desde donuts hasta patatas fritas, la NFL sorteará 50 entradas para la Super Bowl y más de una docena de empresas han implementado pagas extras y otros incentivos para sus empleados que se vacunen.

En el esfuerzo se han involucrado también los activistas de la marihuana y tanto en Nueva York como en Washington ha habido eventos donde se regalaba un porro a quien demostrara estar vacunado.

 

 

  

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