Avalancha humana

Israel se enfrenta a la conmoción y a la búsqueda de culpables tras la tragedia del Lag Baomer

Tras la peor tragedia en tiempos de paz, la comunidad ultraortodoxa israelí entierra a sus 45 muertos, algunos aún sin identificar y otros de origen extranjero

La catástrofe puede tener implicaciones políticas en un país anclado en el desgobierno por la perpetuación de Netanyahu en el poder que depende de los ultrarreligiosos

La comunidad ultraortodoxa asiste al funeral de uno de los fallecidos en la estampida de Lag Baomer.

La comunidad ultraortodoxa asiste al funeral de uno de los fallecidos en la estampida de Lag Baomer. / ATEF SAFADI

Andrea López-Tomàs

Andrea López-Tomàs

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Tras la peor tragedia en tiempos de paz, Israel intenta levantarse de nuevo. Mientras la comunidad ultraortodoxa enterraba a sus muertos a toda prisa antes del shabat, en los despachos se busca a un culpable. La avalancha humana que provocó la muerte de 45 personas en la festividad judía del Lag Baomer puede tener implicaciones políticas en un país anclado en el desgobierno por la perpetuación de Netanyahu en el poder. Empiezan a desvelarse las presiones políticas que forzaron la celebración de un evento con diez veces más de la asistencia permitida.

Aún quedan víctimas sin nombre. Este sábado, poco más de 24 horas después de la tragedia, sólo se han identificado a 32 de los fallecidos mientras algunas familias se ahogan en la desesperación. Además, se ha confirmado la presencia de un número desconocido de ciudadanos estadounidenses –entre cuatro y seis, según medios locales–, dos canadienses y un argentino entre los muertos en la madrugada del viernes. La comunidad ultraortodoxa se ha unido para acompañar a aquellos fieles que han tenido que ser enterrados lejos de casa.

Tragedia anunciada

El trauma sufrido en la madrugada del Lag Baomer en el monte Merón de Galilea tardará tiempo en sanar. Cuando los celebrantes intentaron salir del recinto por una pasarela estrecha y empinada, algunos tropezaron y resbalaron empujados por el peso de la multitud detrás de ellos, según los testigos. Eso creó un cuello de botella repentino, atrapando a cientos de fieles en la parte inferior de la pasarela, donde los cuerpos se empezaron a apilar unos encima de otros. Las personas pisoteaban a quienes se encontraban debajo de ellos, provocandoles la muerte. 

Pero la catástrofe era ya una tragedia anunciada. En el 2013, el jefe de la policía regional en ese momento, Roni Atia, advirtió de la posibilidad de una estampida letal ya que solo podía albergar a unas 10.000 personas. El viernes había unas 100.000. Hasta en el 2018, un relevante periodista ultraortodoxo calificó al lugar de trampa mortal. Varios informes en el 2008 y el 2011 habían alertado de las adiciones y los cambios en el sitio sin la aprobación de los comités de planificación. El líder del gobierno regional reconoció que intentó cerrar el recinto tres veces. 

Insumisión de los ultraortodoxos

Las impactantes imágenes se han convertido en el retrato de la letal insumisión de la comunidad ultraortodoxa. Israel se enfrenta a un examen de conciencia sobre las relaciones entre los grupos seculares y los religiosos que, en este caso, componen el 12% de la población del país. La negligencia, la responsabilidad y la culpa chocan con la resistencia a la autoridad estatal que lleva meses mostrando la comunidad ultraortodoxa israelí. 

Durante la pandemia, los jaredíes han protagonizado enfrentamientos violentos con la policía por no respetar las medidas de seguridad. A la vez, han concentrado más de un tercio de los contagios. En los últimos meses, los judíos seculares han expresado su ira por el desprecio a las regulaciones de este grupo insumiso e intransigente. Pese a las divisiones que los separan, la tragedia ha unido al país en la conmoción. “En estos momentos nuestra gente se une y eso es lo que estamos haciendo ahora también”, reconoció Netanyahu desde el monte Merón.

Dependencia política

También surgen voces dentro de la comunidad ultraortodoxa que piden más cautela y sumisión. “Ya es hora de que los jaredíes internalicemos que cuando no nos permiten realizar un evento masivo inseguro, no proviene de un lugar de odio o de persecución hacia nosotros, sino de la ¡¡¡preocupación!!!”, ha tuiteado Ishay Coen, analista político de Kikar HaShabbat, un sitio de noticias jaredí. Queda por ver si la tragedia tendrá consecuencias para la formación de gobierno por parte de Netanyahu, cuyo plazo se acaba el martes. 

Tal vez en la dependencia del primer ministro de las formaciones ultraortodoxas está el origen de la tragedia. Pese al límite de reuniones públicas a 500 personas, en el monte Merón había unas 100.000. Según medios locales, Netanyahu aseguró a los líderes ultraortodoxos que las celebraciones se llevarían a cabo haciendo oídos sordos a las objeciones del Ministerio de Salud. En estas presiones políticas podría estar el germen del evento más trágico en la historia reciente de Israel.