Elecciones en el Reino Unido

Los conservadores británicos se afianzan en los feudos laboristas del cinturón rojo en el norte de Inglaterra

Los tories conquistan Hartlepool, un bastión en manos laboristas desde hace 57 años

Boris Johnson está atrayendo los votos que en el pasado habían pertenecido al eurófobo Nigel Farage

Un globo gigante de Boris Johnson en las calles de Hartlepool.

Un globo gigante de Boris Johnson en las calles de Hartlepool. / DPA vía Europa Press

Begoña Arce

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El Partido Conservador de Boris Johnson sigue derribando las viejas fortalezas del laborismo. Los resultados aún parciales de las elecciones del jueves confirmaron el cambio drástico en la política británica, que ya se percibió en los comicios generales de 2019. La mejor ilustración fue la victoria arrolladora de los conservadores en Hartlepool, al noreste de Inglaterra, un escaño laborista en el Parlamento británico desde hacía medio siglo. Más aún. En esa zona no se votaba conservador desde 1959. La candidata tory, Jill Mortimer, hizo historia con 15.529 votos, el 51,8%, casi el doble del obtenido por el laborista, Paul Williams, con 8.589. Un 16% de electores que votaron laborista en 2019 cambiaron ahora a los conservadores. Al agradecer su designación, Mortimer acusó al partido de la oposición de haber "dado por hecho durante mucho tiempo que contaban con la gente de Hartlepool". "La gente estaba harta. Ahora ha hablado y ha dejado claro que es el momento del cambio. Lo que quieren son puestos de trabajo e inversiones y es lo que voy a proporcionarles", añadió.

La victoria de un escaño parece casi insignificante de un total de 650 en la Cámara de los Comunes. Su importancia fundamental es que muestra una pauta que se repite en lugares similares del llamado cinturón rojo, las antiguas zonas trabajadoras industrializadas de Inglaterra, desmanteladas y ruinosas desde hace tiempo. Ante el antiguo monopolio laborista la estrategia de los conservadores pasa por presentarse en estos lugares como fuerza de cambio, los "insurgentes", como señalaba irónicamente un analista político, a pesar del llevar en el Gobierno durante más de una década.

Los votos del Brexit

Aunque la buena marcha de la vacunación contra el covid ha ayudado, el Brexit ha vuelto a ser un factor clave. Boris Johnson está absorbiendo los cuantiosos votos que en las pasadas elecciones generales fueron para Nigel Farage, líder del Partido del Brexit y el UKIP, ahora desaparecidos. En Hartlepool esas formaciones recibieron una de cada cuatro papeletas en 2019.

El mismo patrón se reprodujo en otros puntos de Inglaterra, en ayuntamientos como Nuneaton, Bedworth, Harlow, Redditch o Thurrock. Básicamente los conservadores están desplazando a los laboristas en lugares donde el voto por el Brexit fue muy elevado, mientras la oposición se mantiene en territorios que apoyaron la permanencia en Europa.

Pero la derrota en Hartlepool ha sido un gran golpe, moral y político, que ha alcanzado de lleno al líder de la oposición, Keir Starmer. Después de un año en el puesto debía remontar al partido en las urnas tras el desastre de las últimas elecciones con su antecesor, Jeremy Corbyn. Aquellos fueron los peores resultados obtenidos por el partido desde 1935. Sin embargo, en lugar de recuperar posiciones lo que está sucediendo es exactamente lo contrario. A falta de resultados finales, que se conocerán a lo largo del fin de semana, los laboristas han sufrido fuertes pérdidas en ayuntamientos e instituciones locales de áreas donde necesitaban ganar.

La confianza de la clase trabajadora

El nuevo empuje en las urnas crea un ambiente de euforia entre los tories, mientras  el laborismo vuelve a hundirse en divisiones y recriminaciones. Los malos resultados reabrieron inmediatamente las querellas entre quienes defienden la doctrina 'corbynista' de extrema izquierda y los que miran hacia el centro. "Estoy amargamente decepcionado con los resultados", declaró Starmer. "Asumo plena responsabilidad y seré el responsable de arreglarlo. Hemos perdido la confianza de la clase trabajadora, principalmente en lugres como Hartlepool".

Starmer debe decidir  el rumbo de un partido cuyos electores ya no son los obreros de antes, gente de raza blanca e intolerante con la inmigración europea, sino la clase media multirracial y la gente joven, educada y cosmopolita de las grandes ciudades. El mejor ejemplo es Londres, donde el laborismo domina los escaños en el Parlamento y su alcalde, Sadiq Khan, va a revalidar su segundo mandato.