En plena guerra civil

Siria celebrará elecciones presidenciales el 26 de mayo

Solo se podrá votar en las zonas bajo control del gobierno de Asad y los sirios en el extranjero podrán hacerlo en sus embajadas el 20 de mayo

Los grupos de la oposición han denunciado la falta de legitimidad y la instrumentalización de la cita electoral para que el presidente se mantenga otros siete años más en el poder

La dinastía Asad, mano dura en Siria

La dinastía Asad, mano dura en Siria / Kim Amor

Andrea López-Tomàs

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Siria celebra elecciones presidenciales. El próximo 26 de mayo la población siria está llamada a las urnas, en una cita rechazada por los grupos de la oposición. Junto a Estados Unidos y otros países occidentales, señalan la falta de legitimidad y el uso de estos comicios para revalidar el gobierno autocrático de Bashar el Asad. Para presentarse a las elecciones, los candidatos deben haber vivido en Siria durante 10 años consecutivos, una medida que impide que se presenten las figuras de la oposición que están en el exilio. 

“Hago un llamado a los sirios para que ejerzan su derecho a elegir al presidente”, ha dicho Hammouda Sabbagh, presidente del Consejo Popular de Siria, la autoridad legislativa del país. Después de anunciar la fecha de las elecciones, Sabbagh, el primer cristiano ortodoxo en ocupar el cargo, ha señalado que estos comicios podrían ser el indicativo de que Siria había superado con éxito su devastador conflicto. El voto se celebrará solo en las zonas bajo control del gobierno de Asad. 

Los candidatos tienen 11 días a partir del próximo lunes para presentarse. El presidente Asad aún no ha anunciado oficialmente su candidatura para la reelección. También los sirios que viven en el extranjero tendrán la oportunidad de votar en sus embajadas el próximo 20 de mayo. Apoyados por Washington, los grupos de la oposición han rechazado la convocatoria. “Consideramos que el parlamento de Assad no tiene legitimidad”, ha declarado Mustafa Sejari, una destacada figura de la oposición, “esto es una farsa teatral y un esfuerzo desesperado por reinventar este régimen criminal”. 

Profunda crisis económica

El contexto de crisis económica y conflicto continuo parece que apenas condicionará los resultados electorales en la dictatorial Siria. “Estas elecciones no serán libres ni justas; no legitimarán el régimen de Assd”, declaró Linda Thomas-Greenfield, la embajadora de Estados Unidos en la ONU frente al Consejo de Seguridad hace un mes. El pasado 15 de marzo se cumplió una década desde el inicio del levantamiento del pueblo sirio contra el reinado de más de cuatro décadas de los Asad. El régimen, con las fuerzas policiales y el ejército de su mano, llevan desde entonces respondiendo con una mano de hierro

No se espera que Asad se enfrente a una oposición seria en estos comicios. Tampoco ocurrió en las últimas elecciones del 2014. Los tres años de conflicto pesaban sobre la popularidad del dictador y los grupos rebeldes ocupaban cada vez más terreno ayudadas por las potencias extranjeras. En las primeras elecciones en pleno conflicto, se permitió por primera vez en las últimas cuatro décadas que se presentarán más candidatos y que algunos de ellos no formasen parte de la familia de los Asad. 

Candidatos desconocidos

Ambos candidatos eran unos desconocidos que apenas recibieron publicidad. Asad revalidó su mandato con alrededor del 90% de los votos. Ahora, busca añadir otros siete años más a su gobierno cuyos inicios se remontan a la muerte de su padre en el 2000. Gracias a la intervención militar rusa en el 2015, la situación de Asad está mucho más consolidada y cuenta con mayor dominio sobre el terreno. Aún así, la continuidad en el poder de este superviviente sigue dependiendo del apoyo de Rusia e Irán. 

Tras una década de guerra civil, más de la mitad de la población siria ha sido desplazada. Aproximadamente unas 400.000 personas han muerto y sigue habiendo cientos de desaparecidos. El país sufre una profunda crisis económica agravada por la debacle del vecino Líbano y las sanciones de los gobiernos occidentales. Mientras suben los precios de los alimentos, la libra siria cae en picado y la población hace largas colas para conseguir pan y combustible. Pero ni el hambre ni las bombas rozan la opulencia del Palacio Presidencial.