Crisis sanitaria global

La India, hambre o coronavirus

El país asiático se resiste al confinamiento nacional que piden los expertos y la oposición por miedo a la miseria

New Delhi (India)  01 05 2021 - A general view over mass funerals at funeral pyres for COVID-19 victims at a makeshift cremation ground in New Delhi  India  01 May 2021  The country has reported a record number of 400 000 new COVID-19 cases in one day  (Nueva Delhi) EFE EPA IDREES MOHAMMED

New Delhi (India) 01 05 2021 - A general view over mass funerals at funeral pyres for COVID-19 victims at a makeshift cremation ground in New Delhi India 01 May 2021 The country has reported a record number of 400 000 new COVID-19 cases in one day (Nueva Delhi) EFE EPA IDREES MOHAMMED / IDREES MOHAMMED

Adrián Foncillas

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Falta oxígeno en los hospitales, las piras lidian con el caudal de cadáveres que desborda los crematorios, cada día trae un nuevo récord de contagios… Muchos gobiernos han ordenado el confinamiento con cuadros menos angustiosos pero posponerlo es una de las decisiones menos insensatas que ha tomado el indio. El dilema shakesperiano entre salud y economía alcanza en la India otra dimensión porque las cuarentenas no recortan los beneficios empresariales ni puntos porcentuales del PIB sino que empujan a muchos a la frontera de la supervivencia.

Políticos, médicos y expertos debaten sobre el encierro nacional. Lo apoyan los que ven en él la única vía para embridar los contagios y se oponen los que recuerdan la calamitosa experiencia del pasado año. El agravamiento de la situación engorda el primer grupo. 

La oposición subraya el colapso del sistema sanitario y los errores del primer ministro, Narendra Modi. "Quiero dejar claro que el confinamiento es ahora la única opción por la falta de estrategia del Gobierno. Ha permitido y activamente ayudado a que el virus alcanzase esta fase en la que no hay otra forma de detenerlo. Un crimen ha sido cometido contra la India", clamaba Rahul Gandhi,  presidente del Partido del Congreso Nacional. También lo exige la industria. "Una respuesta contundente al más alto nivel es necesaria para cortar la transmisión", ha aclarado Uday Kotak, banquero y presidente de la Confederación de la Industria India. Incluso el comité de asesores del Gobierno en materia de coronavirus le acoseja un encierro de dos semanas, ha desvelado el matutino The Indian Express.

"La última opción"

"Es una cuestión difícil y sin respuesta fácil porque urge tanto cortar la transmisión como salvar vidas. Estamos viendo confinamientos en algunas áreas y debemos esperar antes de declararlo a escala nacional, aunque este debemos considerarlo sólo en última instancia. Mi principal preocupación es el importante impacto para el sustento económico, salud mental y seguridad alimentaria de la población", señala Krutika Kuppalli, doctora y profesora de Medicina en la División de Enfermedades Infecciosas de la Universidad Médica de South Carolina.

Sigue firme Modi, definiéndolo como la "última opción" y sin aclarar qué grado de tragedia juzga necesario para activarlo. Pero algunos estados como Bihar han decretado encierros estrictos y macrourbes como Nueva Delhi o Mumbai han impuesto restricciones severas.

Chandrakant Lahariya, doctor y experto en sanidad pública en Nueva Delhi, se alinea con el Gobierno. "El confinamiento nacional equivaldría a hervir todo el océano para preparar unas pocas tazas de café. La geografía y población de la India es similar a la de toda Europa. Y los países que lo aprobaron, pudieron activar todo el sistema de seguridad social poco después. Eso no pasaría en la India", añade.

Una decisión calamitosa

La India impuso en marzo del pasado año un confinamiento sin precedentes, por extenso y estricto, cuando apenas contaba con 800 contagios. La medida, anunciada con apenas cuatro horas de antelación, empujó al populista Modi al elogiado grupo de dirigentes responsables y ágiles. El tiempo ha revelado que fue calamitoso. Detrás no había nada. Ninguna previsión sobre los centenares de millones de migrantes que de un día para otro perdieron el trabajo en las ciudades y, con los trenes cancelados, hubieron de regresar a sus hogares en odiseas homéricas bajo la canícula y a menudo descalzos. El caótico éxodo extendió el coronavirus hacia las zonas rurales y colocó a su red sanitaria frente un enemigo inabordable. La tragedia económica que ponía en peligro la supervivencia de los más desfavorecidos forzó al Gobierno a levantar el encierro y confiar en que la abundancia de jóvenes mantendría la mortalidad en volúmenes aceptables. Es comprensible que Modi no quiera otra tormenta de críticas.

También Anthony Fauci, epidemiólogo en jefe de Estados Unidos, defendía esta semana el confinamiento aludiendo al exitoso precedente chino. Los conocimientos del bueno de Fauci sobre virus son más sólidos que los de geopolítica asiática porque China y la India sólo empatan en demografía. China dedica 400 dólares por persona en sanidad y la India sólo 63 dólares, China tiene 43,1 camas por 10.000 habitantes en contraste con las 5,3 de India, la provincia de Hubei contaba con 70.000 respiradores y en toda la India hay 48.000 ventiladores, China tiene a un Gobierno previsor y metódico y la India padece a Modi.

"Los miedos a otra crisis humanitaria están justificados debido al gran número de migrantes laborales y la vasta población rural. Eso debe ser considerado en cualquier escenario, con o sin confinamiento nacional, porque sabemos que hay infecciones en las zonas rurales (…) El Gobierno debe distribuir comida y ayuda económica para que la gente no tenga que viajar para trabajar”, alerta Krutika Kuppalli. 

La India ya demostró que los confinamientos no funcionan sin medios ni estrategia. Un año después, sin que haya mejorado ni uno ni otro, regresa el dilema de hambre o coronavirus pero en un cuadro más dramático: una segunda ola de las dimensiones de un tsunami y un virus con varias mutaciones que lo hacen más mortal y contagioso.  

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